Debe ser alguna sacerdotisa o alguna trampa de ilusión. Nos acercamos con toda la precaución del mundo y mejor que tocarla con las manos la tocamos con la punta de la espada (pero sin matarla, que tú tienes unos prontos muy sangrientos Analandés
Tendría que haberte copiado la sección 153 con las opciones disponibles: tumbarse en la cama con ella, abrazarla y besarla, o simplemente hablar con ella, pero lo has pensado muy bien
Narración ( como en ocasiones anteriores, cojo texto de las secciones y lo completo ):
Estás fascinado por la belleza de la mujer, pero no te atreves a tocarla, con la punta de la espada levantas la sábana y contemplas con lujuria su magnífico cuerpo desnudo de piel morena, sus formas son más voluptuosas que la esbelta Faltine... al recordarla, de repente te das cuenta de lo extraño de la situación. ¿Qué hace esta mujer aquí? ¿Por qué no se ha despertado con el ruido que has hecho? Tampoco se despierta cuando le hablas suavemente. La tocas con el plano de la espada, tocándole con el frío acero la curva de la cadera y el muslo. No reacciona ¿Qué extraño sueño es este? ¿finge estar dormida? ¿estará drogada? Con delectación lasciva le acaricias con la punta de la espada, pero ni se inmuta cuando le tocas los oscuros pezones ni tampoco entre las piernas.
Perplejo y receloso, envainas la espada y sacas el cuchillo egipcio de punta más afilada, y le acaricias en la planta de los pies, nada, le haces un pinchazo, y luego frustrado un pinchazo más fuerte, del que te arrepientes por tu brutalidad, pero en vez de brotar una gota de sangre...
...¡la bella durmiente se convierte brutalmente en una masa moviente de formas imprecisas, a excepción de dos enorme mandíbulas verticales que intentan atrapar!
¡Anonadado por este brusco cambio de situación, comprendes que no ha habido nunca joven, sino un simple monstruo polimorfo!
Aterrado dejas caer el cuchillo y la lámpara encima de las sábanas y el cubrecamas ricamente bordado, que queda salpicado de aceite, y presa del pánico retrocedes a toda prisa protegiéndote con el escudo de las fauces del monstruo hasta la pared, agarras una antorcha de la pared y la blandes de un lado a otro en un gesto defensivo para intentar asustar al monstruo con la llama, y la dejas caer al suelo mientras retrocedes y desenvainas la espada. Al avanzar hacia ti, todavía enredado en las sábanas y cubrecamas, al arrastrarla por el suelo entra en contacto con la llama de la antorcha, la tela de lino reseca prende fácilmente, el monstruo gira sobre sí mismo intentando apagar la llama pero sólo consigue enredarse más en las sábana, aprovechas la ocasión y cargas empujándole con el escudo y caéis con estrépito sobre la cama, el lecho se astilla bajo vuestro peso, ruedas hacia un lado, cayéndote de la cama y te pones en pie trabajosamente mientras la masa retorcida del monstruo se debate intentando salir del marco roto de la cama, grandes llamas se elevan cuando la tela empapada en aceite comienza a arder y el fuego se propaga al relleno del colchón. Horribles gritos inhumanos surgen de la masa temblorosa, pasto de las llamas. La habitación se llena de un humo acre, la madera seca y barnizada del lecho alimenta la pira. Retrocedes ante el calor y el humo y te agachas en el hueco de la puerta. Poco a poco el ser monstruoso sucumbe consumido por el fuego.
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