¡BRUJERÍA!: La Maldición del Errante

Si te atreves a ponerte en la piel de un Señor del Kai, si te crees capaz de desafiar a los Señores de la Oscuridad, o si deseas simplemete pasar un buen rato, entra y asume el riesgo... pero quedas advertido...
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¡BRUJERÍA!: La Maldición del Errante

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Arkleton (Analand), cerca de mediodía

El sol comienza a asomarse por encima de los tejados en un nuevo y caluroso día de verano en Arkleton. Los comerciantes y artesanos de la ciudad se ponen en movimiento, montan sus puestos, abren sus talleres, preparan sus utensilios de trabajo, colocan sus productos amparados bajo gruesos toldos que cuelgan de estacas de madera. A lo lejos, por encima de las casas, la alta Torre del Analandés domina la ciudad, recordando cada día a los analandeses de Arkleton su gran triunfo sobre el Archimalo de Mampang y el regreso de la Corona de los Reyes, que tanta prosperidad ha traído al reino.

Hoy la ciudad espera la llegada de lord Asher, embajador de Brice, que viene a parlamentar con la reina Ahleesia acerca de las relaciones comerciales entre los dos países. Es una situación complicada para Ahleesia. La reina no quiere beneficiar a ninguno de los países en conflicto, pero por otra parte sabe que el crecimiento económico que está viviendo su país no será eterno. Es necesario abrirse a nuevos mercados para evitar una nueva caída y conseguir una estabilidad.

Nadie sabe cómo manejará el asunto la reina Ahleesia, pero todos en Arkleton confían en ella. Como también confían en que hoy se llegue a un acuerdo que evite la subida de impuestos debido a la reanudación de las obras en la Gran Muralla. Casi no se habla de otra cosa en las tabernas y posadas de la capital. Nadie desea una subida de impuestos ahora que por una vez pueden dormir tranquilos sin miedo a caer en la ruina al día siguiente.

El sol ya se sitúa justo a la derecha de la Torre del Analandés, proyectando una sombra sobre la plaza principal de la ciudad. Al otro lado de la plaza se encuentra el palacio de la reina Ahleesia, donde convive con sus funcionarios y consejeros, y muchas veces con el Consejo de Hechiceros, cuya sede se halla justo al lado del palacio, en un edificio alto con gran cantidad de amplios ventanales de cristal, y construido en piedra. La vista de estos tres grandes edificios domina la plaza rectangular donde tiene lugar una intensa actividad comercial. Todos los productos de manufactura analandesa se pueden encontrar en la Plaza de Arkle XV (rey que mandó construirla), y también muchos de los exportados de otros reinos. Hoy se ha tendido una gran alfombra de color azul que atraviesa toda la plaza en dirección al palacio de Ahleesia, una costumbre que se viene practicando desde hace muchos años para recibir a personalidades importantes. Se espera que lord Asher venga acompañado de un numeroso séquito, así que se han despejado los alrededores y la Plaza de Arkle XV ha quedado dividida en dos mitades.

Como era de esperar, hoy casi toda la actividad de la capital se concentra en la Plaza de Arkle XV. Tanto viajeros como habitantes se han acercado a la plaza a la hora a la que se espera la llegada del embajador Asher. Los soldados se afanan en despejar el camino, intentando constantemente obligar a los presentes a respetar la línea que se ha pintado con tiza negra a ambos lados de la gran alfombra azul, para que no entorpezcan el paso del séquito. Y mucho más han de afanarse cuando llegan los rumores a la plaza de que lord Asher ya ha entrado por la puerta occidental de Arkleton. Instantes después, a lo lejos ya se divisa un grupo de soldados que avanza siguiendo la alfombra azul. Tras ellos avanza también un carruaje tirado por cuatro caballos, uno negro y los demás de color marrón. Cierra el séquito otro grupo de soldados ataviados con lanzas y escudos. Entonces uno de los presentes entre la muchedumbre grita:

- ¡Son nuestros soldados! ¡El embajador es escoltado por soldados de Analand!

El volumen de los murmullos crece en toda la plaza. Nada se ve a través del carruaje, cuyos escudos sí muestran los símbolos de Brice. ¿Lord Asher viaja sin séquito?

Nadie ve bajarse al embajador cuando el carruaje se detiene justo delante de la puerta del palacio de la reina. Los soldados del séquito se retiran y vuelven a sus puestos en la muralla de la ciudad. La entrada de Asher ha sido tan misteriosa como desconcertante…
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Siladrem Sinval. Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

Hoy Siladrem se encuentra bastante nervioso. La llegada del embajador de Brice no sólo es importante para el futuro de la economía de Analand; también representa su oportunidad para acercarse aún más al cargo que Faur quería para él: consejero de la reina. Desde que Faur cayó enfermo, Siladrem prácticamente ha asumido ese cargo, pero de manera extraoficial y dedicándose aún más a otros asuntos como la administración de la hacienda pública y la preparación de hijos de familias nobles y acaudaladas para puestos importantes dentro del palacio.

Pero no es eso solamente lo que turba a Siladrem. La llegada del embajador de Brice reabre heridas del pasado, su tiempo como esclavo en las minas de Quill y su odio hacia ese país belicosos que tan mal lo trató. Sin embargo, Siladrem sabe que no debe dejarse llevar por estos sentimientos, y que si su reina y Analand necesitan establecer algún tipo de alianza con Brice, él demostrará que su lealtad hacia Analand está por encima de su odio a los bricianos.

El asunto que viene a tratar el embajador atañe a la labor de Siladrem como funcionario encargado de la hacienda, aunque muy poco tiene que ver con el puesto que desea alcanzar como consejero experto en temas esotéricos. Durante meses ha estado intentando idear alguna estratagema, algún plan de recaudación que arregle un poco el problema que se le ha presentado a Ahleesia. Ante la amenaza de la Tercera Guerra de Ruddlestone, se hace necesario proteger de nuevo a Analand de los invasores, y para ello es necesario reanudar la construcción de la Gran Muralla y reforzar las defensas de los puertos. Pero los aanalandeses han sufrido ya mucho con la crisis económica a la que dio lugar el desastroso manejo del plan de construcción de la muralla en el pasado, y la simple mención del aumento de los impuestos debido a la reanudación de la construcción de la muralla es motivo más que suficiente para que crezca la desconfianza y el descontento entre la población, por mucho que confíen en su reina. Ahleesia ha solicitado la presencia de Siladrem en su diálogo con Asher, y es una buena oportunidad para que Siladrem muestre su competencia como consejero en un asunto de vital importancia. Si todo saliera bien hoy, Siladrem habrá dado un gran paso para cubrir el puesto de consejero que ha dejado Faur.

Siladrem sale de su despacho para reunirse con la reina en su salón-biblioteca. Dos fornidos guardias, de aquellos entrenados expresamente para proteger a la reina en el bosque de Chawberry, dan paso a Siladrem tras separar sus lanzas delante de la gran puerta de madera de roble. Siladrem encuentra a la joven reina Ahleesia sentada en un extremo del salón, hojeando un libro, Parece bastante tranquila a pesar de todo. Cuando llega a la altura de Ahleesia, le hace una reverencia y esta levanta la vista y dibuja un gesto afable en su rostro.

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- Buenos días, Siladrem – dice Ahleesia -. Me alegro de que estés aquí. Quizá juntos podamos manejar bien la situación que tenemos entre manos.

En ese momento los demás consejeros se presentan también en el salón y se colocan alrededor de la reina, que sigue hablando a Siladrem:

- Mi posición es la siguiente, y quiero saber tu opinión. Brice es un país a donde van a parar la mayoría de las exportaciones de hierro de todo el Viejo Mundo, y que ya tiene un buen mercado en lo que se refiere a los productos del mar. Por lo tanto no creo que a Tinardo Del Riska le interese mucho ninguna de esas dos industrias. Creo que sus intereses en el mercado de Analand se centran sobre todo en lo referente a especias y productos alimenticios, teniendo en cuenta su conflicto con Ruddlestone. Van a necesitar gran cantidad de recursos si van a declarar la guerra a los ruddlenses. No obstante, como ya sabes, proporcionar esos recursos a Brice puede hacer que Lendleland nos vea como sus aliados. Y correríamos el riesgo de que nos declararan la guerra en un futuro. Por otra parte, he estado pensando que el mercado de diamantes de Brice puede ser una buenísima solución para el problema que tenemos con el aumento de los impuestos. Dime, Siladrem, ¿qué opinión te merece todo esto? ¿Crees que tenemos alguna posibilidad de un intercambio comercial con Brice sin correr riesgos en un futuro?

Los consejeros que rodean a la reina, todos ellos viejos y venerables, observan a Siladrem con cierto desprecio, quizás debido a su juventud y a su poca confianza en él. Y también quizás debido a los celos que les provoca el hecho de que la reina haya querido consultar este asunto expresamente con él antes de pedir la opinión de ellos.
Última edición por Lindelion el 01-Dic-2005, 10:47, editado 2 veces en total.
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Sander Hookton. Frontera de Analand.

- Sander, el capitán solicita tu presencia en su tienda – dice una de los soldados del escuadrón encargado de vigilar la parte incompleta de la muralla donde se encuentra Sander en estos momentos. Hace días que el capitán lo había llamado para unirse a un grupo de mercenarios con el propósito de vigilar más allá de la frontera con Lendleland.

El capitán, un Maestro Vigía, sabía del entrenamiento de Sander en el bosque de Chawberry, y solía llamarlo para las misiones más peligrosas. Sin embargo, nunca había trabajado con los soldados, a los que al parecer les desagrada su aspecto. Algunos de ellos incluso lo llaman “Perro del Infierno”, debido a su aspecto, con esos ojos azules refulgentes bajo su capa y su rostro tiznado de negro. Sander ya se había encargado de despejar el camino hacia la frontera de Lendleland con Analand. Esperaba que la llamada del capitán fuera para zanjar el asunto por completo, con el pago por sus servicios. Pero Sander se equivocaba.

Sander entra en la gran tienda del capitán. Ya había entrado muchas otras veces, pero siempre le sorprende lo que encuentra en su interior. Parece el interior de una confortable mansión, con estanterías llenas de libros, grandes mesas de buena madera y sillas y sillones tapizados con telas del Lejano Analand. Cuando sus ojos se acostumbran a la oscuridad, Sander ve al capitán al fondo, sentado en una silla y consultando unos papeles en compañía del alférez de la compañía.

- Ah, Sander – dice cuando este se acerca -. Siéntate, tenemos que hablar de negocios, De más negocios. Aquí tienes tus doce doblones de oro por tus servicios prestados. Pero tengo ocho más para ti. El embajador Asher ya ha llegado, pero necesita una escolta que lo guíe hasta la capital. Por lo visto fue atacado a mitad de camino mientras atravesaba las planicies de Lendleland por los jinetes nómadas de Adessios Riogax. Sólo él y uno de los mercenarios que le acompañaban han sobrevivido al ataque.

El capitán termina de escribir una nota en un pergamino, lo enrolla y derrama algo de cera de una vela que arde a su izquierda sobre él, y a continuación estampa sobre ella un sello.

- Guarda esto – le dice a Sander entregándole el pergamino -. Aquí se ordena el pago de esos ocho doblones de oro cuando llegues al palacio de Ahleesia. Deberás entrar junto con Asher y dirigirte a uno de los funcionarios de la entrada para cobrar el dinero.

Sander toma el pergamino y se muestra de acuerdo en servir como escolta de Asher. Enseguida se ponen en marcha los preparativos, y en un abrir y cerrar de ojos el carruaje parte acompañado de un pequeño séquito de mercenarios hacia Arkleton.

Se acerca el mediodía cuando el carruaje entra por la puerta occidental de Arkleton. Sander ni siquiera ha visto a Asher, pero sí al mercenario que sobrevivió al encuentro con los jinetes nómadas de Riogax. Es un humano de piel morena, bastante serio y de pocas palabras. Llega una albarda consigo, y tiene gran cantidad de pequeñas cicatrices que surcan sus brazos, sus piernas y su cara. Sólo ha conseguido averiguar su nombre: Nethruul.

Una vez que el carruaje entra en la ciudad, el capitán encargado de vigilar la muralla designa a un grupo de soldados para abultar el séquito que acompaña a Asher, para que al menos haga su entrada en la Plaza de Arkle XV con la pompa de un a personalidad importante.

Cuando el séquito atraviesa la alfombra azul que se ha colocado en la plaza para recibir al embajador, la muchedumbre murmura al ver que el séquito de Asher está compuesto por soldados analandeses. Una vez que el carruaje llega a la altura de la puerta del palacio de la reina, se detiene y de él sale un tipo alto y corpulento, cubierto de abundante pelo y vestido con una toga, luciendo varios adornos, colgantes y anillos de oro y diamante. Lord Asher parece ser un cruce entre una raza caótica y humano, asemejándose bastante a un lupino.

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Como dijo el capitán de la compañía de vigilancia de la frontera, Sander entra al palacio acompañando a Asher, que enseguida es recibido por varios funcionarios que le guían hacia el interior del palacio. Muchos otros funcionarios pululan por la entrada, bastante atareados por lo que se ve, debido a la llegada del embajador.
Última edición por Lindelion el 01-Dic-2005, 10:48, editado 3 veces en total.
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Ish Ksj. Plaza de Arkle XV (Arkleton)

Aquel día Ish se había acercado, como todo el mundo, a la Plaza de Arkle XV, pero no precisamente como mirón. Sus conocimientos como sanador habían llamado la atención de la guardia de la ciudad, y en más de una ocasión se había solicitado su habilidad en alguna trifulca callejera, para curar a los heridos. Era extraño que le hubieran llamado con tanta urgencia. Tuvo que cerrar su negocio a toda prisa y dirigirse hacia la Plaza, donde le esperaba uno de los capitanes de la guardia. Una numerosa muchedumbre se ha reunido expectante para recibir al embajador de Brice, pues saben que la subida de los impuestos depende de lo que se hable hoy en el palacio de Ahleesia.

Ish se hace paso como puede entre el gentío y llega hasta la línea negra trazada con tiza que se ha trazado como límite hasta donde puede pisar la gente. Al llegar hasta allí, un guardia se apresura a apartarlo de la línea, empujándole hacia atrás.

- Soy Ish Ksj, el capitán me ha dicho que me presente junto al palacio.

Estas palabras son suficientes para hacer que el guardia permita la entrada de Ish, que se dirige a toda prisa hacia el lugar donde termina la larga y ancha alfombra azul que se ha tendido atravesando toda la plaza. El capitán, que está dando instrucciones a unos soldados, enseguida repara en la presencia de Ish, y se dirige hacia él.

- Perdona que te haya llamado con tanta urgencia – dice el capitán -. He sido informado de que el embajador Asher ha sido víctima de un ataque en Lendleland, y me han pedido que te llamara por si él o su acompañante necesitan asistencia médica. Pasa al interior del palacio y pide que te guíen hasta donde se encuentran los médicos de la reina.

Ish asiente y se dirige raudo y veloz hacia el palacio, donde uno de los guardias lo guía hasta la estancia donde se encuentran los médicos, tras una puerta de madera profusamente decorada con grabados que hacen referencia a Libra. Algunos de los médicos han oído hablar de Ish, y su opinión sobre él es bastante variable. Unos opinan que pueden aprender mucho acerca del uso de los Encantamientos para la sanación, cosa que sospechan que hace Ish, mientras que otros no ven con buenos ojos que un hechicero les robe protagonismo. Todos murmuran acerca de las noticias de las que de seguro están ya al tanto al igual que Ish.

Al cabo de un instante, un hombre de piel morena y surcado por multitud de pequeñas cicatrices irrumpe en la habitación junto con unos guardias que indican a los médicos que se trata de un acompañante de lord Asher al que deben curar.

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Cuando Ish examina sus heridas, junto con los demás médicos, descubre que ya le han practicado una cura de urgencia en el costado, donde presenta un corte superficial. Ish dispone de todo el equipo médico necesario para curar a ese hombre, dispuesto sobre una mesa redonda al lado de una cama donde se está echando el herido, y está seguro de lo que tiene que hacer. Pero, ¿sería conveniente utilizar aquí sus habilidades mágicas? ¿O sólo hará uso de sus conocimientos de medicina?
Última edición por Lindelion el 01-Dic-2005, 10:48, editado 1 vez en total.
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Baklands
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Sander Hookton. Entrada del Palacio de la Reina Aleeshia

Observo incrédulo el ir y venir de multitud de funcionarios y diversos personajes que poblan la entrada del palacio.

Cómo puede haber tanta gente por aquí y no estorbarse entre ellos

Nunca me ha gustado el ajetreo de las grandes ciudades, así que aunque intento disimular mi desagrado al parar a uno de esos funcionarios, no consigo que mi tono sea del todo cordial.

-Eh, tú-le espeto mientras le agarro del brazo como una prensa-¿dónde puedo cobrar esto?-mostrándole la carta que me ha entregado el capitán. Luego recapacito sobre mi brusquedad y le suelto el brazo mientras añado en un tono más suave:

-El capitán de la guardia fronteriza donde sirvo actualmente me dio esta carta para que me fueran entregados ocho doblones a mi llegada a palacio. He venido reclutado como parte de la escolta.-y le tiendo la carta al funcionario.

Espero que este hombre no me ponga demasiados problemas y se me pague lo que se me debe.
Última edición por Baklands el 12-Jul-2005, 17:56, editado 3 veces en total.
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Magnakai

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Siladrem Sinval. Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)
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Me inclino con una leve reverancia hacia la princesa llevando mi mano derecha a la cadera contrario y al incoporame saludo con un gesto de cabeza al resto de miembros del Consejo Real:

- Su Alteza Celestial, buenos días. La disyuntiva que me plantea no es de fácil solución, me temo. Como muy bien ha apuntado, las especias y los alimentos serán sin duda el plato preciado por Brice, así que no debería sorprendernos que desechen de entrada cualquier intercambio relacionado con hierro y productos marítimos.
Nuestro pueblo sufriría una merma considerable de su bienestar si no somos capaces de generar más ingresos estables que los actuales. El mantenimiento de la obra de la muralla no es precisamente una fuente de ingresos, ni monetarios ni populares.
Por eso, mi consejo es que se intente abrir una vía de comercio susrtentada en los diamantes de Brice.


Noto una punzada en el pecho al rememorar lo que para mí significan las palabras "diamantes de Brice", pero trato de que no se me note y continúo.

- El comerciar con Brice en un momento tan delicado podría suscitar un descontento de los vecinos que ya de por sí sufren su yugo expansionista. De conocida es por todos mi animadversión por la política imperante en dicho territorio, y no lo aconsejaría de no ser tan agobiante nuestra situción actual, pues cuantos menos lazos nos unan a ellos tanto más tranquilo será vuestro reinado.
Mas lo que en un principio podría resultar un inconveniente, al reclamárnoslo Brice y crear así enemistad con Lendleland, lo podremos utilizar en nuestro favor si su Alteza dirime como acostumbra el encuentro con el embajador. ¿Quieren especias?¿Por qué? Porque somos el país que más produce. Pues entonces, abramos la mano y no nos limitemos a comerciar con Brice.
Mi sonsejo, princesa, es que abramos ruta comercial de especias y alimentos con Lendleland. Enviemos un emisario a su capital y ofrezcámosle comerciar antes de que pueda estallar una posible confrontación entre ambos países, de manera que en caso de que llegara a producirse, nuestro papel neutral no se vería supeditado a ningún trato con ninguno de los dos pues abasteceríamos a ambos.
Esta es mi opinión, Su Alteza.


Tras otra leve reverencia, me acomodo en mi asiento mientras trato de ignorar el leve murmullo de los consejeros al comentar entre sí (algunos con desprecio manifiesto) mis palabras.

Espero la respuesta de la princesa asombrado de la belleza arrebatadora que transmite hoy su presencia.
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phillix
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Ish Ksj, Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton) Estancia de los Médicos

Las miradas de los demas ejercen algo de presión sobre mi, pero de cualquier forma no tengo por ahora mucho que perder así es que lo tomo con tranquilidad.

Volteo a ver a todos los personajes en la sala y les dirijo unas palabras:

.- Caballeros, como pueden ver a este soldado ya le han practicado una cura de emergencia, asi es que salvo su mejor opinión creo que las herramientas disponibles aquí mismo, son más que suficientes para ayudarlo.
Sin darles tiempo para “su mejor opinión” comienzo a aplicar mi habilidad de medicina sobre el lastimado soldado.

Aunque no es nada espectacular tampoco resulta arriesgado por ahora, un error en el encantamiento me haría ganar las enemistades de los presentes. Ya tendré tiempo para darles una sorpresita.

.- Y usted soldado, no se preocupe que va a quedar como nuevo. Le voy a hacer un pequeño procedimiento, pero de cualquier forma búsqueme mañana a primera hora para revisar que todo se haya curado perfectamente.

Voila! Espero con esto justificar mi intromisión al menos un día más en el palacio y también mantenerme cerca de la acción. Me parece que este bonito lugar me pude deparar cosas interesantes.
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Lindelion

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Sander Hookton. Entrada del Palacio de la Reina Aleeshia

Los modales de mercenario de Sander, así como su aspecto, no le ayudan nada a la hora de hacer una petición. El hecho de que ya sólo su aspecto hiciera aflorar los prejuicios de la mayoría de la gente le había llevado a comportarse de manera brusca y directa con todo el mundo.

El funcionario dibuja en su rostro una expresión de horror al principio, pero cuando Sander le suelta el brazo, se va calmando, y toma la carta que este le tiende.

- Acompáñeme - dice el funcionario tras ver el sello, sin mirar directamente a Sander, como intentando evitar volverlo a mirar.

Sander acompaña al funcionario a lo largo de un largo y ancho pasillo de techo altísimo. De las paredes cuelgan retratos de los reyes de Analand, desde Arkle I hasta Steiner portando la Corona de los Reyes. Unas puertas bastante altas se abren a ambos lados del pasillo. El funcionario se detiene en una de ellas, llama y echa mano del picaporte.

- Un mensaje del capitán de la Segunda Compañía en la frontera - dice el funcionario a alguien que se encuentra en el interior de la habitación. Luego entrega de nuevo el mensaje a Sander y le indica que entre, tras lo cual cierra la puerta y se marcha apresuradamente.

Sander se encuentra ahora en una habitación amplia llena de muebles de estanterías que invanden toda la estancia. Casi en la entrada hay una mesa de madera rectangular donde se sienta lo que parece ser un escriba, con un impresionante desorden de papeles sobre la mesa, varios tinteros y algunas plumas, una de las cuales sostiene con su diestra. El individuo levanta la cabeza y mira a Sander. Él también se sorprende por la apariencia de Sander, pero enseguida se repone.

- ¿Me entregas la carta, por favor? - pide amablemente. Sander se la entrega y este rompe el sello y lee el contenido.

Instantes después, apunta algo en una hoja con su pluma, abre un cajón y extrae ocho doblones de oro, los cuales entrega a Sander.

- Bien - dice -, Sander Hookton, aquí está el dinero que te corresponde. Por haber realizado un servicio como soldado de Analand, tienes derecho a recibir atención médica si has resultado herido. También se te servirá una comida dentro del palacio si así lo deseas. ¡Haldrim! - grita el escriba, y al momento aparece un muchacho de unos quince años de entre las estanterías. Al ver a Sander, el muchacho queda un poco impresionado -. Guía a este señor a donde él te indique, al comedor de palacio, a la sala de los físicos o a la salida.

El muchacho deja lo que está haciendo y se dirige hacia Sander con algún que otro titubeo, y espera su orden. Mientras, el escriba baja la cabeza y vuelve a sus quehaceres.
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Siladrem Sinval. Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

La reina medita durante unos instantes las palabras de Siladrem, y finalmente habla:

- Tu consejo me parece muy sabio, Siladrem.

Sin embargo, enseguida habla uno de los consejeros:

- Puede parecer sabio, mi reina, pero personalmente creo que es un error. Estoy de acuerdo en que sería una buena solución, pero no es tan fácil. Lendleland es la nación que más problemas nos ha dado durante toda nuestra historia, y con la que actualmente tenemos la peor relación. Addessios Ryogax no es una persona con la que se pueda hablar de negocios y esperar un trato al menos justo. Todos sabemos que la crisis que atraviesa su país se debe a que Ryogax ha descuidado el asunto del comercio. Sólo le importa su propio bienestar y su poder. Hasta que su hijo no suba al poder no podemos arriesgarnos a reestablecer nuestras relaciones con Lendleland.

Los demás consejeros se muestran de acuerdo con estas palabras. Siladrem tiene la sensación de que sólo pretenden desprestigiarle a él, a juzgar por sus caras de satisfacción. Pero al fin y al cabo son consejeros, deben ayudar a la reina. Y hay que tener en cuenta lo que ha dicho este anciano del Consejo.

Pero Siladrem debe hoy salir victorioso de alguna forma de esta reunión. Debe intentar favorecer a su país favoreciéndose a sí mismo al mismo tiempo. En palacio hay que ser intrigante por naturaleza para subir peldaños. y eso es algo que Siladrem sabe muy bien.

Sin embargo, la reina, que al parecer se mantiene al margen de estas intrigas o bien lo simula, sigue valorando lo que se está diciendo.

- Es cierto que las incursiones de los lendlelianos han sido siempre la principal causa de nuestra crisis - dice la reina -, y que bajo el reinado de Ryogax esto no ha cambiado. Hacer negocios con Ryogax podría ser peligroso...

La reina mira a Siladrem, esperando una respuesta.
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Ish Ksj, Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

El hombre de piel morena emite un gruñido como única respuesta a lo comentado por Ish. El hombre se levanta y se marcha de la habitación.

Los demás médicos de la sala miran a Ish con caras de pocos amigos. Sin darse cuenta, Ish ha impuesto su propio diagnóstico sin pedir una segunda opnión a unos médicos que se supone son los mejores del reino. En realidad no ocurre nada malo, ni se ha roto ningún protocolo ni procedimiento, pero Ish se ha ganado algunos enemigos allí...

- Muy bien, señor... ni siquiera sé su nombre - exclama de pronto uno de los médicos -, espero que su intervención sea suficiente, teniendo en cuenta que si le hubiera aplicado mi elixir especial la herida estaría curada mucho antes.

- Así es - dice otro de ellos -, lo mismo que si hubiera utilizado mis vendas, empapadas de calaminta, que acelera el proceso de cicatrización y es el mejor desinfectante que se conoce.

El ambiente se está empezando a cargar. Siladrem sólo se ha servido de los materiales estándar que se encuentran encima de la mesa, pero por lo que se ve, cada médico disponía de sus propios materiales.

Mientras, Ish piensa si merece la pena iniciar una discusión con estos médicos engreídos o es mejor marcharse de allí y evitar más desencuentros. Está claro que estos médicos piensan que el hecho de que Ish haya sido llamado para intervenir significa que están interesados en él como médico para trabajar en el palacio. Los que han hablado deben ser los favoritos de palacio, y, como no podía ser de otra manera, temen que vayan a ser reemplazados por Ish.
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Ish Ksj, Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

- Ish, señor. Mi nombre es Ish Ksj y es un honor para mi conocerles. En las ciudades del reino se habla muy bien del equipo médico de la reina.

Y mirando al segundo médico añado:

- La verdad es que la herida que nos presentaron no parecía ser muy grave, por lo que no quise importunarlos y mejor utilicé el material que estaba a mi disposición. Sin embargo, ahora que lo comentan, estoy seguro que sus remedios hubieran sido una excelente opción.

Después de comentarlo espero una respuesta para saber si hay materia para entablar una conversación o si mejor salgo de ahí a buscar al capitan que me trajo hasta aqui.
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Baklands
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Sander Hookton. Sala del escriba; Palacio de Ahleesia (Arkleton)

Cuando el escriba deposita los doblones de oro sobre mi mano no puedo dejar de sonreir para mis adentros.

Bien, ya he cobrado. Lo que tenía que hacer aquí ya está solucionado.

Una vez satisfecho este problema, valoro las siguientes palabras del escriba.

La idea de vagar por la ciudad solo no me atrae lo más mínimo. Todas las calles atestadas de gente, agobios, empujones, alguna bronca, más que posibles ladrones. No, definitivamente me quedaré en palacio. De todas maneras el capitán no me dijo que tuviera que volver por la frontera, ni tampoco que se me requeriría para escoltar a lord Asher de vuelta, así que podré perder algo de tiempo aquí.

Por otra parte, no me apetece ir a deambular por el comedor del palacio, ya que no tengo hambre, y tampoco estoy herido, por lo que ir a ver a los médicos no tiene sentido.

Herido, uhmmm Esta palabra me recuerda al único mercenario que sobrevivió al ataque sufrido por lord Asher y su escolta. La verdad es que mi curiosidad por este hombre, del que sólo conozco su nombre, es bastante grande. Tal vez si tuviera la suerte de topármelo en palacio podríamos entablar conversación e intercambiar algunas experiencias enriquecedoras sobre el arte de la guerra. Como ha dicho el escriba, si resultas herido tienes derecho a atención médica, así que tendré más probabilidades de encontrarlo con los médicos.

Casi sin darme cuenta me escucho decir al muchacho
-Condúceme a la sala de los médicos, por favor. Quiero visitar a una persona.
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Siladrem Sinval. Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)
______________________________________________

Me incorporo nuevamente y me dirijo con aplomo a los presentes:

- Todos en esta sala conocemos el carácter y la política egocéntrica y deplorablemente narcisista que Adessios implantó desde el principio en su reino. Sin duda eso influyó notablemente en la población y su degradación ética sin duda ha sido en gran parte germinada desde la vileza de su gorbernante.
Las incursiones nómadas de sus bárbaros son tristemente conocidas en estas tierras y nuestro episodio más trágicamente sangrante está íntimammente relacionado con Lendleland. Coincido con su indicación, consejero, referente al evidente peligro que conlleva el reiniciar trato mercantil con un personaje que está acostumbrado a dirimir sus disyuntivas con acero afilado de por medio, pero pensemos en nuestra situación. ¿Acaso no merece el pueblo de Analand un esfuerzo por nuestra parte en intentar mejorar la economía?¿Qué mejor incentivo para el ego de Adessios que hacerle ver nuestra necesidad de comerciar con su nación?
Su habilidad con la espada es bastante mayor que su inteligencia, y no pienso que si se envía a emisarios competentes sea muy difícil conseguir un trato beneficioso o cuanto menos justo para Analand. Bastaría con hacerle ver a Adessios que el trato en cuestión se balanceará a su favor, aunque no sea así. Quien sabe, tal vez se abra una nueva vía que nos permita facilitar el acceso al trono de si hijo Mebot, famoso entre su vástagos por haber heredado más sentido común de su madre que de su progenitor.
Para dar marcha atrás en una negociación siempre hay tiempo, aunque no disponemos de mucho. estaré encantado escuchar otras alternativas de ingreso que nos sean propicias en estos momentos de malos presagios.
Sin embargo, es necesario escuchar antes las nuevas que trae Lord Asher, tal vez nos muestre cartas desconocidas en el tablero hasta ahora y nos permitan jugar con ventaja.
Su Alteza, si no lo considera inoportuno por mi parte, me sería grato que me fuese concedida su autorización para asistir al encuentro con Lord Asher. Creo ser el miembro de su consejo que más tiempo ha pasado en esas tierras.

Dirijo una mirada al consejo y me vuelvo a sentar, sabedor de que mi última afirmación habrá levantado ampollas entre los consejeros más conservadores.
Introduzco mis manos en las mangas de mi túnica violeta e inspiro profundamente disimuladamente para tranquilizarme. Presiento que hoy será un día importante en mi vida.
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Ish Ksj, Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

- En fin caballeros, que ha sido un verdadero honor estar entre ustedes. No alcanzo a apreciar su tiempo todo cuanto quisiera y lo que quisiera es más de la mitad de lo que la mitad de ustedes saben que todos les aprecian. Nos veremos pronto.

En esto, me retiro de la habitación aparentando saber exactamente hacia donde me dirijo y con toda seguridad camino. Así que salgo sonriente y con semblante triunfante.

En el fondo espero haberlos confundido al menos el instante suficiente para salir de la habitación sin preguntas.

una vez afuera, pues no tengo ni idea a donde ir, pero seguro que quiero usmear por algun lado.
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Lindelion

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Siladrem Sinval. Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

La reina Ahleesia asiente en señal de acuerdo tras escuchar a Siladrem.

- Por supuesto que estarás presente, Siladrem - dice Ahleesia, sonriéndole -. Lo que has dicho me parece interesante. Tal vez este es el momento apropiado para reestablecer las relaciones con Lendleland, ahora que sabemos que el heredero de Ryogax tiene buenas cualidades como gobernante y seguramente se muestre amigable. Pero para ello necesitaremos a los mejores diplomáticos de los que dispongamos. Creo que el primer paso sería convencer a Ryogax para que nos concediera una entrevista con Mebot.

Los miembros del Consjeo, escandalizados por lo que se está diciendo, no paran de murmurar. uno de ellos interviene:

- Mi reina, si os interesa mi opinión, creo que lo que más nos conviene en estos momentos es adoptar una actitud prudente. Lo que proponéis creará una situación demasiado delicada, un simple fallo puede significar una futura guerra con Lendleland. por otra parte, ningún beneficio podemos sacar de los lendlelianos, sólo ellos saldrían beneficiados, pues la crisis que atraviesan es muy seria. Ya sabéis que existen rumores de que el país podría desmembrarse de un momento a otro.

En ese momento, alguien toca a la puerta del gran salón. La reina da su permiso y entra uno de los guardias de la entrada.

- Su Majestad, mensaje urgente del Capitán de la Segunda Compañía de la frontera - dice el guardia. Ahleesia asiente para mostrar su consentimiento, y pasa al salón un mensajero con un pergamino, que deja en la mesa tras hacer una reverencia. La reina recoge el pergamino, lo abre y lo lee. Su bello rostro da muestras de preocupación conforme lee el mensaje. Una vez que lo ha leído, lo vuelve a enrollar y se dirige al mensajero:

- Gracias. Pide a uno de mis guardias que te conduzca a la oficina del tesorero de palacio, él te pagará por tus servicios. Puedes retirarte.

El mensajero hace una nueva reverencia y se retira. Siladrem y todo el Consejo se pregunta qué ha podido ocurrir. La reina comienza a hablar tras meditar unos instantes:

- Señores, lord Asher ha sido atacado por unos jinetes nómadas bajo las órdenes de Ryogax - todos los presentes dan muestras de asombro al escuchar esto; la reina prosigue -. Asher está siendo escoltado hacia aquí en estos momentos. Sólo ha sobrevivido él y un soldado que le acompañaba. Esto complica demasiado las cosas. Cualquier negociación con Brice por nuestra parte puede llegar a ser peligrosa si llega a oídos de Ryogax. De todas formas, esperaremos a la llegada de Asher para que nos dé más detalles sobre el ataque que ha sufrido. Tomaremos una decisión tras hablar con él.

Todos los miembros del Consejo se retiran, a excepción de uno de ellos, a quien Siladrem conoce muy bien: Dhuncam. Faur solía tratar bastante con él, y en más de una ocasión ha mostrado interés por Siladrem. Según cree Siladrem, la única conexión del Consejo con la Luna Creciente es Faur, aunque siempre ha sospechado que Dhuncam juega también un papel importante en esa conexión.

El viejo Dhuncam viste una toga blanca con un cinturón de esparto y botones negros. Auqnue ya está bastante viejo, aún se yergue con nobleza, y su altura y su rostro poblado de una espesa barba blanca imponen respeto.

Se nota que Ahleesia le tiene cariño, aunque todos saben que su favorito y principal consejero es el Analandés, a quien sólo Ahleesia ha visto.

- Perdonadme un minuto - dice la reina -, debo resolver cierto asunto antes de que se presente lord Asher.

Tanto Siladrem como Dhuncam se levantan cuando lo hace la reina y no se sientan hasta que esta ha desaparecido tras la puerta. Mucho se habla en palacio de esos "asuntos" a los que suele hacer referencia la reina. Se ha corrido el rumor de que Ahleesia podría comunicarse de alguna manera con el Analandés cuando este no se encuentra en Arkleton, cosa que ocurre desde hace algo más de un año, pues se encuentra viajando por el Viejo mundo, trabajando por reforzar las relaciones de Analand con el exterior.

Ahora Dhuncam y Siladrem se encuentran solos en el salón real.

- Creo que has estado brillante - dice Dhuncam -. No es fácil lidiar con esos vejestorios; te llevan muchos años de ventaja y tienen sus trucos para persuadir incluso a alguien de voluntad tan férrea como la reina Ahleesia. El viejo Faur estaría orgulloso de ti.

Tras meditar un poco, Dhuncam prosigue:
- Creo que la mejor manera de ganarte definitivamente la confianza de la reina es que inmiscuyas todo lo que puedas en el asunto de Asher. El hecho de que pasaras tu infancia en Brice, como has apuntado antes con acierto, es motivo más que suficiente para que Ahleesia considere oportuno contar contigo y te permita tomar partido en las medidas que se tomen. Si finalmente Ahleesia consiente en iniciar una relación comercial con los bricianos, se haría necesario que un miembro del consejo viajara con Asher para entrevistarse con Tinardo Del Riska. Dime, ¿estarías dispuesto a viajar de nuevo a Brice junto con Asher?
Lindelion

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Sander Hookton. Palacio de Ahleesia (Arkleton)

El muchacho, de nombre Haldrim, se apresura a guiar a Sander hasta la sala donde se reúnen los médicos. Está claro que el chico tiene miedo de ese mercenario de rostro tiznado de negro bajo una capucha, sentimiento que suele despertar en casi todas las personas con las que trata, además de la desconfianza. Sander ya está acostumbrado a esto, y lo considera algo normal.

Sander camina de vuelta por el pasillo que recorrió antes y sigue a Haldrim por otro de los pasillos de ese laberinto que es el palacio de Ahleesia. El eco de los pasos suena grave y alargado, y a pesar del ajetreo que hay hoy en palacio, dan una sensación de soledad... La soledad, algo que Sander conoce muy bien, por desgracia. Mientras camina por ese pasillo rememora su pasado, y se acuerda de su adiestramiento en la Academia Secreta. No puede dejar de pensar que este lugar hubiera sido su destino si las cosas no se hubiesen torcido.

Casi despierta de su ensoñación cuando Haldrim le indica:

- Es esa puerta, señor.

El chico se aleja apresuradamente de allí. Justo en ese momento, la puerta se abre y alguien sale presurosamente, cerrando tras de sí. Al darse la vuelta, se topa con Sander y se queda mirándolo...
Lindelion

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Ish Ksj, Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

Los médicos han quedado algo aturdidos después de oír a Ish. Todos se miran entre ellos como preguntándose qué ha querido decir, y casi no se dan cuenta cuando Ish ya ha salido de la sala, cerrando la puerta tras de sí.

Ish sonríe al salir de la habitación, pensando en la cara que han puesto todos los médicos y en que aún deben estar pensando qué demonios ha dicho, pero la sonrisa se le borra de un plumazo cuando se da la vuelta. Frente a él se alza un individuo alto y fornido, con un rostro negro como el carbón y unos briullantes ojos azules que lucen bajo una capucha de color parduzco. No acierta a ver su rostro del todo, pero su presencia en verdad causa cuando menos inquietud. A juzgar por su aspecto debe ser un mercenario. Va armado con una espada, que lleva enfundada en su vaina. Está claro que su intención es entrar en la sala de los médicos, aunque no parece que esté herido a simple vista.
Magnakai

Mensaje por Magnakai »

Siladrem Sinval. Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)
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Por supuesto que no.

Es lo primero que se me pasa por la cabeza.

¿Volver a esa tierra de bárbaros y militares?¿Acompañar al "embajador" de un dictador? No, gracias. Mi sitio está aquí, cerca de la reina, trabajando por el bien de Analand. La situación es lo suficientemente delicada como para no cejar en los esfuerzos de recuperación que poco a poco comienzan a dar frutos.

Sin embargo, si declino la confianza que veo en los ojos de Dhuncam perderé sin duda una clara oportunidad de prestigiar a Faur con mi actuación en tierras extranjeras y tal vez el beneplácito del mismo consejero. No quiero que piense que soy un cobarde que no quiere enfrentarse a su pasado.
La mayoría de los consejeros se alegrarían de mi marcha al dejar de influir a al reina, pero sin duda el éxito de una misión como esta tal vez suponga el espaldarazo definitivo para asentar mi prestigio en la Corte de Analand y que dejasen de verme como un advenedizo.
Faur siempre ha confiado en mí y no puedo defraudarle a ojos del favorito de la reina, quien obviamente espera de mí una respuesta afirmativa. No dejaría en buen lugar a mi mentor con una negativa.


Me sorprendo a mí mismo exclamando:

- Por supuesto que sí, soy el hombre indicado.

Y asiento con la cabeza sin saber muy bien dónde me he metido. De repente, justo cuando cierro la boca, recuerdo el rostro de mi madre y su nombre parece flotar mientras se esboza súbitamente sobre la túnica de Dhuncam : "Ariadna"...
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phillix
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Mensaje por phillix »

Ish Ksj, Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

!Ay... ¿que es esto?!

Por más que lo intento, creo que mi cara de susto y repulsión es muy notoria

Espero que el hombre enfrente de mi no sea mi novatada de bienvenida por parte del grupo de magos amargados que están adentro de la sala

Por temor a haberlo ofendido con mi mirada, mejor dirijo mi vista hacia el pasillo y camino alejándome de el

- Buen día Señor

Es todo lo que sale de mi garganta. En cuanto me retiro aprieto mis párpados como esperando un golpe por la espalda y acerco mi mano al arma que cargo junto al cinto...
Última edición por phillix el 15-Jul-2005, 17:11, editado 1 vez en total.
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Baklands
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Mensaje por Baklands »

Sander Hookton. Delante de la Sala de los médicos; Palacio de la reina Ahleesia (Arkleton)

La verdad es que no esperaba que me sonriera y se mostrara agradable. A estas alturas de mi vida eso es una utopía. Y tampoco se me escapa que su mano se dirige hacia su arma prendida de si cinturón.

Je, está nervioso

Tanto mejor para mi. Si quiere deshacerse de mí, contestará rápido a lo que le pregunte. Con voz potente, pero sin moverme de mi sitio, le digo:

-¡Espera un momento! Supongo que eres médico, ¿no? ¿Has visto a un mercenario lleno de cicatrices que formaba parte de la escolta de lord Asher? Me gustaría hablar con él

Y con los brazos cruzados, señal inequívoca de que no tengo intención de atacarle, espero a que se de la vuelta y me conteste.
[b]Te envío a siete amigas mías, ¿vale?[/b] :smt083
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