¡BRUJERÍA!: La Maldición del Errante

Si te atreves a ponerte en la piel de un Señor del Kai, si te crees capaz de desafiar a los Señores de la Oscuridad, o si deseas simplemete pasar un buen rato, entra y asume el riesgo... pero quedas advertido...
Lindelion

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Algún lugar del Viejo Mundo.

Dos gaviotas revolotean alrededor del palo mayor de una de las galeras de esclavos atracadas en el puerto. Un personaje sale de ella y desciende las escaleras de maderaque conducen al muelle. El hombre se aleja enseguida del puerto y avanza con suma confianza por la calle principal en dirección al centro. Nada le preocupa, pues nadie se atrevería a atacar ni a robar a un hombre que viste ese hábito; ni siquiera un caótico. Muy pronto emerge entre las casas un singular edificio del que entran y salen decenas de fieles. Al verle, estos le muestran deferencia. El hombre penetra en el oscuro edificio, solamente iluminado por algunas velas sujetas en grandes y ornamentados pies metálicos, algunos de hierro, otros de bronce. En medio de esta mortecina iluminación se alzan las débiles voces de los fieles que allí se encuentran pronunciando sus letanías. Mujeres, niños, ancianos, lisiados, pobres, ricos... se agolpan en mitad de la amplia estancia. Enfrente, un altar y un púlpito donde un hombre dirige los rezos de los presentes, rezos pronunciados casi a media voz, pero en un tono vibrante, enfermizo, sombrío, hipnótico y desgarrador. Rasgos que en conjunto hacen que este espectáculo en cierto sentido resulte desagradable a la par que misterioso.

Al ver entrar al hombre con el hábito, el director de esta orquesta de quejumbrosos implorantes abandona el púlpito de inmediato. Desamparados quedn los fieles sin su guía como los corderos sin su pastor, y entendiendo que la ceremonia ha llegado a su fin, recuperan esa libertad que parecían haber perdido en pro del ritual y se mueven hacia la salida. Al fondo de la estancia, en un lugar apenas iluminado, se encuentran los dos hombres, se saludan brevemente, toman asiento en sillones de churriguerescas formas y grabados en sus patas y brazos, y se disponen a hablar casi en un susurro.

- ¿Qué noticias traes?
- Buenas noticias. La reina se ha quedado sola. Todo parece indicar que el Analandés se encuentra en Gallantaria o en algún lugar al oeste del Viejo Mundo. Faur ha sido neutralizado, y su discípulo ha sido alejado de la capital.
- Perfecto. ¿Y qué fue del emisario?
- Ha sido en compañía del Errante. Eso significa que ha aceptado nuestro plan.
- Bien. El golpe de estado debería producirse mañana. Para entonces los Emisarios se habrán hecho de nuevo con el control de Brice. Y gracias a nosotros, pronto se harán también con Analand.
- Esta vez Brice será imparable. Con Analand bajo control, Lendleland caerá pronto. Ni siquiera la Corona de los Reyes salvará esta vez a Femphrey ni a Ruddlestone.
- Todo marcha. Esperemos que la ofrenda llegue a tiempo.
- No te preocupes, maestro. El Errante está de nuestro lado.
Lindelion

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Palacio de la Reina Ahleesia, Arkleton.

Phidem se ha levantado hoy de buen humor. Su trabajo en la notaría pronto le permitirá ganar el sueldo suficiente para poder comprarse el caballo que tanto desea tener. Desde niño sueña con tener uno. Nunca pensó que algún día llegaría a ser funcionario de la corte de Analand. Atraviesa la Plaza de Arkle XV, como siempre atestada de viajeros y comerciantes. Se abre paso como puede hasta llegar al palacio. Como siempre, dos guardias flanquean la puerta, pero ya le conocen, y no necesita mostrar sus credenciales. Phidem les saluda y entra en palacio. Su oficina está cerca de la entrada, a la derecha del pasillo. Cuando entra le golpea el característico olor a madera, tinta y papel. Uno de los consejeros, Dhuncam, le pidió que diseñara un presupuesto para la construcción de la Gran Muralla. Es por eso que Phidem está tan contento: han confiado en él para este peliagudo trabajo. Es un tema que levanta ampollas entre todos los analandeses, por lo que se le pidió discreción. Las protestas por parte de los analandeses no tardarían en producirse ante esta noticia. Pero él confía plenamente en su reina, y cree que si ha tomado esta decisión es porque no le queda más remedio. Tal vez teme un ataque por parte de Lendleland, o cree que la sombra de la guerra representa una amenaza lo suficientemente peligrosa como para tomar medidas. pero no le toca a él pensar en estas cosas, sino hacer lo que se le ha pedido. Él y los demás notarios de la corte tienen el privilegio de participar en la creación de un presupuesto de una construcción que, como siempre para la historia de Analand, será histórica. Debe intentar evitar los fallos que se han cometido en el pasado, y es lo que piensa hacer. Ya ha cogido su pluma y tiene sus rollos de papel delante, cuando va a mojarla... y descubre que apenas le queda tinta. Inmediatamente, se levanta y se dirige al departamento de material para pedir algunos frascos; pero entonces recuerda que el departamento se abre media hora más tarde. Sin embargo, algunas ideas le han acudido ya a la mente y no puede seguir esperando. Entrará en el departamento y cogerá esos frascos, más tarde informará al encargado; puedes entrar en cualquier departamento cuando el recepcionista, Lagord, es amigo tuyo. Se dirige a la recepción y pide la llave, alegando una urgencia. ALagord tiene reparos en entregarle la llave, pero finalmente accede, pidiéndole que nadie le vea abriendo la puerta del departamento.

- ¡Pero esta noche tú invitas! - le dice Lagord.
- No te preocupes - le contesta Phidem, sonriente -, nos tomaremos dos buenas jarras de cerveza cada uno.

Phidem tiene suerte, el departamento de material está en un pasillo apartado y débilmente iluminado por unas cristaleras de color rojo y azul. Se apresura a abrir intentando hacer el menor ruido posible. Cuando lo hace, cierra la puerta rápidamente tras de sí... y entonces, al fondo, entre varias pilas de cajas de madera, ve dos siluetas. Phidem se acerca con sigilo y descubre que una de ellas es un guardia. Están hablando en voz baja. ¿Qué harán aquí? Phidem se dispone a escuchar la conversación, escondido tras una de las pilas. No sabe cuánto va a lamentar haberla escuchado...
Lindelion

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Campamento cerca de las Colinas de Shamutanti

Asher mira a Siladrem con rabia contenida mientras observa cómo se acerca al prisionero. Nethruul mira a Asher con expresión interrogante, y este asiente. Al hacerlo, Nethruul carga con el prisionero.

- Bien, señor Sinval - dice Asher -, si no le importa, le interrogaremos en el interior de la tienda. En cuanto al mercenario, tiene toda la razón; no soy yo quien debe dudar de los hombres designados por la reina, aunque viendo los problemas que está causando esperaba tener su apoyo en esta cuestión... Debe confiar mucho en él para defenderle de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta que usted es el primer responsable de los actos del mercenario, como representante de Analand. Espero que piense en ello, y que sepa controlarlo en el futuro. Admito que las cosas funcionen de manera diferente en Analand... pero me parece demasiado arriesgado que un simple mercenario tome decisiones de tan grande envergadura sin consultar con sus superiores; por supuesto, me estoy refiriendo al soldado analandés que hoy ha muerto a manos de sus propios aliados. En Brice esto se hubiera saldado con un duro castigo, tal vez con la muerte. Asumo que Analand posee otro código ético y moral, pero a pesar de ello me sorprende que esta acción quede sin castigo. Piense en ello, señor Sinval. No me gustaría tener que hablar mal de usted a su reina.

Asher mira con un profundo odio a Sander y luego se encamina hacia la tienda, en compañía de Nethruul y el prisionero lendleliano.

- Sugiero que su mercenario vigile los alrededores mientras nosotros interrogamos al prisionero - dice Asher antes de entrar -. Para eso están. Al menos eso es lo que hará Nethruul inmediatamente.

Y le hace un gesto a Nethruul, que tras dejar al prisionero en el suelo, sale de la tienda y toma su albarda. Asher mira a Sander antes de entrar y sonríe maliciosamente. Moralmente, es muy importante para él que el mercenario analandés no se salga con la suya.
Magnakai

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Me dirijo a Sander:

- Será mejor que te quedes afuera mientras interrogamos al prisionero, Sander, confío en tus aptitudes y en las de Nethruul

Espero que entienda mi tono y que no estimule más problemas con el embajador. Acto seguido entro en la tienda junto con Asher dispuesto a interrogar al prisionero.
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Baklands
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Sander Hookton. Campamento cerca de las colinas de Shamutanti.

-De acuerdo, consejero Sinval. Confío plenamente en usted, y en que sabrá extraer de este prisionero la información que necesitemos para asegurar nuestra supervivencia. Pero con su permiso, y dado que yo ya he cumplido con mi turno de guardia, me gustaría ir a ver a Ish, para ver qué puede hacer con mi herida del hombro. Asímismo, también quisiera registrar a los cadáveres y echar un vistazo por los alrededores para intentar recoger algunas de las flechas que lanzamos y ver si puedo reunir a los caballos de los Jinetes. Sería muy beneficioso para nosotros poder continuar el viaje a caballo. ¿Cuento con su aprobación?

Ni que decir tiene que esta última pregunta la he hecho para hacerle creer al briciano que sus palabras me han calado hondo. Si antes sospechaba de ellos, ahora estoy completamente seguro de que nos la quieren jugar. Bien, si veo que las cosas no acaban de gustarme, Asher amanecerá un día con una daga clavada en la garganta. Sobre todo si consigo reunir las pruebas de que no es quien dice ser.
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Magnakai

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- Por supuesto, explora bien los alrededores y cura esa herida mientras e escolta del embajador permanece en la entrada. Esperemos no tener que volver a utilizar la violencia en nuestro viaje a Brice

Bien, Sander, explora e investiga mientras trato de averiguar algo de lo que traman estos dos

Entro en la tienda y le comento mis intenciones al embajador sobre lo que deseo del prisionero.
Lindelion

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Campamento cerca de las colinas de Shamutanti.

No sin cierta preocupación, Sander se aleja de la tienda y echa un ligero vistazo a Nethruul, que se yergue orgulloso, un brazo en jarra y el otro sosteniendo su pesada albarda. Este hace una mueca que pretende ser una sonrisa, cuando Sander le mira; sangre ajena aún gotea de sus ropas.

Ish le practica a Sander una cura de urgencia en el hombro herido.

- No hagas esfuerzos hasta mañana... si es que te puedes permitir ese lujo, claro - le dice Ish tras untarle unos potingues que guardaba en la mochila y cubrir la herida con una gasa.

Después, Sander se dispone a buscar las flechas, pero apenas hay luz y le resulta extremadamente difícil; mejor hacerlo mañana temprano. Consigue, no obstante, por ahora, reunir las armas de los enemigos: tres espadones y cinco lanzas intactas.

Resgistra los cuerpos uno por uno, sin encontrar nada más útil que las armas. Al llegar al cuerpo del jinete que se enfrentó con Nethruul, queda horrorizado: el cuerpo ha sido prácticamente descuartizado, la cabeza está separada del tronco, y le falta un brazo. Un gran charco de sangre llena el espacio entre el tronco y la cabeza. Es un espectáculo bastante desagradable, incluso para un mercenario acostumbrado a ver heridas de todas clases. Desde la lejanía, Sander vuelve a observar a Nethruul... no hay duda de que es un guerrero muy peligroso y sin ningún escrúpulo. La idea de tener un enfrentamiento con él no resulta muy tranquilizadora.

Tras reunir las armas y dejarlas en un montón cerca de la tienda, Sander sale en busca del caballo. La escasa luz de la que dispone no ayuda demasiado, pero seguramente si espera al amanecer ya no pueda encontrar ninguna montura. La del último jinete con el que se batieron permanece tendida en el suelo, doliéndose de la pata. Habrá que sacrificar al pobre animal para que no sufra. Sander opta por seguir la dirección de la única montura que podría estar en buenas condiciones. Tras una búsqueda exhaustiva entre la arboleda de la part posterior de la colina, Sander encuentra el caballo casi al pie de la misma. Cuando se acerca, el caballo bufa y se levanta sobre sus patas traseras, intentando evitar que Sander se acerque más. Por desgracia, el mercenario analandés no sabe nada acerca de los caballos, y se acerca torpemente, provocando la furia del animal, que relincha con fuerza y echa a correr hacia las Colinas de Shamutanti.
Lindelion

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Campamento cerca de las Colinas de Shamutanti --> Interior de la tienda de campaña

El prisionero intenta incorporarse torpemente, pero el dolor se lo impide. Ha sido el más castiogado de los cinco jinetes, herido repetidas veces por Sander.

Asher comienza a hablarle en su lengua, sin obtener respuesta, aunque no por falta de voluntad del prisionero, sino porque ni siquiera le quedan fuerzas para hablar; apenas le sale la voz en un tímido susurro ininteligible. Asher le golpea el rostro fuertemente con el dorso de la mano, y el jinete cae al suelo desplomado.

Viendo que Asher ha optado demasiado pronto por usar la violencia, Siladrem se interpone, pidiéndole más delicadeza al embajador, con el fin de no matar al prisionero, al menos hasta que les pueda proporcinar algo de información. De paso, Siladrem intenta dirigir el interrogatorio pidiendo a Asher que intente averiguar si su ataque fue fortuito.

Asher se agacha y se acerca al prisionero, que está bastante asustado pensando que ese briciano semi-caótico va a volver a golpearle. Asher formula la pregunta con su voz grave y cruel. El prisionero se apresura a negar con la cabeza. Asher le pregunta algo más. Todo lo que Siladrem entiende del leve susurro que expele el jinete es "analandeutch": analandés. En ese momento, Asher gira la cabeza y mira gravemente a Siladrem. ¿Qué le habrá dicho el jinete?

Asher continúia haciendo preguntas, amenazando al jinete con golpearle, y tras unos diez minutos, el embajador queda satisfecho, dejando al prisionero en el suelo, agotado por el dolor y el temor que le causa el briciano. Acto seguido, Asher se acerca a Siladrem y le mira fijamente sin articular palabra.

Pero, ¿qué le pasa? ¿Por qué no dice nada?, piensa Siladrem, temiendo una reacción violenta por parte del embajador.

- Tenemos un gran problema, señor Sinval - dice finalmente Asher; Siladrem suspira para sus adentros -. He amenazado a este tipo con torturas de todo tipo, pero sigue manteniendo su confesión: su ataque lo ha ordenado un analandés.

Siladrem se queda de piedra al oír tal cosa. ¿Un analandés? ¿Quién podría estar interesado en impedir el intercambio comercial entre Analand y Brice?

- El jinete desconoce su identidad - prosigue Asher -. Dice que se encontró con su jefe al otro lado de la frontera y le prometió una sustanciosa suma de dinero si conseguían acabar con todos nosotros. Me temo que tendremos que cambiar nuestra ruta; el traidor puede conocerla. Mañana nos pondremos de acuerdo respecto a la nueva ruta a seguir, ahora es tarde y quiero descansar un poco y terminar con esto de una vez. ¡Nethruul!

A los pocos segundos, el mercenario briciano aparece a la entrada de la tienda.

- Fíre (mátalo) - le ordena, permaneciendo de espaldas al jinete.
Lindelion

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Palacio de la reina Ahleesia. Arkleton.

Phidem corre escaleras arriba lo más veloz que puede, casi sin aliento después de haber pasado tanto miedo a ser descubierto por aquellos dos. No puede creer que aquellos hombres tan respetables estén a punto de cometer esa atrocidad. ¡Debe avisar a la reina! Rápidamente, llega a la zona donde se aloja Ahleesia, encontrando allí a sus fieles escoltas de la Academia de Chawberry, que le cortan el paso.

- ¡Rápido, dejadme pasar, su Alteza corre peligro! - se desgañita a la vez que avanza presurosamente, pero uno de los guardias le empuja hacia atrás con tal fuerza que sale despedido hacia atrás y termina en el suelo.

- Fuera de aquí, enano - exclama con desprecio.

- ¡Pero no lo entendéis! - grita Phidem, desesperado - ¡La reina...!

- Quien no lo entiendes eres tú - le corta el otro guardia -. Desaparece de aquí o...

Jsto en ese momento, la gran puerta de madera de roble se abre, y la preciosa reina Ahleesia aparece tras ella.

- ¿Qué es este alboroto? - pregunta Ahleesia.

- ¡Su Alteza, debe escucharme, por favor! - suplica Phidem.

- No os preocupéis, Alteza - dice uno de los guardias -, nosotros nos ocuparemos de este perturbado.

- No, esperad - manda Ahleesia -. ¿Quién eres? ¿Por qué estás tan nervioso?

- Su Alteza, soy Phidem, el nuevo notario. Por favor, debo hablar con vos.

- ¿Tan urgente es que no puedes comunicárselo a mis consejeros, Phidem? - pregunta Ahleesia con dulzura.

- ¡Por todos los dioses, hay un complot contra vos! - grita Phidem.

Ante esta noticia, Ahleesia ordena inmediatamente a sus guardias que entren y cierren la puerta, y permite pasar a Phidem.

- Vigilad la puerta - ordena Ahleesia a los guardias -. Que no entre nadie.

Ahleesia conduce a Phidem al salón de reuniones del consejo, le pide que se calme y que le explique lo que ocurre.

- Mi conocimiento es fruto de una conversación que no debía haber oído, entre dos hombres que tramaban a escondidas en el almacén de material. Os pido disculpas por ello, su Alteza, pues necesitaba tinta y no podía esperar para comenzar con el presupuesto de la muralla, y entonces...

- ¡Un momento! - interrumpe Ahleesia -. ¿De qué presupuesto estás hablando?

- El presupuesto que vos mandasteis, su Alteza, el de la Gran Muralla.

- ¡Yo jamás encargué ese presupuesto!

- Oh, Alteza, entonces creo que mi mentor también está metido en este complot. Permitidme que continúe, no tenemos mucho tiempo. Los hombres hablaron un rato del intento frustrado de derrocar a su padre, el rey Steiner, mediante el robo de la Corona de los Reyes.

- ¡La Corona de los Reyes! Pero, entonces... son los traidores que conspiraron para que los hombres-pájaro del Xamen se apoderaran de la Corona. ¡Creí que todos los culpables ya habían sido ajusticiados durante el gobierno de mi padre!

- Lo lamento, Alteza, pero debéis escucharme. Los hombres decían que había llegado el momento y que los "hombres" debían prepararse. Entonces vi que uno de los hombres era el capitán de la guardia.

- El capitán Thyos... no puedo creerlo
- exclama Ahleesia dejándose caer hacia atrás en el sillón y apoyando su mano sobre la cabeza -. Él mismo participó en el arresto de los conspiradores hace años...

- Alteza, debemos hacer algo y rápido - dice Phidem, con expresiónd e clara preocupación.

- ¿No sabes quién es el otro? - pregunta Ahleesia, incorporándose lentamente, dando muestras de su abatimiento ante la traición del capitán.

- No, no pude verle, y no reconocí su voz; hablaban en susurros...

- ¡Alteza!
- grita uno de los guardias, instando a Ahleesia a que se acerque a la puerta.

Phidem y la reina se acercan y, con horror, son testigos de los gritos cuyos ecos se extienden por todo el palacio, entremezclados con sonidos metálicos. No cabe duda de que está teniendo lugar una batalla que cada vez se acerca más a la puerta.

- Alteza, haceos a un lado - dice uno de los guardias al comprobar que el sonido de la batalla se encuentra ya al otro lado de la puerta. De repente, alguien golpea la puerta frenéticamente.

- ¡Alteza! - grita una voz al otro lado -. ¡Abridnos inmediatamente!

- ¡Thyos! - grita a su vez Ahleesia, con miedo e ira a la vez - ¿Qué significa esto?

- Significa que ha llegado el fin de vuestro reinado - dice otra voz.

- ¡Tú! - replica Ahleesia -. ¿Eres tú el cabecilla de esta rebelión?

- El Archimago de Mampang me puso las cosas muy fáciles en su día - continúa la voz -. Sólo tenía que entregarle la Corona y esperar a que la desgracia cayera sobre Steiner. Él me prometió que me concedería el gobierno de Analand cuando fuera el amo del Viejo Mundo. Pero no contaba con la intromisión del Analandés. Sin embargo, ahora no está...

La reina se ve perdida, y baja la cabeza, asolada; tiene razón: el Analandés no está aquí, y hace tiempo que se desligó del consejo para viajar por el Viejo Mundo... Sin embargo, una idea surge en su mente y se aferra a ella como única esperanza.

- Siladrem volverá - dice la reina - y te derrotará con la ayuda de la Alianza de Femphrey.

- No, Alteza - exclama risueña la voz -, Siladrem no volverá, y sus compañeros tampoco. Justo después de su partida envié a un grupo de Jinetes de Lendleland para que acabaran con ellos. A esta hora ya estarán todos muertos, incluido el embajador y su lacayo. Y bien, Alteza, ¿no decís nada?

Se hace un prolongado silencio; Ahleesia no puede creer que se haya dejado engañar de esa manera.

- ¡Echad la puerta abajo!
Magnakai

Mensaje por Magnakai »

Siladrem Sinval. Campamento cerca de las Colinas de Shamutanti --> Interior de la tienda de campaña

Me interpongo levantando en un gesto autoritario la mano y encomendándome a Libra para que el mercenario no actúe sin pensar y descargue en mí su ira, giro la cabeza hacia el embajador:

- ¡¡No!!No, esta no es la mejor solución en este momento. Piense un poco embajador. Si es cierto lo que este hombre dice, si es cierto que hemos sido traicionados por alguien perteneciente a la corte de mi reino, en estos momentos nos conviene mantenerlo con vida.
Primero, el traidor no sabe que conocemos sus planes y, más importante, su origen. Al no obtener noticia de sus emisarios tarde o temprano deducirá que hemos conseguido sobrevivir y, por lo tanto, deberán estar todos muertos. Aquí le sacamos ventaja, pues cuando el prisionero se recupere seguramente podremos recabar más información indirecta. Por ejemplo, ¿cómo planeaban comunicar el éxito de su plan una vez ejecutado? Probablemente podamos descubrirlo con la preguntas justas. Tal vez hasta incluso podamos beneficiarnos de sus servicios utilizándolo más adelante.
Segundo, ni usted ni yo conocemos estos terrenos mejor que este jinete. ¿Qué mejor forma de buscar otra ruta alternativa que con un guía experimentado? No corremos riesgo de que avise a sus semejantes, pues no dudo de que a su mercenario, que ha demostrado su valía de manera fehaciente, le suponga ningún reto mantener a raya a un hombre herido
.

Miro al guerrero para comprobar cómo le ha sentado a su ego esta confianza en sus dotes.

- Si le matamos más adelante podríamos echar en falta un as como este que, recuerde, sólo nosotros sabemos que tenemos.


Sin darle mucho margen para que piense, continúo:

- Por cierto, pídale que nos indique el cadáver de su líder para examinar a fondo sus pertenencias. Tal vez hallemos alguna pista de la identidad de aquel que desea desbaratar nuestra misión. Cuando se recupere podremos indagar más a fondo.

Vamos, embajador, no me defraude, deme un poco de tiempo...
Lindelion

Mensaje por Lindelion »

Campamento cerca de las Colinas de Shamutanti --> Interior de la tienda de campaña

Cuando Siladrem termina de hablar, Sander aparece detrás del umbral de la entrada a la tienda. El embajador duda unos instantes, cambiando su siempre profunda mirada alternativamente del prisionero a Siladrem, para decir por fin:

- Sé que lo que más le mueve en este momento es la compasión, señor Sinval. Pero mantener vivo a este jinete será una carga para nosotros. He pensado que deberíamos cambiar el rumbo de nuestro viaje, pues de lo contrario, como bien dice, tarde o temprano el traidor sabrá que sus hombres han sido derrotados y que seguimos camino a Brice. No podemos saber si el comandante del cuerpo de la frontera está compinchado con el traidor, así que no podemos arriesgarnos a seguir la ruta que nos indicó. No sería mala idea llevar al prisionero con nosotros si atravesáramos Lendleland, pero me temo que tendremos que cambiar de planes si queremos llegar a nuestro destino.

Asher hace una pausa y permanece unos instantes pensativo...

- Bien, vigilaremos al prisionero esta noche y mañana lo abandonaremos aquí. Matarlo nos daría algo más de tiempo, ya que el traidor tardaría algo más en saber que seguimos vivos. Pero los analandeses sois demasiado sentimentales... - gruñe, en un tono despectivo -, así que en vez de eso lo dejaremos atado a un árbol.

A continuación, Asher alza la mano en dirección a Nethruul y este se aparta del jinete y vuelve a salir de la tienda, con expresión de extrañeza en su rostro; no entiende por qué su jefe ha cambiado de opinión. Al salir se encuentra con Sander, al que mira de reojo y, tomando su albarda, deja atrás para seguir vigilando la colina.

- Bien - dice Asher -, deberíamos tratar de dormir un poco. Ahora estaremos más seguros. Que los mercenarios e Ish se encarguen de vigilar al prisionero por turnos. Mañana seguiremos discutiendo sobre el tema.

Asher camina hacia el interior de la tienda. El prisionero ha quedado tendido sobre el suelo de la tienda, y apenas tiene fuerzas para parpadear.
Magnakai

Mensaje por Magnakai »

- Muy bien, embajador, como prefiera. Sin embargo, variar nuestra ruta antes de lo previsto alertará sin duda a nuestros enemigos y puede robarnos un tiempo que puede ser crucial. No variarla a tiempo puede acabar con nuestras vidas. Propongo, pues, seguir hasta "La Buena Pitanza", una posada no muy lejana de aqui bien surtida donde podremos abastecernos convenientemente una vez hayamos decidido la orientación de nuestro rumbo y obrar por lo tanto en consecuencia. Desde ahora no podemos confiar en nadie hasta que desenmascaremos al traidor, le ruego tenga esto presente, embajador.

Dicho esto, a pesar de sentirme frustrado por la imposibilidad de recabar más información pero sin mostrar benevolencia hacia el prisionero para no perder autoridad frente a Asher, me voy a dormir con un pensamiento rondándome la cabeza:

¿Cómo espera la Luna Creciente que descubra si este hombre es un impostor si no conozco al verdadero Asher?. Debo hallar un modo.
Lindelion

Mensaje por Lindelion »

Campamento cerca de las Colinas de Shamutanti

Amanece un nuevo día. Sander enseguida se pone a buscar las flechas que él e Ish dispararon durante el día anterior contra los jinetes. Ish, que ha hecho la guardia junto con su "querido" amigo Nethruul, le ayuda en la búsqueda, pero esta resulta infructuosa; las únicas flechas que han encontrado están rotas e inservibles.

Mientras, el embajador se prepara para continuar el viaje, y una vez que Sander e Ish han terminado su búsqueda, ayudan a Nethruul a levantar el campamento. La tienda de campaña pasa de nuevo a la mochila de Sander, mientras Siladrem emerge de detrás de unos setos y se acerca al embajador con la intención de discutir el camino a seguir.

- He estado pensando en lo que me comentó anoche - dice Asher, mientras acaricia a su corcel -. No sería mala idea acercarse a esa posada para repostar, pero evidentemente corremos un riesgo al hacerlo. No podemos saber si el comandante estaba conchavado con el traidor. Se supone que sólo él conocía nuestra ruta, y sin embargo los jinetes nos encontraron fácilmente... Casi preferiría que evitáramos esa posada y nos metiéramos en las Colinas de Shamutanti. Allí podríamos ocultarnos en cualquier pueblo.

Asher monta mientras espera una respuesta de Siladrem. Mientras tanto, Nethruul ata al prisionero a un árbol con las riendas del caballo al que atacó Siladrem, que sigue esperando la muerte, tumbado en el suelo. El prisionero chilla en su lengua, seguramente implorando clemencia y rogando que no le dejen allí.
Magnakai

Mensaje por Magnakai »

Siladrem Sinval.Campamento cerca de las Colinas de Shamutanti

Me retiro unos metros para hablar a solas con el embajador:

- No carece de sentido lo que comenta, embajador. Pero como representante de la hospitalidad de Analand, no puedo permitir el arriesgarme a adentrarnos en las Colinas de Shamutanti sin unas mínimas garantías de susbsistencia por nuestra parte. Parece que es usted el principal objetivo de esta confabulación contraria a nuestros intereses comerciales, por eso lo mejor será que no se acerque a la posada. Seguiremos la ruta y seré yo el único que entrará la misma para abastecernos. De esta manera seguirá escoltado por nuestros mejores guerreros y nuestro médico personal . No se preocupe por mí, dudo que intenten algo sólo contra mi persona sin saber qué ha sido del embajador y, en el hipotético caso de que trataran de seguirme, no hubiese llegado a mi posición si careciese de recursos para eludir estos contratiempos.
Una vez reunidos, variaremos la ruta hacia las Colinas.
Lindelion

Mensaje por Lindelion »

Frontera de las Colinas de Shamutanti

- Estoy de acuerdo con su plan, señor Sinval - dice Asher tras permanecer pensativo unos segundos -. Pero debería extremar las precauciones. Su elegante vestimenta puede llamar demasiado la atención en la posada. Estaría más seguro si se disfrazara de plebeyo.

Dicho esto, Asher da la orden a su caballo de avanzar. El séquito del embajador pone rumbo entonces a la posada "La Buena Pitanza", mientras los gritos desesperados del prisionero se confunden ya en la lejanía. Procuran apartarse del camino principal para ocultarse a los posibles enemigos; esto es más fácil ahora gracias al terreno que atraviesan, que comienza a llenarse de cerros y altiplanicies, favoreciendo su ocultación... pero también la de los innumerables bandidos que pululan por las colinas.

Conforme transcurre la jornada, Siladrem no deja de pensar en todo lo que está ocurriendo. Primero la Luna Creciente le informa de que el embajador puede ser un impostor, y ahora descubre que hay un traidor en Analand... si es que el supuesto embajador no le ha mentido. Pero si fuera verdad... ¿podría fiarse del comandante de la frontera? ¿No les estaría conduciendo a una trampa mortal por si los jinetes fallaban? La Luna Creciente siempre escoge cuidadosamente a sus miembros, y el mensaje tenía el sello secreto, el cual nunca le es confiado a nadie ajeno a la comunidad... Demasiadas son las incógnitas que debe barajar Siladrem, y tal como ya ha podido comprobar desgraciadamente, un paso en falso puede llevarles a todos a una muerte segura.

La preocupación hace que el tiempo pase volando, y al mediodía, gracias al paso acelerado que ha mantenido el grupo, la posada ya puede verse a lo lejos. Esta se encuentra situada justo antes de entrar a una zona boscosa, a la orilla de un arroyo salvable a través de un puente de piedra que comunica también por el otro lado con el tramo que da paso a las Colinas de Shamutanti. Parece acogedora, pero su ubicación dificulta seriamente la huida en caso de que fuera necesaria.

El grupo se esconde tras un altozano que hay a unos cien metros antes de llegar al puente.

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Lindelion

Mensaje por Lindelion »

La Buena Pitanza

- Bien, señor Sinval, deberá comprar provisiones para una semana, para cada uno de nosotros. Lo he estado pensando y creo que la mejor solución es entrar en Kharé y embarcar en el puerto. La ruta más segura hacia Brice en estas circunstancias es por mar. Asegúrese de no llamar demasiado la atención en la posada. Espero por su bien que el comandante no le esté preparando una bienvenida mortal allí dentro. Si no vuelve en quince minutos partiremos sin usted.

Asher le entrega a Siladrem una bolsa con dinero para que pague las provisiones.

El lugar está bastante tranquilo, los pájaros revolotean alrededor y sus cantos se oyen desde el frondoso bosque que se abre tras la posada y el arroyo. Cuando Siladrem mira hacia el camino que conduce al puente, nota como la tensión crece en sus músculos... Ahora comprobará si el comandante es de fiar.
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phillix
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Mensaje por phillix »

La Buena Pitanza

Sander -
me acerco al mercenario y por fin hablo pero en voz baja - He estado un poco callado últimamente, toda esta situación me tiene pensativo, y dentro de todo creo que Siladrem puede estar en grave peligro. Como persona cercana a la reina, pudiera ser el segundo objetivo después de Asher

Tanto pensar me ha tenido un poco separado de la acción, pero creo que ya es hora de tomar parte activa en esto. ¡Ish está de regreso!
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Baklands
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Mensaje por Baklands »

Sander Hookton. La Buena Pitanza.

Creo que Ish tiene razón. No debería dejar entrar al consejero solo. Sin darle más vueltas tomo una decisión.

-Consejero Sinval, espere un momento. No me parece prudente que entre usted ahí solo. Le acompaño.

Supongo que esto a Asher no le agradará, pero no voy a correr el riesgo de que le pase nada a Siladrem.
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Magnakai

Mensaje por Magnakai »

Siladrem. La Buena Pitanza

- Bien, Sander, creo que el embajador no corre aquí peligro, pero tiene razón en la. Vayamos, pues, no tardaremos mucho.

No me gusta mucho la idea de dejar a estos dos con Ish, pero parece la mejor opción

Me acerco a mi equipo y busco ropa menos llamativa para cambiarme.
Lindelion

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La Buena Pitanza

- De acuerdo, llévese a su mercenario - dice Asher -, sólo espero que no le cause demasiados problemas.

Se nota que el embajador está aprovechando la oportunidad para quitarse de la vista a Sander, por quien ya todos saben que no siente mucho aprecio.

Siladrem abre su mochila y saca su muda de ropa de viaje para vestirla antes de entrar en la posada. Entonces ambos avanzan con cautela hasta llegar al puente de piedra.

Mientras tanto, Asher habla con Nethruul, pero Ish no puede entender nada de lo que dicen. ¡Si tuviera esa peluca verde! Espera que diez minutos sean suficientes para que el contacto le dé la información que necesita.

El silencio escama cada vez más a los dos analandeses. Sander acaricia el pomo de su única espada, con los cinco sentidos puestos en la posada y los alrededores. Ambos están ya frente a la puerta. Se escucha un rumor tras ella. Son los parroquianos. No parece que esto sea una trampa. Siladrem gira el pomo de la puerta y entra acompañado de Sander. La puerta da paso a una pequeña sala de estar, acuya izquierda se encuentra un marco sin puerta y al frente unas escaleras. Siladrem y Sander pasan por debajo del marco, para descubrir una gran salón-comedor. En el centro arde una chimenea, y algunos parroquianos acercan sus taburetes para calentarse los pies. En torno a la chimenea hay mesas redondas de madera con una plataforma circular sobre ellas, donde se sitúan los platos, mientras que en los bordes se sitúan jarras y vasos. Las paredes son de un material rugoso y en ellas hay practicados unas aberturas largas y rectangulares con estanterías sobre las que descansan todo tipo de objetos. Al fondo hay una puerta por donde entra y sale un tipo bajito y delgado, con las orejas puntiagudas y los ojos achinados, que lleva una bandeja, ora repleta de jarras, ora con humeante comida. Hay criaturas de todo tipo bebiendo y comiendo, aunque la mayoría son humanoides. Sólo dos permanecen solitarias en sus respectivas mesas. Uno es un elfo negro, que al ver a Sander abre los ojos denotando sorpresa y permanece en actitud tensa; el otro es un humano que mira fijamente a Siladrem, como escrutando sus rasgos.
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