Baklands cruza medio mundo para tener el Fuego sobre el agua

Lobo Solitario y todo lo relacionado con Magnamund tiene cabida aquí. Desde las heladas tierras de Kalte hasta las ardientes arenas de Vassagonia. Desde las Tierras Oscuras hasta el Daziarn.
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Baklands
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Baklands cruza medio mundo para tener el Fuego sobre el agua

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Como veo que os ha gustado la primera parte de mis aventuras, continuo por aquí.

Tras dejar mi habitación, con la campesina todavía descansando del enorme esfuerzo a la que la he sometido :smt003 (lleva horas escuchando mis batallitas en el bosque sin impresionarse lo más mínimo), me conducen de nuevo ante el Rey para decirme:

-Cuarenta días, Lobo Solitario; nuestras fuerzas sólo podrán resistir al enemigo cuarenta días.

Tras lo cual me entrega un anillo muy fashion (él dice que se llama Sello de Hammerdal) y me envía a buscar la famosa espada. Me quedo mirando al Rey, con mi nueva habilidad de Sexto Sentido (ya que de tanto echar de menos esta habilidad, he conseguido dominarla) y trato de averiguar si no me está despachando, porque me considera gafe. (Tras la muerte de todos los señores del Kai y el asedio de los Señores de la Oscuridad a la ciudadela, yo también me consideraría un poco gafe).

Ante tal escrutinio, el Rey se da cuenta de que su posición es vulnerable y le hace una seña a un tal capitán D'Val para que me lleve a la armería a equiparme, aunque mi nueva disciplina del Kai me advierte de que en realidad quiere quitarme de enmedio para llevarse a mi campesina a lugares menos reales y honorables.

Así que no me queda otro remedio que seguir al capitán hasta la armería, donde me entrega un poco de oro, que tengo que rechazar, pues mi bolsa sigue llena, y donde descansan un montón de armas que hacen que mis pupilas se dilatan de la emoción. Al observar mi expresión de absoluto deleite, el capitán sonríe y me dice:

-Sólo puedes elegir dos de estos objetos. Los demás los guardaremos aquí, donde no hacen falta, sólo por joder un ratito y putearte un poco, para que no lo tengas tan fácil.

En mi boca se diluye una maldición, mientras dirijo una funesta mirada al capitán, que me la devuelve con una sonrisa de autosuficiencia dibujada en su cara.

Tras examinar con detenimiento los objetos que me ofrecen, decido elegir la puerta número dos del escaparate final, y adjunto a mi equipo una espada corta (que ya me iba haciendo falta para sumar +2 en DC) y un bonito escudo, que me otorga +2 en DC y me ayudará a pulirme los monstruosos bichos que salgan a mi paso.

Tras esto, el capitán me saca a empellones de la armería, y junto a unos pocos guardias más, me escolta hasta las puertas de la ciudadela de Holmgard.

Comienza mi nueva aventura (y continua en el siguiente post)
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Sección 1: Tras dejarme en un carruaje, me conducen hasta una taberna en el puerto, donde me indican cuál es mi barco (que me ha de llevar hasta Durenor), y quién me va a venir a recoger. Nada más alejarse el cochero, ya alguien me inoportuna, al acercarse por mi espalda y darme un susto que no veas.

Le echo una bronca al tipo que no veas, y éste me dice que tiene que asegurase de que soy el Señor del Kai a quien ha venido a buscar. Así que le hago una demostración de mis poderes curativos (aunque por mi mente pasa la fugaz idea de hacerle un ataque psíquico en venganza al susto que me ha dado) y el tipo aplaude como un poseso.
Guay, me siento como un mono de feria, así que le digo que me lleve al barco, que llevo prisa, y el tío se me queda mirando socarrón, mientras llama a tres amigos suyos con cimitarras que me amenazan. Joer, pues bien empezamos. Fastidiado, saco la espada corta y empiezo mi danza mortal (-3PR).
Al registrar los cadáveres, advierto que uno se ha escapado y que los demás llevan una serpiente tatuada en una de sus muñecas. Mmmm, extraño tatuaje, tendré que guardarlo en mi memoria para que me hagan uno igual (que me ha molado), y así me evito que me vayan atacando siempre (al final voy a pensar que de verdad soy gafe). Salgo de la taberna persiguiendo al que se ha escapado y casi me meto una buena ostia al tropezar con un cadáver, que alguien ha dejado ahí tirado como si fuera un saco. Tras examinarlo, constato que es el tipo que tenía que venir a buscarme. Mmm, mi neurona monofuncional derrapa a toda pastilla, y conjetura que alguien está enterado de mi misión y que intenta hacerme fracasar (tampoco hace falta ser muy listo para darse cuenta de este pequeño detalle). Así que dejo de darle vueltas y me cojo un bote para llegar hasta el barco que me espera. Zarpamos, y tras un vaso de warlo (versión barata del whisky de garrafón) me voy a la cama a dormir la mona.

Como tengo tan buena suerte, a la mañana siguiente me despierta un alarido que dice que nos hemos topado con unos piratas, y que además son muy rápidos, así que a pelear tocan, y nada más y nada menos que contra un drakkar (que no es un barco vikingo, sino un sirviente de los señores de la Oscuridad; :smt003 chiste made in Baklands). Drakkar o no, le meto una somanta de palos que no veas (-4PR para mi) hasta que alguien me dice que pare, que ya está muerto. Y es que cuando me despierto resacoso tengo muy mala leche (creo que esto ya os lo había contado, ¿no? :smt083). Así que tras abandonar a los piratas a su suerte, reemprendemos el viaje a Durenor.

The loving boat (traducido como vacaciones en el mar) dura unos tres días (en los que aprovecho para curar mis heridas) hasta que un fuego se propaga en la bodega del barco. Como soy tan listo (y gafe) intento apagarlo yo solito, así que me chamusco un poco (-2PR) hasta que alguien me saca de allí y apaga el fuego. ¡Sabotaje!, me dice el capitán, y de repente el vigía vuelve a avistar otro barco. Salgo corriendo detrás del capitán y observo como el sabotador se encarama a un barco que ha aparecido por allí y desparecen todos en medio de la niebla (joer, qué mal rollo de gente). Con murmullos extraños a mis espaldas, el capitán decide cambiar de rumbo. Iremos a Ragadorn para adquirir provisiones. Por la noche, el capitán me invita a cenar y tras una charla, me voy a dormir.

Continua en el siguiente post
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Un terrorífico trueno me despierta al amanecer, justo cuando estaba soñando con mi campesina, así que rápidamente subo a cubierta a ver qué pasa. La tormenta está en pleno apogeo, y de repente, el mástil del barco se rompe y cae directo hacia mi (definitivamente soy gafe). Apelo a toda mi suerte y ésta consigue que el mástil no me caiga en toda la cocorota, pero una viga me arroja al mar (-2PR) donde consigo mantenerme a flote al agarrarme a un mamparo. Pierdo el conocimiento y cuando lo recupero, mi barco ha desaparecido, probablemente hundido durante la tormenta. En el mar sólo se ve un pequeño pesquero, al que le hago señas para que se acerque a rescatarme, pero que pasa de mi completamente. Maldiciendo mi mala suerte echo a nadar hasta llegar a una playa cercana, donde me desplomo totalmente exhausto (qué épico me está quedando, ¿no?). He perdido todas las provisiones y las armas que portaba (con lo que me había costado hacerme con la espada corta), pero gracias a mi disciplina de Caza localizo unos frutos que sacian mi hambre y que me proporcionan algo de comida. Ya recuperado, emprendo el camino hacia el este. Cuando anochece, decido descansar encima de un árbol, y al despertar al día siguiente, descubro que se acerca una diligencia. Estoy hasta el moño de caminar, así que la paro y le pago al cochero el billete para proseguir el viaje hasta Ragadorn en el interior de la diligencia.

Como no, dentro de la diligencia viaja una mujer, que no puede resistir mis encantos naturales, y se lanza a contarme cómo está Ragadorn y que lo mejor que puedo hacer es coger la diligencia hacia Port Bax que está justo al otro lado de la ciudad, en la puerta oriental (mi neurona monofuncional apunta el dato de que debo ir hacie el este). A continuación me da su número de móvil (ya sé que es un anacronismo, pero es mi historia) y me guiña un ojo mientras me dice que su marido tabaja hasta las 6 de la tarde y que no va a casa a comer (estos son ya demasiados datos para mi neurona, así que desgraciadamente lo olvido nada más entrar en la ciudad). Llegados a Ragadorn y recordando mi misión, enfilo hacia el este por la calle del hacha, y leugo por la del Mago, donde hago un alto en una tienda a comprarme una espada corta. Consigo llegar hasta la calle del Comercio Oriental, donde localizao la diligencia y compro un billete (carillo 20 de Oro).

Nada más pagar comienza el viaje, y lo primero que nos topamos es un szall roñoso que encima nos sabla una moneda más. Una vez pagado el peaje, empiezo a conocer a mis compañeros de viaje, y no puedo evitar posar mi mirada en la bella amazona que está sentada a mi lado, y me quedo absorto mirando su escote, mientras un sacerdote pesado no deja de darme la vara. Sumido en mis pensamientos no le hago caso, mientras mi imaginación vuela lejos y sueña con una posada tranquilita donde poder retozar con semejante monumento. Gracias al Kai, mis sueños se ven complacidos y nos detenemos en una posada, donde nos sablan una moneda más, pero merecerá la pena si consigo llevarme a la guerrera al huerto. Ésta, que no es tonta, me deja con la miel en los labios y me envia a dormir solo. Sabe que el viaje va aser largo, y que si se me entrega a la primera, voy a pasar luego de ella. Así que me tiene en vilo durante cinco días, dándole coba, haciéndome el gracioso, dejándole más hueco en la diligencia para que esté cómoda, todas esas cosas que se hacen cuando uno queire tema con una chorba. Sé cual es su estrategia, sé que se me entregará el último día, así que le sigo el juego mientras en mi cabeza se forman las distintas situaciones que voy a afrontar, cuando por fin alcance mi anhelada conquista. Entonces sucede. Se jode el carromato, y cuando me ofrezco a ayudar al cochero, los caballos se encabritan, y hacen que el cochero muera atropellado, pero antes de morir me dice que no ha sido un accidente que ha visto...mi Sexto sentido me avisa de que alguien intenta matarme. Halvorc se ofrece a ocupar el puesto del cochero, y continuamos el camino hasta Cala Gorn, donde nos soplan otra monedita de oro en la posada.

Decidimos reunirmos todos más tarde para hablar del plan a seguir y nos retiramos a nuestras habitaciones. Un poco más tarde, alguien llama a mi puerta, y corro a abrir, en la esperanza de que Viveka, la amazona, por fin se haya rendido a mis encantos. Pero es sólo el posadero que viene a traerme una comida caliente de parte de uno de mis compañeros. Tengo hambre, así que me dispongo a echar un bocado cuando mi bien entrenada disciplina de Caza descubre que la comida está envenenada.

¡Alguien se ha atrevido a envenenarme! ¡Maldit@ hij@ de puta!

Como una furia, salgo de mi habitación y bajo en busca de mi asesin@ en la famosa sección 200.

Continuaré en el próximo post después de cenar.
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Al llegar abajo, me encuentro con que todos ya están reunidos. Entre ellos se haya el que ha intentado asesinarme, pero gracias a Colucci no sé quién es, así que calmo mi furia, me dirijo a la mesa, y les digo:

-Ejem, disculpadme un momento, tengo que ir al baño a recoger una cosa del Project Aon y vuelvo enseguida.

A través de mis poderes telepáticos (aprendidos antes de mi adiestramiento como señor del Kai) me sumerjo en una realidad alternativa, donde contacto con el espíritu de Gary Chalk, que me teletransporta a una sección 200 alternativa, donde por fin puedo reconocer al que ha intentado asesinarme. Mentalmente doy las gracias a Gary y me despido de él para volver a mi realidad :smt003 , donde ataco sin piedad al traidor que se ha querido desembarazar de mi. Tras una cruenta lucha, logro vencerlo, y descubro las pruebas que señalan que no he fallado en la identificación del traidor (llevándome de paso una cantidad de monedas de oro nada despreciable), pero mis otros compañeros de viaje no dan crédito a lo que acabo de hacer y me repudian. Eso sin contar con que media docena de guardias ha irrumpido en la taberna. Acorralado, sopeso la posibilidad de convertir aquello en una masacre, pero algo en mi interior me dice que no serviría de nada, así que huyo por la puerta trasera, me hago con un caballo y salgo de la ciudad en busca de mi nuevo destino: Port Bax.

50 millas me separan de mi destino, así que espoleo a mi caballo y cubro la mayor parte de la distancia por la noche, haciendo un alto sólo para atrapar un ratón con el que saciar mi apetito (mmm me siento como un ogro). Tras llegar a una encrucijada, consulto mi mapa de carreteras Michelín, y opto por seguir el camino de la izquierda. Atravieso un poblado de szalls a todo galope, y enfilo un camino que corre cercano a la costa. Sé que voy bien. De repento, alguien grita pidiendo auxilio. Sé que mi misión es urgente, pero me niego a dejar que alguien sufra cuando puedo remediarlo, así que corro presto a ayudar al pobre desgraciado. La imagen que se desvela ante mis ojos me resulta impactante. Un hombre yace muerto, mientras otro está herido con un extraña lanza clavada en su cuerpo. Éste es el que ha gritado pidiendo auxilio, ya que una banda de saqueadores szalls pululan por encima de él. Desenvaino mi espada corta y auyento a los szalls. El hombre yace moribundo, así que intento extraerle la lanza con sumo cuidado para evitarle más sufrimientos.

Grande es mi sorpresa cuando observo las runas extrañas y mágicas que adornan la lanza, pero aún mayor es el ver la transformación del moribundo en un horroroso y terrible Helghast que me acomete usando su Ataque psíquico (-2PR). Recuperado ya de la impresión, utilizo mi defensa psíquica para resistir las acometidas mentales del engendro, y aferro con fuerza la lanza mágica. Un cruento combate comienza, y sólo uno puede resultar victorioso. Para mi suerte, consigo acabar con la bestia, no sin graves daños (-15PR), y decido mantener la lanza conmigo. El oscuro presentimiento de que no va a ser el último encuentro que sostenga contra estas criaturas refuerza mi decisión. Exhausto tras el combate, busco a mi caballo para reemprender la marcha hacia Port Bax, pero me doy cuenta de que me lo han robado los szalls (¿quién duda ahora de que soy gafe?). Resignado, comienzo a caminar mientras me reconforto pensando en que mi disciplina de Curación tendrá más tiempo para sanar mis heridas. Al cabo de poco tiempo, topo con una atalaya custodiada por un soldado vestido con uniforme rojo (propio de Durenor) y apelando a mi Sexto sentido, constato que se trata de un soldado leal a Durenor, por lo que decido mostrarle el Sello de Hammerdal. El semblante del soldado muestra a todas luces que no le agrada ver el sello, pero amablemente me indica el camino más corto para llegar a Port Bax.

Continua en el próximo post.
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Bien entrada la noche de mi décima jornada de viaje, entro en la ciudad de Port Bax, y como buen turista, aprovecho la ocasión para visitar la oficina de turismo más cercana: el ayuntamiento. Aunque parezca extraño, dado el modo de vida de los funcionarios, el ayuntamiento está abierto y dentro me informo de cómo llegar al consulado de Sommerlund. Dirijo mis pasos hacia el puerto y antes paso por la comandancia de marina para hacerme con el salvoconducto que me permita atravesar la zona vip de la ciudad. El funcionario que se ocupa de expedir estos salvoconductos (que extrañamente, también trabaja a estas horas) no me lo pone fácil, pero cuando le enseño el sello, rápidamente todos mis problemas se solucionan y obtengo el ansiado salvoconducto, con el los guardias me dejan acceder a la zona portuaria y al consulado de Sommerlund, donde el mismo cónsul, Lord Rhygar, me ofrece una cena espléndida y una cama donde dormir y recuperar todos mis PR.

Al día siguiente, lord Rhygar y un grupo de soldados me escoltan en el viaje hacia Hammerdal y viajamos durante tres días, pero cuando amanece el siguiente día, seis encapuchados nos impiden el paso. Mi Sexto sentido (joer, cómo está funcionando en esta aventura) me indica que corro un gran peligro si intento atacar a estas criaturas, pero el resto de mi grupo ya se ha lanzado al ataque y han caido en la emboscada de los helghasts. Todos mis sentidos me indican que escape, pero los lamentos de los hombres que han sido mis compañeros de viaje estos días resuenan en mis oídos como tambores de guerra. No tienen ninguna posibilidad contra estas criaturas, pero no puedo dejar que mueran solos, así que aferro mi lanza mágica y me lanzo de cabeza hacia el helghast más cercano:

-Por Kai, por Sommerlund y por la luz que deshaga las tinieblas.

MI grito resuena por todo el valle cuando ataco despiadadamente al helghast. Es una criatura poderosa, y parece ser que la suerte no está de mi lado, pero aún así consigo matar a la criatura antes de que el velo de la muerte caiga sobre mi. Veo llegar el final, sólo me queda 1PR y observo cómo tres helghasts más se dirigen hacia mí. Mi situación es desesperada, pero la urgencia de mi pueblo hace que saque fuerzas de donde no hay, y consigo avisar a Rhygar mientras huyo hacia el bosque, pero tropiezo y sólo la buena estrella hace que no sufra un destino fatal. Rhygar me recoge del suelo y juntos emprendemos la huida mientras los helghasts acaban con la vida de los soldados. Mi deseperación es evidente, pero sólo me consuela pensar que al menos he acabado con uno de ellos. Poco a poco, mi disciplina de Curación hace su trabajo y voy recupernado fuerzas mientras sigo a Rhygar en busca de los túneles que nos llevarán hasta Hammerdal.

Al llegar al Tarnalin, hacemos un alto para decansar y Rhygar me dice que he de continuar solo, pues él se va a quedar custodiando la entrada al túnel para evitar que los helghasts puedan capturarme. Agradezco su gesto, pero comprendo que Rhygar no tiene ninguna posibilidad contra estas diabólicas criaturas. Por un momento sopeso la posibilidad de dejarle mi lanza mágica, pero algo en mi interior me dice que aún debo conservarla, ya que puedo encontrarme con alguna más de estas criaturas. Es una decisión difícil y el tiempo apremia...

Continua en el próximo post.
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Finalmente decido quedarme con la lanza, mientras musito una oración para que los helghasts no encuentren a Rhygar, y me adentro en el túnel, que para mi sorpresa, no está transitado. Una horrible sospecha me asalta, pero he de continuar adelante. Al cabo de un rato, me topo con una extraña criatura, pero como no me puedo comunicar con ella, la dejo en paz y sigo mi camino. Más adelante llego a una encrucijada, y decido seguir por el túnel de la izquierda, donde me encuetro con uan diligencia abandonada, debajo de la cual yacen tres soldados muertos en medio de un charco de sangre. Mi Sexto sentido me alerta de que algo diabólico se esconde en la diligencia, así que escapo a todo correr, pero una criatura sale de la oscuridad y cuando me doy la vuelta para afrontarla, veo los resplandecientes ojos de un helghast. Instintivamente uso la lanza y atravieso a la criatura, que se retuerce de dolor. Sin compasión alguna, hundo todavía más la lanza en su cuerpo y sólo la extraigo momentos antes de que la criatura se desintegre.

Con la adrenalina fluyendo todavía por mis venas, continuo adelante a todo correr hasta toparme con una barricada custodiada por soldados. Levanto las manos en son de paz, y cuando los soldados me preguntan les enseño el sello de Hammerdal, para que me lleven de inmediato ante su Rey.

Quince días después de mi partida desde Holmgard consigo llegar a Hammerdal, donde se me concede una audiencia con el rey, y tras conferenciar con él, me hace entrega de la tan ansiada Sommerswerd. Al instante noto la gran energía que desprende la fabulosa espada, y mi Sexto sentido me indica las maravillosas propiedades de la magnífica arma. Siento que una nueva esperanza se abre paso a través de mi mente, y vislumbro el camino para devolver la libertad a mi pueblo y para vengar la muerte de todos mis hermanos del Kai.

Sin poder remediarlo, una sonrisa aflora en mi boca y consigo musitar una sóla frase:

-Ahora sí que os voy a dar pal pelo, cabrones. :smt003

El rey de Durenor está dispuesto a ayudarme movilizando a toda su flota de buques de guerra, y los preparativos de la guerra nos mantienen ocupados durante dos semanas más. Utilizo este tiempo para habituarme a la Sommerswerd y recuperarme de todas mis heridas, pero mi ánimo se ve afectado cuando me traen la noticia del hallazgo del cadáver de Rhygar cerca de los túneles. Un pinchazo de remordimientos me asalta cuando pienso que quizá con mi lanza mágica hubiera tenido una oportunidad, pero al recordar al helghast de la diligencia todos mis temores se disipan y un nuevo pensamiento se marca a fuego en mi memoria. Tengo una muerte más que vengar.

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Finalmente la flota se pone en marcha, y tras una larga cabalgata (4 días) hasta Port Bax, me uno al buque insignia Durenor. Pero la mala suerte parece que se ha cebado con nosotros (¿veis como sí soy gafe?) y navegamos durante tres días bajo una terrible tormenta, que hace que la mitad de los hombres se encuentren indispuestos para la batalla. Por suerte, la tormenta cesa al cuarto día de travesía, pero casi que resulta peor. Una flota de barcos fantasmales nos ataca en pleno mar guiados por la siniestra mano de los Señores de la Oscuridad. Su nave insignia embiste al Durnenor, y sin pensármelo dos veces, salto a bordo de la nave enemiga por la bodega dispuesto a acabar con todos allí y ahora.

Los primeros en probar la Sommerswerd son unos marineros zombis, que caen al primer espadazo, y tras eliminarlos, mi Sexto sentido me advierte del peligro cuando un helghast se dispone a atacarme. Ya curtido en la batalla contra estas criaturas, y con el poder de la Sommerswerd en mis manos, el helghast me dura un suspiro. Tras acabar con él, subo a la cubierta del barco desde donde puedo contemplar toda la batalla. Pero de repente, desde el puente de mando del barco en el que estoy surgen unas llamaradas que causan estragos entre las tropas de Durenor. Sospechando que en el puento de mando hay un hechicero de gran poder, me dirijo hacia allí dispuesto a conseguir la victoria. Sin pensarlo dos veces, hago frente al hechicero, pero éste consigue escapar en un bote y yo salto al agua en su persecución. Algo en mi interior me dice que ése es el hombre responsable de la muerte de todos mis hermanos, y no pienso dejarle escapar. Pero la mala suerte se vuelve a cruzar en mi camino en forma de kraan, que me atrapa y me eleva por los aires.

Sin otra cosa que poder hacer, hundo mi espada en su vientre y el kraan me suelta dejándome caer al vacío, aunque consigo caer en uno de los barcos dureneses desde donde contemplo cómo se hunde la nave insignia de mis enemigos, y cómo la flota fantasmal se vuelve a hundir e las aguas de donde había salido. ¡La victoria es nuestra!

Henchidos con una nueva esperanza tras esta victoria, nos dirigimos hacia Holmgard para liberar al pueblo de Sommerlund de los Señores de la Oscuridad. Al entrar en el puerto de Holmgard, y desplegar los estandartes de Durenor, el júbilo vuelve a recorrer el muelle. Desde mi posición privilegiada, diviso la tienda de Zagarna, señor de Kaag, y responsable del asedio de la capital. Alzo mi espada hacia el sol, y concentrando toda su energía, descargo un mortífero rayo contra la tienda del jefe de las hordas de la Oscuridad, mientras el grito del horror y la muerte de Zagarna resuena por todas partes. Privados de su comandante, las hordas de la Oscuridad son dispersadas con rapidez por los soldados dureneses. De nuevo, la Sommerswerd ha vuelto a vencer a los Señores de la Oscuridad, y ahora está en mi poder.

Sonriendo, musito una oración por mis hermanos del Kai muertos.

-Ya estáis vengados, hermanos míos.

Y tarareando una canción (el "Somewhere over the rainbow") encamino mis pasos hacia Holmgard, donde me espera mi campesina :smt003

Fin del Fuego sobre el agua.
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