Tercera parte: Las Ardientes Arenas del Desierto
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Cabalgas durante toda la tarde sin encontrar a nadie. Distingues a un par de tiros de flecha a la derecha un bosquecillo semioculto por una duna. Si prefieres seguir tu camino vete al 186. Si por el contrario quieres reposar en el oasis ve al 25
Dark-kia escribió: ↑17-Dic-2018, 22:14
¿Un oasis? Nos vendrá bien para descansar, reponer agua y puede que encontremos algunos dátiles. ¡Nos paramos!
Por cierto, primero dejamos comer y beber al equino, tienen un sexto sentido y puede que nos prevenga de envenenamientos indeseados o frutos no comestibles. Antes de acercarnos observamos bien que no haya ya inquilinos en el oasis y que no tengan malas intenciones (bandidos, hombres serpiente o guardias del faraón). Hay que ser precavidos, no es un libro normal, así que puede que también haya alguna criatura escondida al acecho (mantícora, grifo, esfinge, león, etc

)
Comentario del narrador: Esto es lo que me gusta de jugar con gente. No me gustaba nada el que al meterte en el oasis te metías sin poder evitarlo y sin aviso en una trampa. Como Dark Kia ha tenido la precaución de prestar atención, puedo salirme del guión marcado en el libro.
Por cierto, hay un gazapo en el original lo he cambiado por "un par de tiros de flecha" lo que venía, "varias leguas". Una legua son cinco kilómetros. Aunque en el desierto se pueden avistar los objetos a gran distancia, me parece un desvío excesivo de tu tura, te llevaría horas llegar al oasis, no compensa.
Narración:
La perspectiva de descansar y no tener que consumir tu valiosa provisión de agua es alentadora, pero has pasado por tantos peligros que recelas de todo. De pie sobre los estribos escudriñas el oasis, por si hay gente o bestias en él, satisfecho de que no es un espejismo y que no se ve nada, trotas hacia el oasis, observando las reacciones de tu caballo, que aparte de dilatarse los ollares al olfatear el agua, parece tranquilo. No obstante, la brisa la tienes a la espalda, por lo que es posible que el caballo no pueda oler a ninguna bestia. Toda precaución es poca.
Según vas acercándote al oasis, una sensación de que hay algo fuera de lugar te desasosiega. Entonces te das cuenta. No ves las huellas de la caravana. Detienes a tu caballo que bufa impaciente. En efecto, al desviarte dejas de seguir el rastro. La caravana siguió de largo. No entiendes por qué, los oasis son escasos en el desierto. Debían tener mucha prisa, lo que te desalienta, pues te costará alcanzarlos. Pero eso no tiene sentido, ¿por qué no pararon al menos para abrevar los camellos y llenar los odres?
Cada vez más inquieto sigues acercándote, pero refrenas a tu corcel. Al acercarte más empiezas a distinguir objetos blancos brillantes desperdigados en torno al oasis. Piedras, supones... pero más cerca y los distingues mejor. No, no son piedras. Son huesos. De animales, ves las costillas y los cráneos de gacelas y otros pequeños animales. ¿Estará el agua del oasis mala y por eso la caravana la evita? Pero no, el agua debe ser dulce, pues tu caballo la habría olfateado y mostraría repulsión si es venenosa.
Bueno, nada de especial, te dices. Restos de las comidas de caravanas anteriores. Definitivamente tantas aventuras te han vuelto suspicaz... pero espera, no ves restos de hogueras.. qué raro... el corazón te da un vuelco cuando lo que creías que eran piedras redondas son en realidad cráneos blanqueados bajo el sol del desierto. Tiras de las riendas del caballo, que relincha y patea impaciente. Tratas de calmarte, el agua está cerca y tienes sed. No tiene nada de raro que hayan muerto algunos viajeros en este oasis. Y aunque los hayan sepultado, las hienas y chacales desentierran los cuerpos con facilidad. Sí, esa es la explicación de que los huesos estén partidos y desperdigados.
Te pasas la mano por la frente para quitarte el sudor. Estás cansado e imaginándote cosas. No ves a nadie emboscado, ni hay leones en el desierto. Puedes distinguir ya la fuente entre las rocas de donde mana el agua del oasis. Te acercas un poco más, el agua parece buena, y te quedas más tranquilo, nadie puede emboscarse entre las plantas ni las palmeras datileras. Descabalgas y llevas a tu caballo de la rienda.
Echas una última ojeada en derredor mientras caminas y algunos destellos te llama la atención. Ves desperdigados entre los huesos algunos objetos metálicos, en el ambiente seco del desierto apenas tienen herrumbre. Hebillas, botones, puntas de flecha, un puñal con la hoja quebrada.. algunas monedas de plata, aparte de jirones de ropas y hasta asoma una sandalia que tiene todavía los huesos del pie dentro.
Esto te da que pensar, ¿desde cuándo se sepulta un cadáver sin quitarle el calzado al menos? ¿Por qué nadie ha recogido las monedas? ¿Y por qué no hay señales de fuego de acampada ni desperdicios? Y ahora que te fijas por todas partes hay unas extrañas depresiones en la arena , parecidas a hormigueros.
Presa de una extraña inquietud, sientes escalofríos a pesar del calor. Decides que este lugar está maldito y alguna razón debe haber para que los viajeros lo eviten. A toda prisa, vuelves a montar, mientras tu caballo piafa y cocea, porque quiere acercarse a beber. Se revuelve y como no tienes riendas ni bocado, sólo una cuerda, se hace difícil manejar al bruto.
Todavía estás intentando controlar a tu caballo cuando oyes un rumor como de arena deslizándose. El caballo pone las orejas erectas y de repente se encabrita mientras relincha de miedo, como montas a pelo te deslizas y te tienes que abrazar al cuello del caballo y agarrar las crines para no caerte. Llenos de espanto, tanto tú como tu caballo, observáis cómo a pocos pasos de la arena emerge una pesadilla , una enorme forma negra que brilla al sol al caer la arena que la cubría. ¡Es un escorpión gigante! Es tan grande como un caballo y la cola se alza a más de seis pies de alto.
El enorme insecto camina hacia ti, sus seis patas en la arena dejan las extrañas marcas circulares que habías visto, sus dos pinzas chasquean con un ruido siniestro, mientras el aguijón se balancea.
Tu caballo sale despavorido al galope, te caes de la grupa y te abrazas al cuello, te das un impulso al golpear el suelo y vuelves a subirte, mientras el caballo galopa. El escorpión gigante os sigue, pero aunque es rápido para su descomunal tamaño, al poco ponéis distancia, y el insecto se detiene, chasqueando sus pinzas frustrado, y se vuelve para enterrarse de nuevo en la arena. Sus víctimas anteriores no podían huir a pie, piensas.
Una vez que os habéis alejado del oasis que es la trampa mortal para viajeros incautos, apesadumbrado, reanudas la marcha, y sigues el rastro de la caravana, con la esperanza de encontrar otro oasis o pozo.
Comentario:
Bien jugado Darki,
, gracias a tu cautela y desconfianza te has evitado un encuentro con un enemigo terrible contra el que tu espada valdría poco y ni siquiera la cota de malla te protegería de sus pinzas, en el supuesto de que la llevaras puesta
PD Claro que si te hubieras quedado y luchado contra el escorpión, podrías haber encontrado algo de oro y algún objeto.. pero en ese caso a la vista de las tiradas he preferido interpretar que huyes.
A ver si se anima más gente.