La sangre de los zombis

Si te atreves a ponerte en la piel de un Señor del Kai, si te crees capaz de desafiar a los Señores de la Oscuridad, o si deseas simplemete pasar un buen rato, entra y asume el riesgo... pero quedas advertido...
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

Te sorprendes cuando el ascensor se para un piso por debajo. Apenas te ha dado tiempo a atrancar con el atizador la escotilla por si acaso.

Oyes como se abren las puertas, no por esperado te sobresalta menos el ruido de una ráfaga de disparos, notas las vibraciones de los impactos en la caja del ascensor. Silencio. Luego voces y gritos que no entiendes. Ruido de pasos y más pisadas al entrar alguien en el ascensor. Silencio.

Otra ráfaga de disparos que abren puntos de luz en el techo del ascensor, das un respingo cuando notas impactos en el chaleco sobre el que te sientas. Las balas rebotan en el pozo del ascensor y el ruido de los rebotes produce ecos en el pozo. Te cae encima polvo de ladrillo y algunas balas que después de rebotar caen vencidas por la gravedad. Suspiras aliviado de que no te haya alcanzado alguna

Otra pausa. Te sobresaltas al oír otra corta ráfaga que hace vibrar la caja, pero esta vez no disparan hacia arriba. Te quedas extrañado.

Ruido de pisadas y voces que se alejan. Esperas a que los latidos de tu corazón y tu respiración se normalizan, y luego otro par de minutos más para estar seguro de que se han ido. Te pones el chaleco blindado otra vez, raspando las balas aplastadas como setas que han sido paradas por este, y guardas los tambores en la mochila.

Empuñas la pistola, abres la escotilla, quitas el panel y rápidamente te asomas cabeza abajo apuntando con la pistola. No se ve a nadie.

Rápidamente, por si acaso les da por volver, bajas la escalerilla, y examinas otro largo pasillo como el del piso de arriba, con ventanas que dan al patio.

Hay también puertas a la derecha y ves pisadas en el polvo que se alejan. Hay decenas de casquillos en el pasillo y el suelo del ascensor, los dos tipos han debido vaciar dos cargadores. Por el tamaño deben ser cartuchos de AK-47 de 7.62mm. Ves también varias colillas de cigarrillos en la alfombra.

Miras los agujeros de bala en la pared y el techo del ascensor y te estremeces al pensar del peligro mortal que has evitado. Te sientes exultante por haber sido más astuto que tus enemigos. Maldices cuando ves que han destrozado a tiros el panel con los botones. Ahora ya nadie puede usar el ascensor.

A la izquierda el pasillo sigue hasta la puerta de acceso a las escaleras, por la que han debido bajar. Está cerrada con llave y ninguna de las llaves de tu manojo la abre. La puerta es de gruesa madera con herrajes y necesitarías un hacha para abrirla. Sin otra alternativa vas rápido por el pasillo, o todo lo rápido que puedes tan cargado como vas y lo cansado que te encuentras. Las puertas están cerradas con candados como las de arriba y parece que no se han abierto hace mucho. Las marcas de pisadas siguen adelante.

Mientras caminas sonríes al pensar que igual ahora descubren las sábanas colgadas de la ventana y piensan que has bajado por ahí al patio. Te reprendes por haber supuesto que te esperaban en la planta baja. Debiste haberte dado cuenta que los infectados que metieron a la fuerza en el ascensor podrían haber pulsado los botones y salir en un piso intermedio, por lo que la deducción lógica era que te esperaban en el siguiente piso y no abajo del todo.

Bajar un piso no te soluciona nada, ya que la soga se queda corta y el extremo queda a demasiada altura para arriesgarse a saltar, así que ante la perspectiva de esperar a que vuelvan por la escalera, decides investigar la puerta del fondo, a ver si encuentras algo de utilidad.
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

COMENTARIO DEL NARRADOR:

Vaya faena, estás en un callejón sin salida. Ahora sí que no se me ocurre ninguna idea brillante. Ya que estas son secciones de transición hasta otro punto de decisión, asumo que Heinrich o cualquier otro lector que nos siga registrará la habitación, el orden da igual.


177
Atraviesas lentamente el pasillo hasta que llegas a la puerta. Es blanca y tiene el pomo plateado. Pones la oreja pero no consigues escuchar ningún ruido procedente del otro lado. Armado y listo para el combate, abres la puerta lentamente y analizas la habitación. Es otro dormitorio, similar en tamaño al del piso de arriba. La pieza central es una cama que parece muy cara, con un colchón de plumas y un cabecero blanco. Al lado hay una pequeña mesita de noche, con una lámpara que proyecta una luz amarillenta. El dormitorio también tiene un guardarropa de color blanco y una cajonera. En la pared más lejana hay unas puertas abatibles de color blanco que deduces que conducen a un cuarto de baño. Echas un vistazo por la ventana y ves a algunos infectados pululando sin rumbo dentro del recinto de la alambrada.

Si quieres examinar los muebles del dormitorio, ve al 92. Si prefieres pasar por las puertas abatibles, sigue en el 222.
Heinrich
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Mensaje por Heinrich »

Igual entre los cajones hay llaves bumping y ganzúas, nunca hay que perder la esperanza. Lo único que se me ocurre es desmontar el suelo del ascensor y utilizar la soga para descender e intentar llegar a otro piso. El problema es que el suelo, si lo he entendido bien, está en el sótano, con lo que la cuerda dejaría a Z. colgando en el vacío con una caída vertical de varios metros. La opción de descender unos metros hasta la puerta del piso inferior también es complicada.
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

COMENTARIO

Al contrario que una novela, aquí no está nada predeterminado de antemano, por lo que la trama fluctúa según las decisiones que tomemos. Aquí como narrador he metido a Z. en una situación aparentemente sin salida, porque me aparto de lo que Livingstone escribió. En el libro juego original la emboscada de los malos estaba en la planta baja, y en este dormitorio encuentras la clave para bajar de piso en el ascensor, había que apretar una combinación de botones para ir al suelo o al sótano. Pero yo, como narrador, he alterado los acontecimientos, haciendo que las acciones de los malos se guíen por la lógica y sean coherentes, al destrozar los botones del ascensor ya no se puede bajar. Y tampoco por la escalera. ¿Cómo se sale de aquí? :smt017

Por lo que a Z. sólo le queda la opción de intentar descolgarse por las sábanas que ató y dejó colgandodesde la ventana del piso de arriba, pero aún si aguantan el peso, se quedan cortas y la caída probablemente sea mortal. Podría coger las sábanas del otro dormitorio y empalmarlas, pero aún así no llegan hasta abajo y hay que saltar varios metros y lo más probable es que te rompas algo. Aparte del riesgo muy alto de que se rompa la soga, o que Z. se caiga. El suelo del ascensor no se puede atravesar, es acero sólido, no hay una escotilla como en el techo.

Pero sí que hay una alternativa, desplazarse lateralmente para sortear el obstáculo del ascensor detenido. Como bien dice Heinrich, hay que descender unos metros hasta la ventana del piso inferior, y allí será posible abrir las puertas externas del ascensor en ese piso y descender por el pozo.

¿Cómo resolverá la situación Z. con los medios de los que dispone? La solución en la próxima entrega, aunque advierto que seguirá una larga entrada de narración de trasfondo hasta que Z. se ponga en marcha de nuevo.

No sé cuantos lectores nos siguen, pero espero que esta parte de la aventura, que es parecida a los problemas técnicos que plantea la fuga de una prisión les sea entretenida, yo me divierto mucho poniéndome en la piel de Z. y pensar qué hago. También es verdad que esta partida es, a largos trechos, un poco monólogo como una novela convencional, en el sentido que soy yo el que toma todas las decisiones, pero es ilustrativo de cómo puede uno arbitrarse a sí mismo, y si hay interés, prometo en el futuro empezar otra aventura en que los jugadores participen más.
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

NARRACIÓN

La verdad es que por primera vez no sabes qué hacer. No puedes bajar por la escalera ni el ascensor, aunque al entrar en este cuarto y ver que es un dormitorio al menos surge la posibilidad de buscar sábanas para empalmarlas a las que colgaste del piso de arriba y tratar de bajar por ahí, pero como ese plan ya lo desechaste por arriesgado, piensas que mejor esperar. Igual Yurr y su banda se creen que has conseguido escapar por otro lado y deciden largarse de una vez y te dejan solo. Y luego ya se verá. En cualquier caso necesitas un descanso.

Vas derecho al cuarto de baño para vaciar y reponer fluidos. El cuarto de baño es similar al de arriba pero en tonos salmón. Lo curioso es que la bañera no tiene mampara ni cortina, ni siquiera rieles para ella, a pesar de tener ducha. De un vistazo deduces que esta habitación la usaba una mujer, porque ves champú femenino , un par de cremas, y varios frascos de perfume. Te llama la atención que haya tantos.

Las heridas te duelen y molestan y los vendajes improvisados con tiras de tela de tus heridas ya se han empapado en sangre, buscas en el armarito a ver si encuentras un botiquín, pero sólo encuentras un paquete de gasas, con el que no vas a hacer nada, y algunas aspirinas y otras medicinas. La aspirina es anticoagulante, por lo que no te parece aconsejable tomarla, pero por suerte también hay algunas pastillas de ibuprofeno y te tomas un par de pastillas, a ver si te alivian algo.

Se te ocurre que si una mujer usa este baño, quizá encuentras compresas, que con ellas y las gasas puedes hacer vendajes más efectivos que una tira de tela. Rebuscas en los cajones y encuentras en efecto una caja en la que sólo queda una, y una bolsa grande, al cogerla, te sorprende su peso. Al mirar dentro además de compresas encuentras un libro, por puro hábito, lo hojeas y parece un diario, escrito en inglés y con cuidada caligrafía femenina de escolar aplicada. Qué raro, ya nadie escribe diarios salvo las adolescentes. Aunque probablemente en este sitio ni siquiera haya internet, con algo hay que entretenerse. Y todavía más raro el sitio para esconderlo y que nadie lo lea, aunque es ingenioso, a ningún fisgón se le ocurriría mirar dentro. Pero si estaba oculto, es que la autora tiene algo que ocultar. Es de una chica joven, ya que no hay potingues ni cremas antiarrugas, así que igual te entretetienes leyendo cotilleos picantes. Por lo menos te distraes un poco leyéndolo mientras descansas y esperas a que tus enemigos se cansen de buscarte y se larguen de una puta vez.

Lo coges y estás a punto de irte cuando reparas, reflejado en el espejo del lavabo, en el espejito redondo que hay sujeto a la pared de la ducha. Supones que de adorno o para tapar algún azulejo roto, porque es pequeño y está muy alto.

Lo que te interesa es que te vendría bien un espejo para echar un vistazo sin asomarte, como en una escena en la playa Omaha en "Salvar al soldado Ryan". Tratas de cogerlo pero está firmemente atornillado a la pared. desistes y te llevas el diario, las gasas, compresas y un frasco de perfume para desinfectar las heridas. Que no te hayas contagiado del virus mutado de la rabia no significa que no puedas pillar cualquier otra infección. ¿estarás vacunado contra el tétanos? Ni idea.
Última edición por El Analandés el 15-Ago-2016, 19:44, editado 1 vez en total.
El Analandés
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NARRACIÓN

Te despojas de tus protecciones y mochila y te tumbas en la blanda cama de plumas, para reposar tus doloridos músculos. Sientes la tentación de echar una cabezadita, pero si te duermes no vas a oír si viene alguien, así que con un suspiro te incorporas y te cambias los vendajes. A continuación abres los armarios, con tal de mantenerte ocupado más que por la esperanza de encontrar algo útil.

Lo que primero te llama la atención es un crucifijo colgado en la pared. Es una cruz católica, no ortodoxa, como es de esperar en Romania.

"A lo mejor deberías cogerla por si te encuentras con vampiros" ríes para ti. Aunque la verdad preferirías tener más granadas de mano.

En los armarios encuentras varias blusas, vestidos, camisetas, sudaderas y pantalones vaqueros colgando en perchas dentro de un guardarropa. Hay muchas bolsas en el estante de arriba. Dentro de una de ellas encuentras una cámara compacta que parece funcionar, aunque está sin batería. Estás a punto de dejarla cuando se te ocurre que si consigues salir de esta, necesitarás pruebas gráficas de lo que ha sucedido aquí o nadie creerá tu historia. Tampoco es que te plantees ir a declarar a comisaría, pero por lo menos deberías enviar una carta anónima a las autoridades. La metes en tu mochila y sigues tu bolsa.

En el otro armario encuentras uniformes de doncella francesa, negros, con delantales y cofias blancos, también botines charolados. Parece que este es el dormitorio de la doncella o camarera del castillo. ¡Seguro que Yurr también tiene mayordomo y ama de llaves! La impresión de que Yurr tiene un fetichismo victoriano se acentúa al encontrar en el cajón de la lencería otros componentes del uniforme de doncella, medias de rejilla, gargantillas, y ¿corsés? ¿corsés de ballenas? ¿en el siglo XXI?

En el baúl encuentras unas fundas de edredón, mantas y cojines. Podrías tirarlo todo, con el colchón, por la ventana al montón de abajo en el patio. Igual acumulas suficientes cosas blandas que no te rompes los huesos al saltar. Igual. Pero de momento no tienes ganas de tentar a la suerte.

En el armario que hay al lado de la cama, descubres un cepillo para el pelo, con cabellos rubios, un bolso vacío, lamentas no haber encontrado un espejito de maquillaje como esperabas, algunas cartas y un bolígrafo.

Las cartas están dirigidas a Ania Dabrowska, y con remite en Londres. Están escritas en un idioma que no entiendes, pero que seguro que es polaco por la profusión de consonantes , zetas y uves dobles. Supones que son de su madre. La tal Ania, la doncella, debía ser hija de emigrantes polacos a Britania y que se vino a trabajar aquí para Durr como criada.


Coges el diario y miras la fecha; es de este año, y la última entrada se realizó hace tan sólo una semana. En realidad no es un verdadero diario, si no un cuaderno de notas con páginas en blanco, y sin fechas. Para tu sorpresa, se deja leer, aunque es una chica joven, por la ropa, desde luego que no es una choni iletrada que sólo escribe mensajes en el móvil y chorradas en las redes sociales. Ania escribe bien en buen inglés, se nota que debió crecer en Britania, se expresa con claridad y anota sus observaciones con detalle. Supones que se aburría mucho. ¿Quién tiene tiempo de escribir diarios hoy en día?

EL DIARIO DE ANIA

Ya en Enero, Ania escribía cómo estaba de entusiasmada por estar en Rumania y cómo disfrutaba siendo la doncella del castillo, le entusiasma la idea de trabajar para un "lord inglés", para los extranjeros cualquier inglés rico es siempre un lord, en un sitio tan "posh", eso crees que se traduce como "pijo", ¡el salario es muy bueno! Piensas con amargura que una criada cobra más que un informático en Hispanistán.

Hace mucho frío, pero ella adora la belleza de las montañas cubiertas por una fina capa de nieve, al igual que los escabrosos parajes.

— Ese rollo de "qué bonito es todo" te lo saltas. A ver qué dice de Durr y los otros empleados del castillo.

De Durr cuenta que es un tanto excéntrico, pero todos los británicos lo son, por ejemplo, las condiciones de trabajo, llevar el uniforme de doncella es muy formal y elegante. Ir de etiqueta hasta ahí normal, pero Durr insiste en que ella y la otra doncella, una rumana, lleven medias, gargantillas, guantes y lo que le chocó y no estaba en el contrato lo de tener que llevar corsé, que aprieta mucho y molesta, y que con los tacones altos es difícil caminar. También cuenta que el ama de llaves, la señora Danvers, una mujer guapa pero ya mayor "tiene ya treinta años", la intimida, porque es muy severa y estricta y es la que les aprieta los cordones del corsé todas las mañanas cuando les pasa revista de uniforme. Además tienen que maquillarse y echarse perfume todos los días, cada día uno distinto, según instrucciones del señor Durr . "Manías de ricos", pero se acaba acostumbrando a todo. El trabajo no mata y el sueldo es bueno. Con el resto de la servidumbre no se relaciona, porque son rumanos y no hablan inglés, salvo con Ioanna, la otra criada, que es algo mayor, y que lleva más tiempo en el trabajo, y con la que no se lleva demasiado bien, porque le tiene envidia porque Ioanna se encarga de la limpieza de baños y otras tareas más ingratas mientras que Ania sólo tiene que hacer camas, limpiar habitaciones y atender los caprichos del señor Yurr a todas horas.

Hay más nieve en Febrero, y hace aún más frío, pero la vida es bella. A pesar de que se siente sola y que no puede salir del castillo para ir al pueblo porque el período de prueba es de dos meses. Por eso no protesta por lo del maquillaje y perfumarse obligatoriamente, y el que la señora Danvers les controle el peso, la postura, los gestos, la forma de hablar y apriete cada vez más el corsé para "reducir la cintura", y comportarse con la distinción de una "verdadera dama". Durr y su ama de llaves son unos obsesos del control y las manías y exigencias las soporta a duras penas, pero Ania se aguanta porque quiere pasar el período de prueba y necesita el dinero y la experiencia laboral. Aunque se extraña que la señora Danvers siga siendo igual de despótica con Ioanna que lleva más tiempo, y que a pesar de que se esfuerza no consigue nunca satisfacer el elevado nivel de exigencia del ama de llaves. Se pregunta qué pasará en esas ocasiones en que la señora Danvers le dice a Ioanna "a mi despacho, ahora" . Ioanna parece asustada y triste tras cada una de esas conversaciones, pero no le quiere contar nada. Lo que no entiende es que si tan mal lo hace por qué no la despiden. Al menos la señora Danvers no le abronca, pero tampoco la elogia.

Su ánimo empieza a cambiar en Marzo, cuando escucha algunos rumores que hablan mal de Heinrich Durr.

Ania escribe sorprendida que no puede entender cómo el señor Durr , que es tan feo, puede traer al castillo "novias tan guapas", cada semana una distinta. Pero "no tienen nada de clase, visten de forma vulgar y llevan demasiado perfume". Escandalizada, a menudo oye los ruidos de pasión y gemidos en el cuarto de arriba.
Una mañana, al llevar la bandeja del desayuno, Ania siente mucha vergüenza al encontrarse con una chica desnuda en el dormitorio del señor Durr , quiere marcharse a toda prisa, pero desde el baño el Durr Yurr le ordena perentoriamente que espere y le sirva el desayuno. La chica se viste con toda calma mirándola burlona, mientras Ania no sabe dónde meterse,y al marcharse le acaricia la mejilla y le da un beso en los labios. Presa de la vergüenza y del sofoco y de sensaciones inexplicables Ania corre a encerrarse en su cuarto en cuanto tiene ocasión, la entrada se interrumpe bruscamente.

Más tarde "¡Creo que esas mujeres son prostitutas!" escribe con conmovedora ingenuidad que te hace sonreír.Esta chica debe ser virgen.

Pero la verdad es que sabiendo lo que sabes de Durr , te da pena la pobre chica esta, tan joven e inocente, y te da mucha aprensión la obsesión enfermiza de Durr por controlar la apariencia y vestuario de sus criadas. Con fascinación horrorizada sigues leyendo.

Superado el período de prueba, la señora Danvers le pide a Ania su pasaporte, con la excusa de que necesitan hacer un nuevo contrato de trabajo y que le van a subir el sueldo. Le hacen firmar un nuevo contrato y otros papeles sin dejárselo leer, asegurándole que es lo mismo.

Dos semanas más tarde, aún no le han devuelto el pasaporte. Ania espera pacientemente, contenta por el aumento de sueldo.

Al menos ahora Ania y Ioanna pueden ir al pueblo una vez por semana, eso sí, siempre acompañadas por la señora Danvers o los guardias de seguridad de Durr (supones que se refiere a los matones) y siempre deben volver antes de las diez. No se les permite pasar la noche fuera del castillo.

Cuando otra semana más tarde, Ania pregunta por su pasaporte, el ama de llaves dice que se lo devolverán en cuanto cumpla su contrato. Cuando Ania insiste, la señora Danvers le da una bofetada. Sorprendida, y dolida, Ania no se atreve a protestar ni a quejarse al señor Durr. Algo le dice que es mejor no hacerlo.

Decide ir a hablar con Ioanna, después de que esta tenga otra "conversación" con la señora Danvers. Al entrar en su cuarto sin llamar, puede ver que Ioanna, a medio vestir, tiene marcas rojas en la espalda. Cuando sorprendida le pregunta qué le ha pasado, y quién le ha hecho eso, Ioanna responde con una risa amarga:
"¡Pronto lo sabrás!"

Ania llega a la conclusión de que la señora Danvers pega a Ioanna, y que no hay sindicato de los trabajadores al que quejarse. Lo peor de todo es que sospecha que el señor Durr lo sabe. De hecho le parece que el señor tiene la "mirada sucia", y la forma en que el corsé aprieta y eleva sus pechos le hace sentir vergüenza. Pero peor todavía es la forma en que la mira la señora Danvers y cómo la toquetea cada mañana que le pone el corsé y le ajusta el uniforme.

En Abril, Ania escribe sobre la llegada de unos británicos que trabajan para Durr, y deben ser científicos o médicos, porque visten con batas blancas. También llegan dos hombres que se encargan de descargar mercancías en el almacén, y de hacer trabajos de mantenimiento. No le caen bien, tienen pinta de presidiarios. Uno es ucraniano, y habla en polaco con ella. Ania cree que el hombre está interesado en ella, pero aunque es amable, a ella no le gusta, es alto y fuerte, pero no tiene pelo y le da mala espina.


Sigues leyendo...

(continuará)
Última edición por El Analandés el 03-Nov-2016, 21:34, editado 3 veces en total.
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

— Cada vez hay más entradas y más breves. Cada día se produce un acontecimiento notable o inquietante.

En Mayo Durr ya no vuelve a salir de caza. Los perros desaparecen de la perrera. Aunque deben estar encerrados dentro del castillo porque los oye ladrar y aullar a veces. "Pobres animales, ¿qué hacen con ellos?"

Ya no vienen prostitutas al castillo. A Ioanna se le ordena mudarse a una habitación del piso de arriba, al lado del dormitorio del señor. Vuelven a oírse ruidos, gemidos y a veces gritos de dolor. Ania anota que no puede creerse que "¡esa guarra de Ioanna se acuesta con el jefe!". Deja de hablarse con ella. Aunque extrañamente a Ioanna no se la ve contenta como cabría suponer.

Parece que Ioanna ha ascendido porque ahora las tareas más penosas le tocan a Ania. La señora Danvers la trata cada vez peor y es rutina que le dé bofetadas. Al menos ya no le aprietan más el corsé. La verdad es que Ania hasta se siente orgullosa y se ve guapa con la cintura de avispa que tiene ahora.

Un día oye a Durr hablar por teléfono muy contento sobre "...grandes progresos en la experimentación con animales" antes de que repare en su presencia y cuelgue bruscamente. Animada por su buen humor, Ania le pregunta si puede irse, la respuesta la deja helada "De ninguna manera. No hasta que termine tu contrato a fin de año, o no cobrarás ni un penique, según las cláusulas". Ania se desespera "¡Siete meses más aquí!", pero necesita el dinero.

Se cierran puertas y alas del castillo que antes Ania podía visitar. Pregunta a los dos hombres de mantenimiento, Gregor y Boris el ucraniano qué ocurre, pero le dicen "cuanto menos sepas mejor para ti. chica."

Ania quiere marcharse, pero descubre que además de su pasaporte, también han registrado su habitación y le han quitado la tarjeta de débito, por lo que no puede ir al pueblo y reservar un billete, y tampoco hay banco en el que pueda sacar el dinero de su cuenta. Ania escribe una carta para echarla al correo la próxima vez que vaya al pueblo, a su tía Seweryna en Londres, contándole lo que ocurre y pidiéndole que le envíe dinero para comprar un billete de tren o autobús.

Al día siguiente el ama de llaves da la temida orden de "ir a su despacho." Ania no sabe cómo, pero alguien ha entrado en tu habitación y ha encontrado la carta, esperaba que al estar escrita en polaco, no la pudieran entender. Comprende que Boris la ha traicionado y ha leído las cartas que escribe. La señora Danvers se muestra furiosa por la "deslealtad", "abandono del servicio", y dice que "el señor Durr está muy disgustado". Como castigo "quedan revocados los permisos de fin de semana hasta nueva orden" y se hace necesario "administrar un severo correctivo" para que "aprendas disciplina".

La señora Danvers lleva a Ania a rastras al "cuarto de castigos", agarra a Ania de las manos, se las ata, la pone de rodillas, le levanta la falda y le propina cuarenta azotes en el trasero con un cinturón. Ania siente tanta vergüenza y humillación como dolor. Y más todavía al encontrarse con Ioanna, pero ésta aparta la vista.

Durr llama a Ania y le hace escribir cartas a su tía en Londres al dictado de Durr , en las que dice que todo va bien y otras trivialidades, y que está contenta con su trabajo, y que volverá pronto, después del verano, y que están fechadas cada quince días, la última el 29 de Julio. Luego reescribe en polaco y que Boris revisa para asegurarse de que el contenido de la misiva es el mismo y que Ania no trata de pedir ayuda.

Un par de días después Boris y Gregor vienen a su habitación, la echan, y están un buen rato dando golpes en su cuarto de baño, cuando se van, sin decir palabra han quitado la mampara de su baño. Ahora todo se encharca cuando se ducha. No sabe por qué hacen esto ni pregunta.

— Te ha llamado la atención lo de que retiraran la mampara. Sientes una horrible sospecha. Dejas la lectura, vas al baño, y con la empuñadura de la pistola destrozas el espejito colgado en la pared de la ducha.

"¡Pervertido hijo de puta!" exclamas, cuando te devuelve la mirada el maligno ojo de una cámara de vídeo con la que Durr espiaba a Ania cuando se duchaba.

Pasas las páginas cada vez con mayor rapidez. Por norma general lees muy rápido, pero te sientes acuciado por la urgencia y una sensación ominosa.
Última edición por El Analandés el 24-Oct-2016, 23:03, editado 1 vez en total.
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

Junio.

Casi todas las noches llega un camión o furgoneta al castillo del que los guardias de Durr, que exhiben abiertamente pistolas y metralletas, hacen bajar a gente de los vehículos y la meten en el castillo. Ania y Ioanna tienen que ocuparse de preparar comidas para el señor Durr y los científicos británicos, empleados de la empresa de Durr, pues el cocinero y sus ayudantes están ocupados guisando enormes peroles de rancho. Ania deduce alarmada que hay decenas de personas encerradas en el castillo contra su voluntad.

Ania describe con escueto pero estremecedor detalle, que lees con una mezcla de fascinación morbosa, repulsión y lástima por la pobre chica, muchos castigos y abusos que le inflige con deleite el ama de llaves, según "las instrucciones y el deseo del señor". Cuando protesta tras la segunda paliza de que no pueden tratarla así, con regocijo el ama de llaves le dice que sí pueden, que por el contrato que firmó, ahora "eres propiedad del amo Durr". Ania no puede creer que eso sea legal, pero con desesperación sabe que no importa, que son unos locos depravados y ella es su prisionera, como los desgraciados que están encerrados en los sótanos.

Cada semana son más frecuentes y dolorosos los malos tratos, las humillaciones, los tocamientos indecentes, las duchas frías, las ataduras, los azotes y otras torturas. Ya la señora Danvers ni se molesta en disimular que no hay ninguna razón para ello ni falta real o imaginaria que requiera corrección, si no que es pura crueldad.

Ahora Ania entiende que Ioanna ha pasado por lo mismo, y que está teniendo relaciones contra su voluntad con ese monstruo de Durr. Se pregunta cuándo le tocará a ella. Pero por ahora parece que Durr se limita a mirar. No puede verle, porque está atada o la vendan los ojos, pero lo oye y sabe que está presente y mira cada vez que Danvers la lleva al cuarto de torturas.

— Dejas de leer, asqueado. Durr parece un caso claro de voyeur. En tu humilde opinión de psicoanalista de garrafón, no se le debe levantar mucho, esto parece una versión porno sadomaso de "Pygmalión" aquel coñazo de libro que tuviste que leer en el instituto sobre un pedante profesor de lingüística que saca a una choni de la calle y la convierte en un modelo de refinada señorita. Vete a saber lo que le pasa por la mente a ese jodido enfermo mental. Si tan sólo eso fuera lo peor de lo que es capaz... Continúas leyendo.

El único consuelo es que por lo menos ahora con el calor ya no la obligan a llevar corsé, y que aunque los azotes son dolorosos, la señora Danvers tiene "órdenes de no pegar fuerte ni dejar heridas" por lo que las marcas se van en pocos días.

— Si repulsivo resulta leer todo esto, todavía más desolador es leer el comentario "me duele más que las palizas que me daba mi padrastro" No puedes seguir leyendo, se te hace muy duro. ¡Pobre chica! Huérfana, porque escribe a su tía y no a su madre, víctima de malos tratos cuando era niña, y ahora va y cae en manos de estos depravados. Y lo peor es que sabes como acaba esto. Mal, muy mal.

(continuará)
Última edición por El Analandés el 11-Nov-2016, 12:52, editado 5 veces en total.
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

Te saltas los detalles escabrosos. Lo desolador es que Ania parece resignarse y acostumbrarse a este trato. No puedes evitar comparar mentalmente tus experiencias como prisionero con las de Ania. La tuya fue breve, y estabas encerrado siempre en la celda, sufriendo dolor, hambre y miseria, por lo que sólo podías sentir odio por tu carcelero.

Ania en cambio lleva una existencia normal, o al menos todo lo normal que es la rutina de un recluso, y parece que su voluntad de resistencia se quiebra y se somete, aunque sea porque como ella escribe, si se resiste es peor. Parece que sufre algo parecido a un síndrome de Estocolmo. Se siente sucia, avergonzada, culpable y que se merece los castigos. Odia a la señora Danvers pero no puede evitar a veces sentirse excitada e incluso placer por las cosas que le hacen,y se nota mojada cuando la toca Danvers y usa un "aparato que vibra" con ella, y que a veces siente expectación y deseos de ser castigada. Se pregunta si se está volviendo loca.

— Tu cinismo y misoginia te hacen pensar "si es que las mujeres son todas iguales, a todas les gusta que le metan caña", para arrepentirte acto seguido. "Calla cabrón, pobre chiquilla" has leído que pasa algo parecido con las mujeres maltratadas y las víctimas de abusos, que acaban culpándose a sí mismas y justificando a su agresor.

Apenas quedan entradas. Los padecimientos de Ania pasan a segundo plano ante el drama que se desarrolla en los sótanos del castillo. La letra es cada vez peor, y más temblorosa, a veces la tinta está corrida por gotas de agua, no, lágrimas.

Dos semanas después, su ansiedad se convierte en miedo al descubrir que los científicos de Durr llevan a cabo experimentos, ¡con humanos! Ania escucha gritos terribles, y alaridos que piden ayuda, procedentes del sótano, aunque menciona que no es lo suficientemente valiente como para bajar a ver qué está ocurriendo.

Julio.

Al parecer Ioanna ha cumplido el plazo de su contrato, o Durr se ha cansado de ella, o quizá tenga que ver con que vino alguien a buscarla y después un coche de policía a hacer preguntas, que Ania vio por la ventana y le hizo abrigar esperanzas que se desvanecieron al marcharse al poco rato. Ania no lo sabe, pero Ioanna sale del despacho con un abultado sobre de dinero, recoge sus cosas y la dejan marcharse. Antes de irse, se cruza en el pasillo con Ania y sólo le susurra "¡Vete a casa! Mientras puedas"

Ania anota "¡Irme a casa! ¡más quisiera!, pero ¿cómo? sin dinero, sin poder salir de aquí, ¡Dios me asista!"


Ania escribe sobre el continuo flujo de gente que llega al castillo en contra de su voluntad, y cómo son llevados a las bodegas del sótano, para no ser vistos nunca más. En una página escribe: 'Tengo mucho miedo'. Hay otro párrafo a mediados de julio en el que pone simplemente:

'¡Dios mío, hay zombis en el sótano!'.

Un par de días más tarde. "No, no son zombis como los de las películas. Son personas enfermas, con lo que sea que les hayan inyectado. Pero ya no parecen humanos, están como locos rabiosos. ¿Qué les han hecho??"
Gregor dice que son como leprosos, no hay que dejar que te toquen o acabas como ellos.



El 27 de julio, Ania intenta escapar durante la noche, pero la atrapan y la traen de regreso. La señora Danvers se pone furiosa y la castiga con saña, le hace muchísimo daño a pesar de sus gritos de piedad. La tortura cesa cuando Boris avisa al señor Durr . Medio desmayada, oye como Durr reprende furioso a Danvers, a la que culpa de la fuga de Ania, cómo Danvers acobardada suplica piedad, y cómo se la llevan a la fuerza entre gritos y protestas. Boris y Gregor la sacan de la celda de torturas, y la llevan a su dormitorio. Le inyectan un sedante y pasa tres o cuatro días sola encerrada en su habitación para que se recupere de las lesiones, le traen la comida.


Se sorprende cuando al final de su encierro el señor Durr viene a verla, se muestra muy cordial y amable con ella, dice que "la señora Danvers se extralimitó" y que espera que Ania se reincorpore a sus tareas. La actitud amable de Durr le hace sentir más miedo, y cuando Durr le dice que "pronto te podrás marchar a casa", no lo cree. Cuando pregunta por la señora Danvers, Durr contesta con una frase de doble sentido "salió disparada" y se ríe. Ania está aterrada porque sabe que han matado a Danvers, y con típica incoherencia femenina llora por ella. Dice que era una mala perra, pero a lo que parece no tenía nada que ver con los asesinatos y atrocidades de Durr .

Ania escribe que va a comportarse de forma sumisa y dócil, y fingir que ha perdido toda voluntad de escapar para que se confíen. Después de todo a Durr le hace falta una criada, aunque cada vez haya menos que limpiar. Por encima de todo está aliviada de seguir con vida, y que no le hayan hecho cosas peores, y que ya no haya más torturas.

Al parecer Durr está cada vez más obsesionado con sus horribles experimentos que apenas repara en Ania, como si fuera un mueble más, para su alivio, que se temía verse obligada a acostarse con él, como Ioanna. Ania recobra su libertad de movimientos, dentro de la parte del castillo por la que puede moverse. Todo el mundo parece demasiado ocupado para fijarse en ella. Al limpiar, se da cuenta de que los restos blancos en el lavabo de Durr no son polvos de talco, si no drogas.

En Agosto se menciona otra vez el disgusto con Boris y Gregor. También son prisioneros como ella pero no se atreven a escapar. Ya no llegan más prisioneros. La última semana está marcada por dos acontecimientos:

Llegan varios visitantes británicos al castillo, entre ellos un hombre mayor de pelo blanco que es el secretario de Durr , una mujer y dos hombres. Por lo que escucha Ania mientras les sirve en la cena con Durr , son sus socios en la empresa que exigen resultados en sus inversiones. La discusión es muy tensa. Al día siguiente ya no los vuelve a ver. Ania está segura de que han acabado encerrados igual que los otros.

El último acontecimiento es que oye como Durr abronca a sus matones por haber secuestrado a otra persona, un turista, Durr está muy enfadado porque ya no necesitaba más "sujetos de prueba" y su desaparición puede causar problemas. Les dice que lo encierren y ya verá luego cómo se deshacen de él.

— ¡Comprendes que se refiere a ti!

La última entrada, sin fecha.

En sus últimas líneas puedes leer: 'Intentaré escapar de nuevo esta noche. Moriré si me quedo aquí más tiempo. Heinrich Durr está loco. Va a soltar a una turba de leprosos para extender una epidemia!¡Tengo que salir de aquí!

FIN DEL DIARIO
Última edición por El Analandés el 25-Oct-2016, 22:48, editado 3 veces en total.
Heinrich
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por Heinrich »

Hum, al principio que el diario estaba influido por cierto ingeniero de burbuja pensé, pues. Pero visto todo me decanto por un farmacéutico. Me ha molado en conjuto esta intrahistoria, añade bastante a la narración de la partida y, sobre todo, añade más visiones sobre la historia, algo que en una aventura unipersonal se agradece. En cuanto a lo que enseña de Yurr, bueno, no vamos a decir que torturar física, sexual y psicológicamente a una chica del servicio sea peor que secuestrar a decenas de personas e infectarlas con un virus zombie (y sin duda no es peor que forzar a leer Pygmalion), pero claro, el testimonio le da una dimensión personal. Y que sea una mujer joven y presumiblemente atractiva servirá para despertar algún sentimiento caballeresco en Z., puesto ahí por la evolución para motivar al sexo más prescindible numéricamente a sacrificarse.

¿Qué habrá pasado con Ania? Potencialmente puede haber cruzado los bosques y conseguido un traductor en una comisaría. Aunque, bueno, hace unas cuantas páginas Z. tiroteó a una joven infectada... En fin, si la ha matado en algún combate la culpa recae sobre Yurr.

Me resulta extraño que a Ioanna la hayan dejado marcharse del castillo cuando ya era patente que habían secuestrado a gente y realizado experimentos con ella, ¡y que incluso haya estado la policía por cerca del castillo! Pero si sospecharan algo gordo ya habrían investigado. Quizás Yurr haya conseguido disimular, y Ioanna, que solo quería irse con su dinero, no haya querido complicarse la vida.
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

COMENTARIOS A LA NARRACIÓN
Heinrich escribió:Hum, al principio que el diario estaba influido por cierto ingeniero de burbuja pensé, pues. Pero visto todo me decanto por un farmacéutico.
Nota para los lectores:, aquí Heinrich se burla de dos personajes de ese foro, uno que es informático que está lloriqueando siempre sobre lo mala que es la situación laboral de los informáticos en España y que deben tener colegio profesional, como los ingenieros. El otro es un troll enfermo mental que siempre sube mensajes con vídeos y fotos de lo más escabroso y desagradable.

Pero lo otro no es broma, lo triste es que en este país cobra más una limpiadora que un informático :smt010
Me ha molado en conjunto esta intrahistoria, añade bastante a la narración de la partida y, sobre todo, añade más visiones sobre la historia, algo que en una aventura unipersonal se agradece.
Me alegro mucho que te haya gustado y espero que también a al gente que nos lee, y a ver si se anima alguien más a cometnar. Es una historia de horror, en la que los monstruos no son los zombis, si no seres humanos.

En el librojuego original venía el esqueleto de la trama, muy resumido, en una sóla página. He cambiado el nombre y la nacionalidad de la chica, y he rellenado los huecos de la historia aportando más profundidad, coherencia y realismo sombrío. En el libro la chica es americana y trabaja de cocinera, lo que es poco creíble. Una chavala americana no se va a ir a Europa, y el Livingstone es un machista, el sitio de las mujeres es la cocina. Por supuesto que Livingstone se equivoca, también tienen que fregar y planchar :smt016
En cambio una inmigrante polaca en Britania y que trabaje de criada tiene mucho más sentido.

También había unas cartas de su tía, pero no aportan nada a la historia, y además al tratarse de una carta a un familiar están en polaco por lo que no puedes leerlas, pero el diario sí. Al haberse criado y educado en Britania, la chica escribe su diario en inglés, es lo que pasa con los inmigrantes de segunda generación, que aunque conozcan la lengua materna piensan y escriben con la lengua que usa todos los días.

No sé si conscientemente, Livingstone introdujo aquí un guiño a la novela "Drácula" de Bram Stoker, que está contada a través de varios puntos de vista, de diarios y cartas de los protagonistas.

El diario no sólo resulta un recurso narrativo que nos permite conocer el trasfondo de la historia, si no que tiene su lógica. Hace una década o tal internet no estaba tan extendida, y si hay conexión a internet en un lugar tan remoto, Yurr impide que sus empleados tengan acceso a ella. Para una chica sola y aburrida, que no tiene nadie con quien hablar, y a medida que pasa el tiempo cada vez más aterrorizada, escribir un diario es algo lógico, como catarsis. Es la razón por la que tantos soldados escriben diarios, a pesar de que se prohíbe por motivos de seguridad.


También es tanto un guiño a "Drácula", como una solución lógica, que Yurr haga que Ania escriba cartas tranquilizadoras a su tía, como el conde hace que Harker escriba cartas ya fechadas a Mina diciendo que todo va bien y volverá pronto. El guiño mío es que las fechas de las cartas son las mismas que en el libro, aunque el mes es el de Julio.

Otros guiños son el primero, el nombre de la chica. En el original se llama Amy, hubiera preferido un nombre más típicamente polaco, como Agnieszka , pero Ania es corto y queda mejor a lo largo de muchos párrafos. Pensaba llamarla Marzena Dabrowska, que es un juego de palabras que alude al himno nacional de Polonia, la "Mazurca de Dabrowski".

El segundo es el nombre de la señora Danvers, que es el mismo que el del ama de llaves, la mala de la novela "Rebecca", que es un coñazo, por cierto, aunque igual la película de Hitchcock es mejor.

En cuanto a lo que enseña de Yurr, bueno, no vamos a decir que torturar física, sexual y psicológicamente a una chica del servicio sea peor que secuestrar a decenas de personas e infectarlas con un virus zombie (y sin duda no es peor que forzar a leer Pygmalion)
Soy consciente de que el tema de la esclavitud sexual es muy escabroso, pero es algo que está presente en "28 días después" aunque pasan de puntillas por el tema, y también el papel de las mujeres en cualquier situación post apocalíptica da para mucho y nada agradable.

He tratado de dar un relato psicológico plausible, el villano no es simplemente un loco violador que encierra a sus víctimas en el sótano como Fritzl y otros monstruos. Sus crímenes son mucho más ambiciosos y monstruosos.

También es mucho más retorcido que limitarse a ejercer el derecho de pernada con las criadas, como hacían los señoritos antes. Aunque esto no es el castillo de Roissy de "Historia de O", después de todo alguien tiene que hacer las faenas del hogar, y por eso he mencionado "My fair lady" (Pygmalion), que es una comedia pero si lo piensas bien todo resulta muy turbio. Por cierto, lo acabo de mirar, y en esa obra, la chica va a una recepción con "el Príncipe de Transilvania", curiosa coincidencia.

Yurr no quiere simplemente una "porno chacha", si no que es un obseso del control, un fetichista y cosas peores que mejor no describir más en detalle. Pero eso explica por qué no se limita a algo tan bestia como sencillamente torturar y violar a Ania hasta que se canse y luego la mata o la infecta, que es lo mismo. Cualesquiera que fueran las enfermizas intenciones de Yurr para con Ania, ésta tuvo suerte de que cuando iba a ser su turno, Yurr está tan ocupado con sus experimentos y otros problemas que no le presta atención. Cuestión de prioridades.
Me resulta extraño que a Ioanna la hayan dejado marcharse del castillo cuando ya era patente que habían secuestrado a gente y realizado experimentos con ella, ¡y que incluso haya estado la policía por cerca del castillo! Pero si sospecharan algo gordo ya habrían investigado. Quizás Yurr haya conseguido disimular, y Ioanna, que solo quería irse con su dinero, no haya querido complicarse la vida.

A ver. Estas cosas, lo de abusar de las chicas del servicio, no es la primera vez que Yurr lo hace. La señora Danvers lleva trabajando años para él y consiguiéndole jovencitas vulnerables dispuestas a hacer lo que mande el señorito. Lo que pasa es que en Britania un aristócrata es intocable. Vamos, en cualquier país del mundo la casta puede hacer auténticas barbaridades y se encubre. No pongo ejemplos reales y de triste actualidad de encubrimiento de abusos sexuales, pero un buen ejemplo de ficción británica es la serie de "Endeauvour", que en muchos episodios muestra la corrupción y depravación de las clases altas británicas y da una idea de la clase de tipo que es Yurr.

Pero no estamos en Britania si no en Romania. Yurr no tiene influencia ni contactos aquí. A la policía le da igual que desaparezcan gitanos y otras gentes de mal vivir. Pero como Ioanna es rumana y consigue enviar un mensaje al exterior, viene su padre o un hermano a preguntar, luego aparece la policía ante la denuncia de sus familia, y para evitarse problemas Yurr deja marcharse a Ioanna, que a fin de cuentas sólo es una rumana y pobre, y no va a contar nada, sobre todo si se le cierra la boca con dinero y amenazas.

Y cada uno de los personajes ilustra la forma en que la gente reacciona cuando se ve involucrada en una empresa criminal, o un régimen dictatorial, que es lo mismo. La mayoría de la gente por miedo o conveniencia, cierra los ojos y se deja llevar.

Es lo que hacen Ioanna, y Boris y Gregor. En el caso de Boris, además de cómplice, chivato, porque lee las cartas de Ania en polaco y la delata. En el caso de la criada, agacha la cabeza y se abre de piernas. Tampoco es que le haga muchos ascos a acostarse con un macho alfa como todo un lord inglés, y es mejor que ser el juguete sexual de la sádica lesbiana de la señora Danvers, que le toca el turno a Ania, para "educarla para el amo." Y desde luego mucho mejor que limpiar retretes. Y el sueldo es una fortuna en ese país.

Además de cobarde, Ioanna es egoísta, porque no le cuenta nada a Ania de los abusos que está sufriendo ni le avisa del peligro que corre hasta que ya es tarde. Pero tampoco se puede culpar a una chica pueblerina, sin educación, que apenas habla inglés y que tiene que ganarse la vida de criada.

Por otra parte, al contrario que Ania, que es curiosa e inquisitiva, Ioanna no sabe gran cosa, ni quiere saber. Tiene mucho miedo y sabe que callada está más guapa.

Yurr deja marcharse a Ioanna para evitarse líos con la policía, porque ya se aburre de ella, y porquetrae más complicaciones matarla o bajarla al sótano para los experimentos que soltarla. Además, hay que recortar gastos, recuerda que las putas a domicilio para fin de semana salen caras, y dejó de traerlas al castillo, para meter a Ioanna en su cama, ahora que ha sido "domada y adiestrada". En dos meses la operación llega a su fin, está clausurando el castillo, y ahora no necesita más que una criada, porque hay menos que limpiar.

Es por eso que Ioanna se le permite salir con vida, junto con el cocinero y los pinches de cocina rumanos. Los hombres de Yurr se preparan sus comidas, y Ania se encarga de cocinar para el señor y sus colaboradores.

No saben nada, y si algo saben, nada van a decir. Los demás saben demasiado, por eso liquida a la señora Danvers. Está furioso por su negligencia que permitió que Ania se escapase, y ya no la necesita. Pero en atención a los servicios prestados se limita a hacer que le peguen un tiro en vez de infectarla.

En cuanto al resto de cuestiones que planteas, se responderán en la narración desde el punto de vista de Z.
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

Actualizo ficha

ARMAS y MUNICIÓN 11.57 Kilos

Metralleta PPSh 41 3.63 kilos (colgada del hombro con correa)
1 x tambor (71 cartuchos, 1.82 kilos cargado, 0.9 vacío) (1 cargado, 1 en mochila)
1 x tambor con 37 balas ( 1.38 kilos, 1 en mochila )
1 x tambor con 53 balas (1.59 kilos, 1 en mochila )

Pistola Tula Tokarev TT-33 fabricada en Romania (0.85 K) (en su funda, con cordón)
2 cargadores (8 balas) 0.36K (0.18 K cargado 76 gr vacío cada uno, uno cargado, otro en la pistolera)

Espada medieval afilada, 1.5 kilos, con vaina y cinturón, sujeta al costado izquierdo.

ARMADURA 12 kilos
chaleco antibalístico con placas de titanio (protege pecho y abdomen) 7 kilos
- Partes armadura medieval milanesa siglo XV
Almete (protege cabeza, cara y cuello, con visor) 2.5 kilos con agujero de bala de entrada y salida
Guanteletes (protegen manos y antebrazos hasta el codo, 2.5 kilos

ROPA PUESTA 1.5 kilos
Pantalones de vestir viejos 0.5 k (rotos en las rodillas)
Camiseta 0.1
Zapatillas deportivas (0.8 k el par)
Reloj pulsera 0.05

- Vendajes en muñecas, rodillas, muslo derecho, brazo izquierdo

CINTO Y BOLSA 0.75 kilos.
- Cinturón con pistolera 0.55
- Manojo de llaves numeradas 1 al 9 (0.2)

MOCHILA 2.18 KILOS
-Mochila (vacía 0.5) contenido:
2 Tambores metralleta
Sudadera 0.5
Camisa invierno manga larga 0.25
Botella de agua de plástico 0.5 litros ( 0.5 kilos llena)
Cámara fotos compacta 0.18

-surtido objetos: (0.25)

Cajetilla de cerillas
rotulador acetato grueso, negro
dos lápices HB
lupa
papel con el número de combinación
cortaplumas 0.05,

TOTAL CARGA: 25.38 KILOS
ARMAS Y MUNICIÓN 11.13 kilos
ARMADURA 12 kilos
ROPA 1.5 kilos
CINTO Y BOLSA 0.75 kilos.
MOCHILA 2.18 kilos


PUNTOS FATIGA ACTUALES 0

PUNTOS DE VIDA: Diversas contusiones, abrasiones, arañazos y quemaduras leves. Dos heridas de metralla inciso punzantes en muslo y brazo. Pronóstico leve.


Infectados muertos: 79

5 x apuñalados con destornillador
1 x estrangulado
18 x muertos a tiros de pistola (64 balas gastadas)
17 x muertos a tiros de escopeta (24 cartuchos gastados) + 4 muertos por Boris
3 x rematados a cuchillo
7 x volados con granadas
25 x acribillados con metralleta
3 x espada

17 x perros infectados (acribillados con la metralleta )
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

NARRACIÓN

— Cierras el diario y tienes la sensación insistente de que has olvidado algo importante y no sabes qué es. Entonces te acuerdas, y rebuscas en un bolsillo del chaleco blindado. Encuentras el relicario de oro que quitaste a un infectado muerto en las alcantarillas. Está milagrosamente entero a pesar de las explosiones, los tiroteos, las caídas y los golpes. Con manos temblorosas lo abres y ves el nombre "Ania Dabrowska" y la foto de una muchacha rubia, muy guapa, de unos dieciocho años. El ponerle cara a la muchacha cuyo diario acabas de leer te desgarra el corazón. El que sea tan guapa y joven lo hace todavía peor.

No eres de lágrima fácil. Una vida triste y solitaria y los desengaños amorosos te han endurecido el corazón. Hasta el punto de que sientes un perverso orgullo cuando te llaman "bruto insensible". Tienen razón, realmente no te produce ningún impacto emocional toda la gente que has matado aparte de la sensación de que todo esto es una barbaridad. Ni siquiera has sentido mucha lástima por Boris, que te salvó la vida. Pero leer tan triste historia y saber que Ania está muerta es más de lo que un hombre puede soportar. Las lágrimas afloran a tus ojos...

"Bah", te dices mientras te secas los ojos con el dorso de la mano." Lloro por la fatiga de combate, o la tensión nerviosa. No es más que eso. Ya sabías que la había palmado, como todos los demás, cuando entraste en su habitación y viste su ropa. te repites tus frases habituales de tipo duro "Es un mundo cruel. Oye, la gente se muere, o la matan." y añades "o la mato yo."

Sorbes por la nariz. Y tratas de pensar en otra cosa sin conseguirlo, ¡qué pena más grande!

Te debates en una lucha interna mientras decides qué hacer. Hasta ahora te has limitado a sobrevivir. A matar para no morir. Pero eso no hace de ti un valiente.

Un veterano de la Legión Extranjera escribió que la pólvora emborracha, y el ver a los enemigos caer bajo tus balas y tus golpes produce euforia y despierta la sed de sangre, el instinto ancestral del primitivo cazador de cabezas. Pero eso no es valor. El afrontar todos esos peligros sólo es la desesperación del hombre que cruza las llamas para escapar de un incendio. Hasta una rata lucha cuando es acorralada.

Estarías orgulloso y exultante de llegar tan lejos si no fuera porque una apreciación realista, o fatalista, de tus limitaciones y escasas posibilidades de salir con vida no te hicieran proceder con cautela. Lo más sensato es no correr más riesgos y esconderte hasta que Yurr y sus secuaces se marchen. No eres ni policía, ni militar, ni mucho menos un héroe, ya te dabas por muerto cuando estabas encerrado en la celda, y ahora que tienes una mínima posibilidad de vivir, no quieres morir. Luchas para que no te maten, pero eso no es coraje, es desesperación y furia.

Pero esta chica... esta chica era valiente. Era tonta por meterse en este trabajo, pero intentó escapar por dos veces, en vez de resignarse. Tú escapaste porque no tenías elección. Ella sí la tuvo. Ella quería escapar no sólo para salvarse a sí misma si no porque sabía que alguien tenía que salir y contar lo que pasa, porque había que parar a Yurr antes de que muriese más gente. Admites que tú sólo quieres vivir a toda costa, y sólo piensas en escapar de la escena del crimen y que nadie se entere de lo que has hecho para sobrevivir. Ella sólo era una chica, apenas una mujer, pero al menos lo intentó.

Boris te dijo que los mataras a todos. Tenía razón, lo único que puedes hacer por los muertos es vengarlos. Pero además hay que matar a Yurr y sus cómplices o si no morirá mucha más gente. No sabes si Ania estaba en lo cierto, no tiene sentido provocar una epidemia y revelar el secreto del virus, pero quizá Yurr necesite hacer una demostración de que su plaga funciona para impresionar a los compradores.

Pero aunque no fuera así, el potencial destructivo de este virus es tan terrible que hay que impedir que caiga en malas manos.

Siempre te han admirado los relatos guerreros de valor y heroísmo. Siempre has querido ser un héroe, o al menos un valiente, pero reconoces que eso son más ansias de gloria y reconocimiento que otra cosa. El deber está claro, la decisión moral es sencilla. Pero es mucho más difícil de llevar a cabo, de tomar la decisión consciente de arriesgar tu vida para cumplir con tu deber, sobre todo cuando estás a solas con tu conciencia, no te expones a la vergüenza y la deshonra. No eres un soldado ni tienes camaradas que dependan de ti. Sólo eres un turista. Bastante tienes con evitar que te maten. Si te escondes y esperas a que se vayan y huyes, nadie lo sabrá. Los muertos no hablan. Contarás cuando vuelvas a casa la historia de que te robaron y te dejaron tirado en el monte y estuviste perdido una semana y nunca nadie sabrá lo que pasó aquí.

Pero tú sí lo sabrás. Jamás podrás volver a hablar de deber, honor y valor, de sacrificio, de hacer lo justo y lo correcto, pues será mentira. Aquella vez que tuviste la oportunidad de tomar la decisión correcta no tuviste el valor de hacerlo. Podrás engañar a otros, pero no a ti mismo. Y el día que salga en las noticias la aparición de una nueva y peligrosa epidemia, sabrás que será culpa tuya. Que a lo mejor esa gente seguiría viva si hubieras hecho algo cuando tuviste la oportunidad. La muerte de Ania, la de Boris, que te salvó la vida, serán en vano.

Lo malo de los castillos es que sólo tienen una entrada y salida. No puedes pensar en escapar y avisar a la policía. Eso no resolverá nada, a ti te meterán en la cárcel y Yurr tendrá tiempo de sobra para escapar. Tendrás que luchar con ellos y al menos matar a cuantos puedas, si te cargas a Yurr o a alguno de sus técnicos quizá tengan dificultades para llevar a cabo sus planes. Ellos tampoco pueden permitirse que escapes y tendrán que matarte.

Ya has perdido mucho tiempo. Yurr y sus esbirros deben estar registrando todo el castillo, pero cuando no te encuentren, Yurr, que es un científico, aplicará la lógica y comprenderá que sigues aquí. Tienes que moverte.

Ahora, ¿cómo sales de aquí?
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

NARRACIÓN

(he abreviado la descripción de los procesos MacGyver a petición, a pesar de que yo encuentro fascinante el reto técnico de improvisar, con los elementos provistos por las descripciones del original)

Rápidamente examinas tus opciones. No puedes descender al patio por las sábanas porque se quedan cortas o se pueden romper. Pero sí puedes tratar de descender al piso de abajo, abrir las puertas del ascensor y bajar por el pozo sujetándote a los cables y guías del ascensor. En vez de arriesgarte a descender por una sábana usarás la escala metálica, como tienes que sujetarla a algo, tendrás que traerla aquí

Corres a buscar la escalerilla de la buhardilla al ascensor. Tiene algunos agujeros de bala pero no importa.

El muro que da al patio es grueso, y en consecuencia la ventana tiene un ancho alféizar.

Imagen


No hay forma de enganchar la escala aquí, y menos con la trampilla todavía atornillada, ¿cómo sujetarla? Sacas todas las sábanas que encuentras para hacer sogas, y para sujetarlas, empujas la cama hasta el pasillo. Pasas las sábanas por el peldaño de la escalera y los soportes y las atas a las patas y largueros de la cama y con varias vueltas. Además, recoges la sába que está colgando del piso de arriba y también la atas a los peldaños de la escalera.

Esperas que colectivamente aguanten tu peso, más el de la escala y el equipo. Sacas la escalerilla telescópica y la empujas hasta que se queda colgando por fuera, con la trampilla apoyada contra la pared, y la escalerilla llega hasta la ventana de abajo.

El pozo del ascensor estaba oscuro, necesitarás luz. Coges el palo con gancho y decides hacer una antorcha con él. Rasgas varias tiras de tela de camisetas de algodón y las atas y enrrollas en torno al gancho, nunca has hecho una antorcha, pero por lo que sabes, los trapos son sólo para hacer de mecha, lo que arde es el combustible con el que está empapada. Lo único que tienes a mano son los frascos de perfume. Abres tres o cuatro y empapas bien la antorcha. Por lo menos huele bien.

También coges el atizador de la chimena, lo necesitarás como palanca para abrir las puertas externas del ascensor, y para romper los vidrios de la ventana de abajo.

Te acorazas y recoges tus armas y mochila a toda prisa. Subes a la cama, luego pasas agachado con dificultad por el hueco de la ventana, dándote en el casco y tropezando porque el palo de la antorcha que asoma de tu mochila es muy largo y vacilas al asomarte al vacío. Con muchas precauciones, y agarrándote a la soga que cuelga desde arriba, pones pie en la escalerilla, las sogas se tensan aún más con tu peso, y al no quedar exactamente iguales se deslizan un poco y la escalerilla se ladea un poco. Bajar una escalerilla sería trivial en condiciones normales, pero abrumado por los venticinco kilos de carga que llevas y teniendo la vista entorpecida por el casco, y correr un peligro de una caída mortal de una docena de metros, es un esfuerzo tremendo y una experiencia aterradora.

Los músculos fatigados de tus piernas y brazos protestan por este nuevo esfuerzo. La herida de metralla en el muslo se reabre y vuelve a sangrar, convirtiendo cada movimiento en una tortura.

Bajas un pie, luego el otro , peldaño a peldaño desciendes hasta la ventana de abajo, sacas el atizador y rompes los cristales, y luego arrojas la palanca al pasillo, manoteas hasta extraer la larga antorcha y también la metes. Luego metes la mano entre los peldaños de la escala para abrir la ventana rota, que por suerte giran hacia dentro.

Sudando más por la angustia que por el esfuerzo, tratas ahora de rodear la escala para meterte por la ventana. Al desplazarte, las sogas se mueven y la escalera se ladea aún más y desciende un poco. Con mucha dificultad y aferrando la soga y la escala consigues hacer pie, o mejor dicho, rodilla, en el alféizar, y a gatas pasas por el hueco de la ventana, y te estremeces de alivio al entrar y dejarte caer al pasillo.

Sin tiempo casi para recobrar el aliento, te levantas, coges la palanca y usando el palo de la antorcha como bastón, jadeando y renqueante sigues por el pasillo hacia el ascensor.

Estás a mitad de camino, cuando oyes gritos provenientes del patio, te asomas a la ventana que tienes más cerca y ves como Yurr y tres hombres vestidos con ropa miltar y fusiles Kalashnikov corren a través del patio dando voces. Uno grita y señala hacia arriba en tu dirección. Comprendes que han visto la escala...
¡y te han visto!

Apenas tienes tiempo de dar dos pasos y salvar el hueco de la ventana para cubrirte con el muro cuando una ráfaga de disparos hace añicos la ventana, abre agujeros en el papel pintado de la pared, y el techo, haciendo que caiga una lluvia de polvo de yeso.

"El AK-47 sin duda hace un ruido característico", observas, cuando otra ráfaga destroza la ventana más adelante y acribilla pared y techo.

Quedan veinte metros hasta el ascensor. Y todavía tendrás que abrir la puerta.
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El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

Para Heinrich, ¿qué harás?

Te recuerdo el objetivo: llegar al ascensor, abrir la puerta y bajar por el pozo.

Situación táctica: A cubierto tras el muro no tienes que preocuparte de las balas. Por trigonometría te están disparando desde el patio a unos 50 metros. Te quedan 20 metros hasta el ascensor y hay otras tres ventanas a intervalos.

Me di una vuelta por mi barrio donde los bloques de pisos forman plazas que tienen las dimensiones aproximadas del patio del castillo y puedo estimar los alcances y ángulos de visión y las distancias de las escaladas. Desde lejos, bajar cinco o seis pisos por una cuerda no parece tanto... hasta que te pones al pie del muro y miras arriba. O si vives en un piso alto, asómate a la ventana y mira abajoo.

Como te tiran desde abajo, tienen poco ángulo y las balas dan en la pared opuesta del pasillo y el techo. No tienes que preocuparte de los rebotes ya que las balas se clavan, aunque alguna puede rebotar en el hueco de la ventana. Siempre que te agaches al pasar por las ventanas puedes llegar hasta el ascensor indemne.


Nota del narrador: He estimado el tiempo que les llevaría a Yurr y los suyos registrar el castillo y volver a este ala, y he tirado un dado para ver con cuantos minutos de margen contaba Z. Iba muy justo de tiempo, pero hubo mala suerte al tirar los dados. Por un par de minutos Z. no ha tenido tiempo de llegar al ascensor, pero podría haber sido peor, con muy mala suerte podrían haberle sorprendido al bajar, colgado de la escala.

La resistencia de las sogas se ha estimado a ojímetro. Una cuerda de sábanas podría soportar el peso de un adulto y de hecho lo hace a veces. Al usarse varias el margen de seguridad era lo bastante amplio para no necesitar tirada, salvo pifia, que indica que un nudo no estaba bien atado.

Bajar por la escala, aún cargado, no es tan arriesgado como hacerlo por una cuerda, pero aún así requería una tirada de agilidad, Las probabilidades eran de un 50% teniendo en cuenta el peso, fatiga, heridas y falta de agilidad., aunque sólo con un fallo catastrófico se caería.

El resultado con "27" ha sido bastante justo.

¿qué harás? ¿Asomarte a la ventana? ¿tratar de devolver el fuego? ¿ir hasta el ascensor? ¿esperar?
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

NARRACIÓN

Estás asustado.

No debería ser una sensación nueva. Después de todo hoy has tomado parte en combates cuerpo a cuerpo a muerte. Te has enfrentado a turbas de apestados frenéticos. Has practicado la escalada a tumba abierta, y has sobrevivido a explosiones de dinamita y granadas. Y todo ello antes de la hora de comer.

Pero esto que te disparen es nuevo. No tenías tanto miedo como cuando te enfrentabas a las muchedumbres de infectados furiosos. Como aficionado al cine bélico, has visto muchas películas del Oeste y de aventuras coloniales en las que soldados blancos heroicos y disciplinados, defienden la supremacía de los valores de la civilización occidental contra hordas de salvajes pieles rojas, moros, amarillos o negros, con la ayuda de Dios y la tecnología superior de las armas de fuego.

Con esos ejemplos en mente, teniendo un arma, munición, espacio para retirarte, o una buena posición para defenderte, el acabar con esos brutos rabiosos sólo es un ejercicio de tiro al blanco algo arriesgado. Con una metralleta te creías poco menos que invencible.

Lo malo es cuando te enfrentas a enemigos que te disparan y que también tienen metralletas. Por alguna razón, la amenaza invisible de las balas resulta más difícil de afrontar que una pelea a puñaladas. Aún protegido por el grueso muro, vacilas y no te decides a continuar adelante, pues pasar por delante de las ventanas significa tropezar con la Muerte que mete sus dedos helados por ellas, tanteando, buscándote...

¿Qué harás?
Heinrich
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por Heinrich »

Buf, esta situación sí que es muy jodida. Pero quedarse quieto no es una opción, y devolver el fuego es arriesgado: el enemigo cuenta con más y mejores tiradores, pero sobre todo, reservas desconocidas de munición. Pueden mantener el fuego durante un tiempo indefinido para pinzarte, Yurr puede usar su rifle de precisión para acabar con Z. en cuanto asome la nariz. Aunque estén ellos a cambio abierto, y Z. tras cobertura, no es un tirador experto. A lo sumo podría acabar con uno con una ráfaga.

Lo mejor es hacer lo que ellos no se esperan, y bajar por el ascensor tras llegar a él arrastrándose.

Lo más probable es que uno o varios de los secuaces de Yurr suban por las escaleras para intentar flanquear a Z., o acabar con él con algún explosivo. No se esperarán que este los aguarde emboscado en uno de los pisos inferiores.
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

NARRACIÓN

¿Por qué siguen disparando si estás a cubierto? te preguntas. Entonces lo entiendes: fuego de supresión. Quieren mantenerte clavado aquí, mientras otros tiradores suben por las escaleras... o más probable, suben al mismo del ala opuesta y te disparan a la misma altura desde el otro lado del patio, o peor, desde un piso más alto.

No puedes quedarte aquí, no puedes retroceder, ¡adelante!

Al trote más rápido que tus fatigadas piernas y tu pesada carga te permiten, corres hacia el ascensor, agachándote al pasar por las ventanas. Pasas la primera y tus enemigos dejan de hacer ráfagas y empiezan a disparar tiro a tiro. Sientes más confianza al darte cuenta del limitado ángulo de tiro que tienen, pero al pasar por la segunda, una bala que rebota en el hueco de la ventana y se clava en la alfombra a un palmo de tu pie te recuerda lo traicionera que puede ser la balística. Pasas por delante de la tercera ventana a cuatro patas, para dolor de tus rodillas en carne viva. Por fin, a resguardo del recodo del pasillo donde dobla a la derecha para ir a las escaleras, te yergues y vas hasta la puerta del ascensor, tratando de no hacer caso de los tiros aislados que entran por las ventanas y el ocasional rebote.

Encajas la punta del atizador en la rendija de la puerta del ascensor y haces palanca. Te quedas consternado al ver que no se mueve. Una vez te quedaste atrapado unos minutos en el ascensor de la oficina, porque el ascensor se había quedado a medias entre dos pisos, pero abrir las puertas y empujar no te costó tanto.
¿Qué pasa ahora? te preguntas mientras hurgas nervioso con la palanca. Una bala rebotada que agujerea la puerta a dos palmos por encima de tu cabeza acentúa tu nerviosismo. Te agachas mientras sigues intentando forzar la puerta.

Cesan los disparos, al parecer se han dado cuenta de que no te pueden acertar y dejan de derrochar balas. El silencio te permite pensar. Claro, las puertas del ascensor tienen un pestillo para impedir que alguien las abra si la caja no está, para evitar que la gente se caiga por el hueco. Entonces reparas en algo a lo que nunca le prestaste atención. En la puerta a la altura de los ojos hay un pequeño agujero negro, y otro al lado en el que brilla una especie de tuerca de latón. Ahí debe cerradura y el hueco con la tuerca es para meter la llave maestra con la que abrirla. Encajas la palanca en el agujero y haces fuerza, pero lo único que consigues es abombar la chapa. Desistes y piensas, tienes que forzar la cerradura, ¿cómo?

Una fuerte explosión fuera interrumpe tus cavilaciones, humo negro sube y se mete por la tercera ventana rota antes de disiparse ¿Qué demonios ha sido eso?
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

Te arriesgas a asomarte rápidamente a la ventana del lado corto de la L que forma el pasillo. Abajo en el patio ves a dos de los hombres de Yurr apuntando con sus Kalakas hacia arriba, y el otro cargando lo que reconoces espantado como un lanzacohetes RPG, mientras que el tercero sostiene otro cohete.

Es todo lo que tienes tiempo de ver antes de apartarte de un salto, pues uno de los tipos con fusiles te ha visto y dispara varios tiros hacia la ventana. Las balas rebotan en el hueco y salta yeso y esquirlas, pero yú ya no estás ahí si no que te has arrojado al suelo, y reptas presa del pánico.

Otra explosión, mucho más fuerte que las de las granadas de mano. Humo, cascotes , trozos de yeso caen del techo, pero a pesar del ruido parece que ha explotado fuera. Levantas la cabeza y ves que el cohete ha impactado en el dintel de la ventana arrancando un trozo de piedra. Te incorporas con un gran esfuerzo y das dos saltos alejándote lo más posible de la esquina y te tiras al suelo otra vez.

El tercer cohete entra por la ventana e impacta en la pared del ascensor, la onda expansiva te golpea como una ola en la playa, pero aparte de estruendo, la ráfaga de aire caliente y algunos trozos de yeso que te caen encima, no sientes dolor por lo que no pierdes tiempo en levantarte. Tosiendo por el polvo y el humo irritante que llena el pasillo, corres de vuelta al ascensor. Echas un vistazo al patio al pasar por la ventana, para tu alivio, parece que no tienen más cohetes, porque el del RPG, el otro, y Yurr echan a correr hacia el ala opuesta.
Última edición por El Analandés el 21-Ago-2016, 12:21, editado 1 vez en total.
El Analandés
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Re: La sangre de los zombis

Mensaje por El Analandés »

Sabes lo suficiente sobre armas para no esperar que haya un gran boquete en la puerta del ascensor, pero aún así sigue siendo una decepción ver que la puerta está entera, salvo por un minúsculo agujero del tamaño de una moneda cuyos bordes fundidos al rojo vivo se enfrían y apagan en pocos segundos. Aparte de agujeros alargados de metralla en torno al agujero, como los radios de una rueda o una telaraña, y la marca de quemadura en el metal y el techo, la puerta está intacta, aunque ligeramente abombada para fuera. Un humo grisáceo surge de las junturas y las brechas.

Protegido por el muro, aquí no pueden verte, intentas hacer palanca para abrir la puerta mientras reflexionas.

Al tratarse de una carga hueca, la mayor parte de la fuerza de la explosión se proyecta hacia delante. Tienes suerte de que al ser un proyectil anticarro no haya apenas metralla y de haberte alejado lo suficiente. Recuerdas de cuando eras niño que los atentados terroristas de ETA con granadas anticarro eran, por fortuna, espectaculares pero inofensivos, ya que apenas hacían agujeros en los muros de ladrillo y la gente salía indemne incluso si estallaban en la misma habitación. Claro que una cosa muy distinta es saber que en teoría no son demasiado peligrosas y otra cosa el vivirlo uno mismo. Si no te gusta que te disparen, menos todavía que te bombardeen.

Yurr y los dos del RPG han debido ir a por más cohetes, y dado lo difícil que es disparar hacia arriba, seguramente suban en ascensor hasta el mismo piso que este, en el ala de enfrente, y se pongan a tirar cohetes por las ventanas hasta que te cacen. O igual se han dado cuenta que los cohetes anticarro no hacen gran cosa y hayan ido a buscar, si los tienen, cohetes rompedores... o cosas peores. En la guerra de Chechenia en los combates por Grozny los rusos con los RPG usaban unos cohetes incendiarios.

Desistes de intentar forzar la cerradura. No tienes bastante fuerza ni consigues meter lo suficiente la punta del atizador para ejercer palanca. Sólo se te ocurre una solución.

Recoges la metralleta, y a bocajarro acribillas el punto donde debe estar la cerradura con una docena de balas. Amplías los destrozos hurgando con el atizador en los agujeros y notas como el pestillo destrozado se suelta. Haces palanca y la puerta se desliza abriéndose a la negrura. La corriente de aire ascendente hace que la abertura vomite el humo acumulado dentro por el impacto del cohete. Tosiendo, cuando se disipa el humo ves, gracias a la luz que entra que tus balas tras atravesar la puerta han picado la pared de ladrillos, pero los cables del ascensor están intactos. Te asomas y el hueco pesta a esa mezcla de olor a quemado y amoníaco del explosivo, pero podrás bajar, hay asideros y apoyos para los pies, de las vigas metálicas que forman las guías para el ascensor, puedes llegar hasta los cables de acero, y sujetándote a ellos podrás bajar apoyando los pies en la pared.
Miras hacia abajo pero no ves nada. Lo malo es que tendrás que bajar cinco o seis pisos hasta el sótano, pues no te queda otra, y además, no podrías salir por la planta baja con los secuaces de Yurr en el sótano.


No hay tiempo que perder. Sacas las cerillas del bolsillo del chaleco, te sueltas las correas de un lado para quitártelo con el almente y la gola puestos y lo arrojas por el hueco. Parece que tarda una eternidad hasta que oyes apenas audible el ruido que hace al llegar al fondo. Arrojas también el atizador, lo necesitarás como palanca para abrir la puerta del sótano, esta vez desde dentro.

No hay tiempo para arrojar más cosas, y no crees que la metralleta por duras que sean las armas rusas, no se rompa tras semejante caída, así que metes todo en la mochila. Necesitas las dos manos libres, así que encajas el palo de la antorcha dentro de la mochila, sobresale como un metro por encima de la cabeza. Prendes la antorcha, que arde con llamas azules y amarillas. Es como quemar billetes, pues los perfumes que usas como combustible deben valer varios cientos de euros.

Venciendo una vez más tu miedo a caer, no a la altura, si no a la caída, adelantes un pie, y te adentras en el foso. Agarrandote fuerte, y no dando un paso hasta tener bien seguro el asidero, logras llegar hasta la pared opuesta y aferras los cables. Estos son de acero y lubricados, por lo que puedes deslizar las palmas de cuero de tus guanteletes por ellos, mientras controlas el descenso apoyado en la pared.

Con los brazos agarrotados y sudando a chorros bajo el casco, emprendes el descenso, con precaución al principio y luego más rápido, tratando de no acelerarte demasiado. Bajas prácticamente a ciegas, porque la vacilante luz de la antorcha apenas ilumina la oscuridad.

Por suerte a intervalos hay vigas horizontales en las que puedes apoyar los pies y descansar por un momento, pero no te detienes y bajas lo más rápido que puedes, pues no sabes si podrás aguantar colgado así, fatigado como estás, y con el peso que llevas.

Ha bajado cuatro pisos cuando una explosión proveniente de arriba te hace estremecer y los cables vibran en tus manos. El ruido de la explosión reverbera en el pozo, notas una breve presión en los oídos y la llamarada ilumina como un relámpago las paredes. Un soplo caliente llega de arriba que hace vacilar la llama de la antorcha, seguido de una lluvia de polvo, fragmentos de ladrillo y ascuas que rebotan sobre tu casco. Algo caliente te quema dolorosamente el biceps. Es difícil mirar hacia arriba llevando el casco puesto, pero echas un vistazo. La corriente de aire ascendente se lleva el humo por el rectángulo de luz de la puerta abierta. Como te temías, tus enemigos han colado un cohete por la ventana desde el piso de enfrente y por el hueco de la puerta del ascensor. Pero a pesar del susto no te preocupas, no tienen ángulo para colar un cohete hacia abajo ¡o eso esperas! y ya has bajado lo bastante para que no te afecte ni la metralla ni la onda expansiva.

Te deslizas más deprisa, con las palmas de los guantes más calientes por la fricción, y por fin llegas al fondo del pozo.
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