Publicado: 29-Mar-2006, 22:09
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Horario: Noche
Lugar: Ciudad en ruinas de Maaken
Ya ha caido la noche cuando llegais a las afueras de la ciudad de Maaken. A pesar de encontrarse totalmente en ruinas, todavia se pueden contemplar grandes edificios de piedra que dan fe de la majestuosidad que una vez debió poseer esta urbe.
No teneis que pensar demasiado hacia donde dirigiros, ya que pronto descubrís una sombra alada que vuela sobre la ciudad a la luz de la luna llena. Parece que el Kraan desciende y os dirigís al interior por un paseo de piedra, a su encuentro.
La plaza principal esta llena de pedazos de grandes rocas caidas de los edificios que la rodeaban, y las malas hierbas e incluso algún que otro árbol han crecido aquí. Pero vuestra atención se centra en el Kraan que se ha posado sobre el único edificio que aun mantiene una planta de altura, que parece sostenerse a duras penas. La bestia os dirige un siseo, moviendo el cuello como una serpiente, mientras os observa con sus rojizos y malvados ojos.
Al lado del Kraan, Lobo Gris espera, con los brazos cruzados y rostro pétreo.
Detenéis a vuestras monturas mientras preparáis las armas, estudiando a vuestro oponente. El Maestro viste una gastada capa del Kai, que se agita en el viento nocturno, y porta enfundada una espada y al hombro un arco y un carcaj. Reconoceis las armas, se tratan de la espada Colmillo y del arco Silbido. Las mismas armas que enviasteis con el cadáver de (ahora lo sabéis) el Barón Derek Vanalund, de camino al Monasterio del Kai. Sin duda Lobo Gris se las ingenió para recuperarlas.
Os preguntais qué fue de los dos sacerdotes que llevaban el cadáver de vuelta al Monasterio. Quizás también fueron víctimas de toda esta locura, como tantos otros.
La noche queda en silencio, que de pronto es roto por el silbido del viento que sopla desde el Abismo Maldito. Quizás es vuestra imaginación, pero parece traer un grito inacabable.
Gracias por venir, Señores del Kai. Dice Lobo Gris.
A modo de respuesta, Dragón Carmesí dispara con Kamikaze.
El Maestro del Kai no se mueve, y la flecha, que llevaba una trayectoria que terminaba en su garganta, se desvía hacia arriba de manera incomprensible.
¡Debe estar usando su Poder Mental sobre la Materia para desviarla!
Lobo Gris asiente, satisfecho. Bien hecho, Dragón. Roble Nudoso no educó a ningún tonto... pero debes aprender a domar tu temperamento.
¿Cómo te atreves a darnos lecciones? Le grita Gavilán. Tú, que deshonras la capa que llevas puesta. ¿Dónde está la hija del Rey?
El Maestro del Kai os observa cuidadosamente.
Para mí no sois más que los niños que jugaban de pequeños en el Monasterio ante la Torre del Sol. No estáis aquí para exigir nada. Si os he convocado es para que transmitais mi mensaje a todo Sommerlund. En concreto al Rey, a la Orden del Kai y a la Hermandad de la Estrella de Cristal.
¿Qué mensaje? Dice Cuervo con rabia apenas contenida.
Unios a mí o pereced.
Silencio. De pronto Dragón rompe a reir. ¡Estás loco, viejo!
Quizás. Replica Lobo Gris con amargura. Pero escuchad esto. Me dispongo a comenzar una cruzada. Hoy. Ahora. Una cruzada contra los Señores de la Oscuridad de Helgedad. Pronto, entraré en las Tierras Oscuras y arrasaré sus ciudades. No me detendré hasta que todos ellos hayan sido destruidos.
Gavilán mueve la cabeza. Definitivamente, te has vuelto loco.
¿Tú crees, chico? Responde el Maestro. La decisión es sencilla. O los ejércitos de Sommerlund junto a los Señores del Kai y los Magos de Torán se unen a mi en mi guerra contra los Señores Oscuros y Lord Zagarna, o los arraso antes de la invasión.
En concreto, me interesa que Sommerlund negocie con Durenor la devolución de la Espada del Sol, la Sommerswerd. Me resultará de gran utilidad.
Y si se niegan, también invadiré Durenor si es preciso.
La enormidad de las locuras que dice vuestro antiguo Maestro os deja sin habla.
Finalmente, Cuervo acierta a preguntar. ¿Por qué haces todo esto?
De pronto, Lobo Gris parece muy viejo y cansado.
Era la única manera... no me quedaba otra opción...
Son ellos o nosotros, ¿entendéis? Si no acabamos con la amenaza de los Señores de la Oscuridad, ellos acabarán venciendo...
¿Y todo esto era necesario? Continúa Cuervo. El desgarro de un pais como el nuestro... tantas mentiras y tantas muertes... incluida la de nuestro hermano Gato Alado...
Porque lo mataste tú ¿no es cierto?
La mirada de Lobo Gris se hace sombría. Mis manos están manchadas de sangre inocente, incluso de la de mis hermanos del Kai. Gato me descubrió cuando me movía por el palacio. Tuve que matarlo.
El viejo maestro suspira. Por alcanzar mi meta lo he sacrificado todo, pero es un sacrificio que yo he decidido hacer, y del que no me arrepiento. He llegado demasiado lejos como para dar marcha atrás...
Te mataré. Murmura Dragón entre dientes. Vas a pagar lo que has hecho.
Entreganos a la princesa Diana. Interviene Gavilán. Aun estás a tiempo de rectificar tus errores.
Lobo Gris frunce el ceño. Todavía no habeis entendido que no teneis posibilidad ¿verdad? Pero... ¡Qué sabreis vosotros! ¡No sabeis nada de mí!
Algo sí sabemos... Alexander. Murmura Cuervo.
Una emoción olvidada pasa por un fugaz momento por el rostro del viejo maestro.
Nadie... me llamaba así... desde hace mucho tiempo. Su mirada se hace turbia. Incluso Dayia me llamaba Lobo Gris...
Pero un instante después os vuelve a mirar con ojos brillantes.
Muy bien, Señores del Kai. Quizás os hayáis ganado el derecho de oir mi historia. De saber quién es Lobo Gris...
Horario: Noche
Lugar: Ciudad en ruinas de Maaken
Ya ha caido la noche cuando llegais a las afueras de la ciudad de Maaken. A pesar de encontrarse totalmente en ruinas, todavia se pueden contemplar grandes edificios de piedra que dan fe de la majestuosidad que una vez debió poseer esta urbe.
No teneis que pensar demasiado hacia donde dirigiros, ya que pronto descubrís una sombra alada que vuela sobre la ciudad a la luz de la luna llena. Parece que el Kraan desciende y os dirigís al interior por un paseo de piedra, a su encuentro.
La plaza principal esta llena de pedazos de grandes rocas caidas de los edificios que la rodeaban, y las malas hierbas e incluso algún que otro árbol han crecido aquí. Pero vuestra atención se centra en el Kraan que se ha posado sobre el único edificio que aun mantiene una planta de altura, que parece sostenerse a duras penas. La bestia os dirige un siseo, moviendo el cuello como una serpiente, mientras os observa con sus rojizos y malvados ojos.
Al lado del Kraan, Lobo Gris espera, con los brazos cruzados y rostro pétreo.
Detenéis a vuestras monturas mientras preparáis las armas, estudiando a vuestro oponente. El Maestro viste una gastada capa del Kai, que se agita en el viento nocturno, y porta enfundada una espada y al hombro un arco y un carcaj. Reconoceis las armas, se tratan de la espada Colmillo y del arco Silbido. Las mismas armas que enviasteis con el cadáver de (ahora lo sabéis) el Barón Derek Vanalund, de camino al Monasterio del Kai. Sin duda Lobo Gris se las ingenió para recuperarlas.
Os preguntais qué fue de los dos sacerdotes que llevaban el cadáver de vuelta al Monasterio. Quizás también fueron víctimas de toda esta locura, como tantos otros.
La noche queda en silencio, que de pronto es roto por el silbido del viento que sopla desde el Abismo Maldito. Quizás es vuestra imaginación, pero parece traer un grito inacabable.
Gracias por venir, Señores del Kai. Dice Lobo Gris.
A modo de respuesta, Dragón Carmesí dispara con Kamikaze.
El Maestro del Kai no se mueve, y la flecha, que llevaba una trayectoria que terminaba en su garganta, se desvía hacia arriba de manera incomprensible.
¡Debe estar usando su Poder Mental sobre la Materia para desviarla!
Lobo Gris asiente, satisfecho. Bien hecho, Dragón. Roble Nudoso no educó a ningún tonto... pero debes aprender a domar tu temperamento.
¿Cómo te atreves a darnos lecciones? Le grita Gavilán. Tú, que deshonras la capa que llevas puesta. ¿Dónde está la hija del Rey?
El Maestro del Kai os observa cuidadosamente.
Para mí no sois más que los niños que jugaban de pequeños en el Monasterio ante la Torre del Sol. No estáis aquí para exigir nada. Si os he convocado es para que transmitais mi mensaje a todo Sommerlund. En concreto al Rey, a la Orden del Kai y a la Hermandad de la Estrella de Cristal.
¿Qué mensaje? Dice Cuervo con rabia apenas contenida.
Unios a mí o pereced.
Silencio. De pronto Dragón rompe a reir. ¡Estás loco, viejo!
Quizás. Replica Lobo Gris con amargura. Pero escuchad esto. Me dispongo a comenzar una cruzada. Hoy. Ahora. Una cruzada contra los Señores de la Oscuridad de Helgedad. Pronto, entraré en las Tierras Oscuras y arrasaré sus ciudades. No me detendré hasta que todos ellos hayan sido destruidos.
Gavilán mueve la cabeza. Definitivamente, te has vuelto loco.
¿Tú crees, chico? Responde el Maestro. La decisión es sencilla. O los ejércitos de Sommerlund junto a los Señores del Kai y los Magos de Torán se unen a mi en mi guerra contra los Señores Oscuros y Lord Zagarna, o los arraso antes de la invasión.
En concreto, me interesa que Sommerlund negocie con Durenor la devolución de la Espada del Sol, la Sommerswerd. Me resultará de gran utilidad.
Y si se niegan, también invadiré Durenor si es preciso.
La enormidad de las locuras que dice vuestro antiguo Maestro os deja sin habla.
Finalmente, Cuervo acierta a preguntar. ¿Por qué haces todo esto?
De pronto, Lobo Gris parece muy viejo y cansado.
Era la única manera... no me quedaba otra opción...
Son ellos o nosotros, ¿entendéis? Si no acabamos con la amenaza de los Señores de la Oscuridad, ellos acabarán venciendo...
¿Y todo esto era necesario? Continúa Cuervo. El desgarro de un pais como el nuestro... tantas mentiras y tantas muertes... incluida la de nuestro hermano Gato Alado...
Porque lo mataste tú ¿no es cierto?
La mirada de Lobo Gris se hace sombría. Mis manos están manchadas de sangre inocente, incluso de la de mis hermanos del Kai. Gato me descubrió cuando me movía por el palacio. Tuve que matarlo.
El viejo maestro suspira. Por alcanzar mi meta lo he sacrificado todo, pero es un sacrificio que yo he decidido hacer, y del que no me arrepiento. He llegado demasiado lejos como para dar marcha atrás...
Te mataré. Murmura Dragón entre dientes. Vas a pagar lo que has hecho.
Entreganos a la princesa Diana. Interviene Gavilán. Aun estás a tiempo de rectificar tus errores.
Lobo Gris frunce el ceño. Todavía no habeis entendido que no teneis posibilidad ¿verdad? Pero... ¡Qué sabreis vosotros! ¡No sabeis nada de mí!
Algo sí sabemos... Alexander. Murmura Cuervo.
Una emoción olvidada pasa por un fugaz momento por el rostro del viejo maestro.
Nadie... me llamaba así... desde hace mucho tiempo. Su mirada se hace turbia. Incluso Dayia me llamaba Lobo Gris...
Pero un instante después os vuelve a mirar con ojos brillantes.
Muy bien, Señores del Kai. Quizás os hayáis ganado el derecho de oir mi historia. De saber quién es Lobo Gris...