Pues pa' dentro que vamos
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Arriesgas mucho si te quedas en estas callejas donde podrías perderte definitivamente. Decides, pues, escapar de la jauría, que con toda seguridad te persigue a ti, y aceptar el ofrecimiento del desconocido. Cruzas deprisa el umbral de esta casa y la puerta se cierra tras de ti. Estás recobrando aún el aliento, cuando descubres a quien te ha sacado del apuro. Es un hombre bien portado, aunque no lleva los atavíos de los nobles, sino una sencilla túnica blanca ceñida con un cordelillo de precio.
"
Perdona mi atrevimiento, amigo, pero me ha parecido que estabas en peligro, y he pensado que aceptarías el asilo de mi humilde morada. Me llamo Bykh y soy escriba. ¿Quieres seguirme?" Dicho esto, tu huésped te conduce hasta un pequeño despacho. Tablillas y punzones diseminados aquí y allí confirman el oficio del hombre. Te sientas en un asiento hondo de madera tallada que él te indica; tu curiosidad está al rojo vivo, ¿qué motivo puede tener este hombre para ayudarte? El escriba retoma la palabra: "
Te he visto en la plaza del mercado hace un momento. Me jacto de tener algunas dotes de observación, y tú me has parecido una persona interesante. Estoy buscando un guerrero valiente y vigoroso que sea capaz de llevar a cabo una misión para mí." Bvkh ve tu mirada de perplejidad y se apresura a tranquilizarte: "
No se trata de nada peligroso. Lo que pasa es que mi cuerpo es débil y mi salud frágil, y no puedo ponerme en persona a la tarea. Pero ya te contaré más en la cena." Encantado con la idea de comer, y con la curiosidad picada, sigues al escriba hasta un gran comedor. Pasa al
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A lo largo de la comida, en la que se suceden manjares tan delicados que tu paladar queda maravillado, te das cuenta de que Bykh trata de calibrar qué clase de hombre eres. La conversación discurre en torno a las tierras lejanas que has visitado. También el escriba te cuenta algunos de sus viajes, como el que le llevó a Bagdad, hace unos años, por ejemplo. Cuando piensa que estás tranquilo y repuesto, te dice en tono confidencial: "
Lo que veo en ti alienta en mi espíritu la idea que se me ha ocurrido hace un rato. Oyéndote y viéndote, comprendo que no has llegado aquí por casualidad. Eres el hombre que estoy buscando para llevar a cabo una misión de confianza. Comprenderás enseguida que no se trata de una tarea muy ardua. Pero basta comparar nuestros respectivos envoltorios carnales para ver que yo no estoy hecho para las aventuras, ni siquiera para la más anodina." Cautivado por la melodiosa voz del escriba, le animas a seguir.
"
Mi pasión es la escritura y la caligrafía. Un sabio que se llama Mahal ha perfeccionado un método de escritura radicalmente distinto al que utilizamos en nuestras tablillas de arcilla. Pero este hombre es un solitario, y vive encerrado en su casa, al sur de la ciudad, en el corazón del barrio de Shamash. Nadie sabe dónde se encuentra exactamente. Mis ocupaciones oficiales me impiden dedicar el tiempo necesario para buscarlo, pero tú podrías ayudarme. Si quisieras ir a verlo, presiento que te confiaría ese método, precioso para mí. Tu fuerza y tu habilidad te predisponen para esta misión, amigo mío. Dime ahora, ¿qué piensas de todo esto que te he dicho?"
Durante el largo discurso de Bykh, le has estado observando; adivinas que tiene algún cargo importante en la jerarquía babilonia y que su ayuda puede serte de gran utilidad para tu búsqueda. Sin embargo, vacilas antes de aceptar una misión que te distraerá de tu objetivo. Decides confiarte: "
Amigo escriba, me has ayudado y has sido para mí un huésped de cortesía poco habitual. Tengo que confiarte, no obstante, mis vacilaciones, la honestidad me lo exige. Estoy buscando algo importante, y, para conseguirlo, es imprescindible que dé con un hombre llamado Souhsan que vive aquí. No me atrevo a dedicarme a otra tarea mientras no haya encontrado a Souhsan." Observas que al oír tus palabras el rostro de Bykh se ha ido entristeciendo. "
Pobre amigo mío —dice con una mirada consternada—, ¿no sabes, entonces, que una enfermedad ha acabado con la vida de Souhsan hace ya unas semanas?" Estas palabras te aturden; el tono de Bykh es sincero; seguro que es cierto lo que dice. Las expectativas de tu búsqueda se te escurren entre los dedos como si fueran de arena. Estás anonadado.
Tu evidente desasosiego aflige al escriba: "
Quizá un poco de acción te sirva para ordenar las ideas, amigo mío. Y ¿quién sabe? Hay muchos sabios en Babilonia que pueden resolver muchos problemas. Bien pudiera ser que alguno te sirviera de ayuda." Te esfuerzas en sobreponerte, comprendiendo que estás rayando los limites de la ingratitud. Este hombre te ha acogido y socorrido, y tu espíritu caballeresco te obliga a devolverle el favor. Además tiene razón: la acción te vendrá bien y seguramente encuentres en el camino algún otro medio de obtener información sobre Shangri-La, y, ¿por qué no del propio Mahal? Así que, con tono firme dices: "
Tienes razón, Bykh, amigo mío. ¡Nada como el estremecimiento de la aventura para animarse uno! Acepto la misión que me confías, prestarte este servicio será un placer." El escriba está encantado, y concluís la cena con unas copas de vino de Micenas, antes de ir a pasar una buena noche durmiendo.
Por la mañana, ya fresco y bien dispuesto, Bykh te ofrece una bebida aromática, en la que flotan algunas hojas. "
Bebe esto, valiente guerrero." Aceptas, y tanto tus Puntos de Vida como tus Puntos de Fuerza suben a su máximo gracias a esta infusión. Sin más dilación, te encaminas, con paso alegre, al sur de Babilonia. Pasa al
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Estás llegando al barrio de Shamash, al sur de la ciudad. Las proximidades no son muy prometedoras y observas que la mayoría de los nobles y de los comerciantes lo evita. Todo cuanto ves, las callejas sombrías y la gente que pasa, te recuerda esa parte específica de todas las ciudades que conoces: un barrio de ladrones. Tomas precauciones: te metes en el bolsillo unas monedas de oro (decide tú mismo cuántas) y escondes cuidadosamente tu bolsa, luego sigues tu camino. Aun a pesar de la constante amenaza que parece cernirse sobre el viajero que en él se aventure, el barrio no deja de tener su brillo peculiar, y recorrer sus calles te produce un cierto placer. Al poco de haberte adentrado en él, observas que pueden distinguirse tres partes: a tu izquierda se extiende un zoco con todos sus tenderetes; a tu derecha se alza un conjunto de caserones que tienen toda la pinta de ir a derrumbarse al primer estornudo; por último la calle en que te encuentras sigue adelante ciñendo su trazado a casas que cien años antes debieron de tener un aspecto lujoso. ¿Tuerces a la derecha (ve al
170)? ¿Visitas el zoco (ve entonces al
479)? ¿O prefieres seguir la calle adelante? En tal caso ve al
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Decidme cuántas monedas queréis sacar de la bolsa y guardaros en el bolsillo (tenemos ahora 17), y por dónde queréis seguir
